La vida te regala cosas que difícilmente podremos devolver con esa esencia, grandeza, sentimiento y alegría.
Creo en el cociente de optimismo, soy fan de contagiar ilusión por cosas reales, por querer luchar, por trabajar, por soñar despiertos disfrutando del cuando, del ahora. El futuro es hoy, y el presente, un regalo.
Un convencido de que la actitud es lo que realmente diferencia a las personas, las ganas, la inteligencia. Es imposible ser inteligente si no tienes una gran actitud.
Decía lo de los regalos de la vida y el cociente de optimismo porque van inexorablemente ligados, una cosa lleva la otra. Siempre.
De repente, hay experiencias, que quizá hayas vivido un montón de veces, pero eran otras circunstancias. Haces en la película de tu vida un "stop" para observar, paladear cada carcajada, cada abrazo, para escuchar y quedarte hasta las mil compartiendo vida, vivir miradas bestialmente geniales, anécdotas, vivencias y arreglar el mundo, te quedas hasta las mil, no vaya a ser que nos perdamos sentimientos de unos y de otros.
Todos esas vivencias, esos miles de detalles que se suceden, bien valen una vida. O mil.
Aunque las viviera, jamás encontraría a nadie como ellos.
A punto de los 38, 85 kg, directivo, mirando al mar, a 350 km de abrazos de mis padres, mis hermanos y amigos, uno ha de apretar fuerte para que en la despedida no salte alguna lágrima, de ésas que caen entre la ilusión y la alegría por tener todo aquello y la tristeza del hasta luego.
Son las ganas, la ilusión, lo que mueve al mundo, a las personas como tú y como yo.
Paras. Y piensas. Sonríes grande... aprietas el puño y saltas, y quizá te veas a las tantas de la mañana en tu jardín dando gracias por contar con todo eso y más. Te veas apretando dientes diciendo "vamos!" y quieras contagiar al mundo para que nos lo podamos comer con patatas.
Tienen Corazón de León.