Claro que vienen duras, y no va a ser por ese tópico de que si no, no apreciaríamos las maduras, o el tiene que haber de todo.
La cagamos. Nos confundimos. Faltaría más. Además, aunque nosotros no lo hiciéramos - imposible, repito- alguien de nuestro alrededor lo haría, y todo, como ahora, nos termina afectando.
A la teoría de los seis grados, ésa que defiende que en no menos de seis grados todas las personas del mundo nos conocemos, yo le pondría un par de comas y un par de puntos.
Estamos esperando a conocer a Erik Browinzski de Noruega, por ejemplo, y la realidad es que en tus seis grados reales, esos de todos los días; tus amigos, tu familia, tus compañeros de trabajo, conocidos, en todos esos ocurren mil cosas todos los días que no te has parado a conocer ni a pensar. Vagos para cuidar.
Que va, lo emocionante es tener algo en común con el tal Erik, estar agilipollados delante del ordenador mientras, probablemente, sepas o creas saber que a alguien de tus seis grados de verdad, le vendría bien un café, un paseo, una coca cola o una llamadita.
Seis grados de estupidez. Seis millones de horas pendientes de lo que no toca. Seis mil millones de personas tan conectadas que se saturan y no levantan sus ojos de Ipad, móviles, tabletas, wii y gilipolleces varias.
Por eso, el otro día, un amigo que quiso saber de mí, me preguntó que hacía, y le dije la verdad, estaba con quien quería, y le pude decir, de verdad, y orgulloso, que brindando por la vida.
Me encanta las cosas que escribes Javier, con poso, por las experiencias de la vida, con el saber de que aquello que la vida nos presta un tiempo es algo a agradecerle, disfrutarlo es lo bueno, no sea que cuando no se tiene como a tantas personas les ocurre, eche de menos aquello que cuando lo tenía, pues...., no le daba importancia.
ResponderEliminarUn abrazo de tu amigo Asturiano
Jose