En el último día de unas merecidas vacaciones, en el momento en el que saltan a borbotones miles de momentos, vivencias geniales de ésas que quedan clavadas en el alma, pero todas para aprender, para crecer, juntos.
A ti, sí a ti, te doy las gracias. Unas gracias enormes, las mayores del mundo.
Gracias por compartir.
Gracias por estar siempre.
Gracias por dejarme disfrutarte.
Gracias por la confianza.
Gracias por tu lealtad.
Gracias por tu madurez.
Gracias por tu sinceridad bestial. Por darme y decirme, por hacerme crecer cada día, y que cada uno de ellos sea otro regalo.
Gracias por todos los momentos en los que uno pudo fallar y equivocarse y pararte para comprender, escuchar, y acompañarlo todo con la mayor de las sonrisas.
Gracias por hacerme sentir el hombre más importante del mundo.
Gracias por tu amor con mayúsculas.
Gracias, al final, porque uno cierra los ojos, y lo que quiere es tenerte siempre bien cerquita, aquí, a mi vera, mientras vive sueños.
Regalos.
La mujer más afortunda del mundo. Esa soy yo. Gracias a ti. Déjame que te ronde. Toda la vida...
ResponderEliminarTe Quiero, grandullón!
Clap, clap, clap , clap, clap (aplausos). Muy chulo Javier. Abrazotes.
ResponderEliminarDe bien nacidos es ser agradecidos, Güenechea!. Feliz vuelta al trabajo. Saludos,
ResponderEliminarEstás de guapo subido... Me alegro mucho Javier. Be happy!
ResponderEliminarhey! Buen artículo!. Hay muchas de esas gracias que cualquier persona mataría...las de fallar y estar, las de equivocarse y pedir perdón, y la última. Fenomenal! Se te echa de menos. besitos.
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