Una terraza de ésas bien puestas en una ciudad grande. Cerradita. Musiquita para estar animado y poder hablar.
Estamos dos en la mesa. Charlando. A lo nuestro.
Notas alrededor silencios raros, no reparas por qué, estás a otra cosa. Hasta que llega. Sucede en todas las ciudades de España, todos los días, miles de veces.
Se acerca una mujer, vestida razonablemente bien, aunque se nota que la ropa tiene años y paseos, tiene bancos, cajeros, y Dios sabe qué. Es una mujer limpia, guapísima, antaño presumida, se nota en sus gestos y en la manera de colocarse el pelo.
Sus ojos azules se clavan. Son preciosos, y más que sus ojos, una mirada limpia, clara, que aún con la que le está cayendo, ofrece una sonrisa, después de miles de "no tengo nada", miles de mentiras nuestras, de la sociedad, que somos nosotros, ella nos devuelve una sonrisa.
Me quedo embobado mirándola. Los dos nos quedamos prendados de ella.
Es muy educada al hablar. No quiere incomodar, dice. Comienza hablándonos de su hija de 8 años, ella tiene 43. Divorciada hace 4. Vive con su hija en la casa de una amiga de la infancia.
Es un detalle importante, que hoy, después de tanto, hayan seguido manteniendo la amistad, la fidelidad, saber perdonar durante todos esos años, y salir de casa, sabiendo que tienes una amiga, una amiga de verdad, con las letras bien grandes. Dice mucho de ambas.
Aquella mujer decía la verdad. Eso pensé. Y le invité a que se sentara con nosotros. Quería escuchar su historia. Quería ver que hay allá dentro, para después de todo lo que lleva encima, todo lo vivido y sufrido, consiga rodearte con su mirada y cobijarte con su sonrisa.
Se llama Luz.
No quería comer nada, -decía-, prefiero que me des lo que cuesta y que coma mi niña.
No hicimos mucho caso a eso, y aunque era testaruda, accedió a tomar algo con nosotros.
No es una persona que le guste contar su vida, no quiere dar pena, quiere salir adelante, quiere luchar por lo que ama, hasta el final. Curioso escuchar eso en estos días.
Su ex marido la dejó hace 3 años. Se fue con una compañera, a la que dejó también al año. Le dejó sin nada. Y nada es nada. Aún sonríe más y mira al cielo cuando dice "aún no sé como tengo a la niña...". Cuando habla de su hija, sus ojos, su brillo aún se hacen más fuertes, aprieta las manos, como queriendo abrazarle en la distancia. Se ilumina, y es que el amor tiene eso, ilumina, radia, provoca esa plenitud genial.
Ella era responsable de marketing en una empresa mediana, una persona confiada, que amaba a la persona con la que se casó, y nunca miró ni desconfió de cuentas y deudas.
Cuando hablaba de él, jamás le criticaba, sólo le daba pena. Le daba pena que no viviera la vida de su hija, que no viviera lo felices que fueron.
Al final sentencia " si hizo eso,jamás me amó". Y te mira, con seguridad, apretando dientes, maldiciéndose al haberle dado los mejores años de su vida.
Le cogí la mano. Su cara cambió. Era como si nunca le hubieran acariciado, cerró los ojos, apretó, no quería soltarse, ni yo tampoco.
Es una persona cultivada, se puede hablar de todo, emanaba bondad y comprensión, hablaba del mundo, de las diferentes situaciones que pasa la gente, intentaba razonar como se llega a según que sitios, a según que estados, basándose en su vida, y en la de unas cuantas personas que ve todos los días en el comedor de Cáritas. Son sus amigas. Sus padres murieron, y sin hermanos. Muchos amigos le han ayudado, y le ayudan, pero todo el mundo está pasando malas rachas, dice. Gente del barrio les lleva la cena. Y ella se ofrece a limpiar sus casas.
Es trabajadora, lo dicen sus manos, y su pasión hablando de marketing.
Estuvo cerca de dos horas. Nos hubiéramos quedado mil, pero había que recoger a la niña, la niña de sus ojos.
Me gustaría hablar con esa niña dentro de unos cuantos años. Me gustaría poder explicarle que tiene una madre espectacular de verdad, contarle que cuando hablaba de ella se le iluminaba la vida, decirle detenidamente cuantas horas, mesas, plazas con rodillas al suelo y gente tuvo que mirar a los ojos pidiendo ayuda para su niña. Que pensaba por y para ella. Por y para su hija. Siempre. Una mujer y madre ejemplar.
Con esa madre, una madre que inculca valores con hechos, estoy seguro de que su hija, será una gran persona, de ésas que cuando les cuentas todo eso, sonriendo, con los ojos de su madre, te dice que ya lo sabe, y que por eso le regala su vida.
Estoy seguro de que a las dos les irá bien. Convencido de que los buenos sentimientos, el amar así y dar todo, luchar hasta el final, sólo puede llevar a puertos que se llamen felicidad.
Cada día, nosotros nos enfrentamos a la vida, quejándonos, dando a medias, mientras ella le sonríe y lucha, lucha de verdad por algo que jamás, nunca, nadie podrá comprar.
Uno se queda con la sensación alucinante y se pregunta que hay en esa persona para tener esa generosidad, esa lección de vida andante... y lo que resulta, es que sólo hay una respuesta: AMOR.
Hoy por la noche estarás con tu niña, te imagino abrazándola fuerte en el sofá marrón, mirando los deberes del cole, después le contarás un cuento y haciéndole reír. Felicidad.
Gracias, Luz.
Emocionante. Tú. :)
ResponderEliminarBonita historia. Bonita reflexión. abrazos.
ResponderEliminarmucha Vida.....
ResponderEliminarVaya madraza!Tienes razón, al final, lo buenos sentimientos, las cosas que se sienten y se luchan, se consigue ser feliz. Un beso enorme grandullón. Te quiero muchísimo.
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