Recuerdo cantarla con ella, con mi madre, casi susurrándola, en el hospital, "Goodbye my lover" de James Blunt.
La canción habla de un enamorado que le explica y le cuenta a su amor todo lo vivido, todos los sueños presentes y futuros que tuvo junto a ella. Es una canción muy bonita, aunque también triste.
Hace 1 año que se fue, y me parecen mil.
Hablaba ayer con alguien muy especial, de que, efectivamente, hay personas especiales, hay personas que poseen un don tan sumamente brutal, de una potencia tan descomunal que serías capaz de entrar a una habitación, saber que está, sin ni siquiera haber comprobado que él o ella están allí.
Merche, mi madre, era una de ellas.
Son muchas, muchísimas las personas que me hablan de ella, la recuerdan con muchísimo cariño porque ella lo dio, sonríen porque ella les sonrió, agachan la cabeza conteniéndose tristeza porque ella era alegría y le parecería mal.
Era un terremoto de pasión, fuerza y vitalidad.
Actuaba. Ya. Ahora, como si adivinara que esto fuera a terminar más pronto que tarde.
Cada día, cada noche, la recuerdo. La intento vivir y aprieto dientes del porqué ya no está. Es imposible pensar en la justicia de una ausencia que se fue demasiado pronto.
Lloras de rabia y entiendes de repente, con un sopapo descomunal, que el regalo más grande de tu vida, se acaba de ir.
Recuerdo perfectamente aquellos días, cada minuto, cada imagen, cada palabra, cada gesto de todos los que nos rodearon, de todo lo que separados y juntos vivimos.
Aprendes mucho, cosas buenas y no tan buenas. También sirve para darte cuenta de quien merece y quien no, pero eso, eso lo dejo también para mi.
Un golpe así - como casi todo en la vida- se salva y pasa de la mano, juntos, la familia se une aún más si cabe para poder tragar saliva juntos, hombros fuertes desde donde compartir todo lo vivido, gestos que hacen que el mundo, al menos durante unos segundos vuelva a brillar y darse a los amigos o a quien toque desde la generosidad de aprovechar cada segundo.
Rememoras cientos de situaciones a cámara lenta, escudriñando cada segundo que pasó, intentando revivir detalles para tenerla más cerca, ésa es la verdad.
Escucho y conozco a muchas personas que aún cuentan con sus padres, vives situaciones en las que es imposible que no se me escape en mi cabeza un "te estás equivocando" cuando te hablan de ellos. Es cierto que no todos los padres y madres son iguales, faltaría más, pero no es menos cierto que damos por sentado que estarán ahí toda la vida y que un día, amig@ mío, convéncete, no estarán.
Es; en esos momentos, y durante todos los días y noches de tu vida después de que marche, en los que pensarás porqué no hiciste más. Aprovéchalos.
Hazme caso, ni siquiera tú eres eterno.
Pensaba en esto el otro día, cuando me crucé con dos hombres sentados en un banco del centro de Zaragoza.
Eran padre e hijo, seguro. Callados, en silencio, ni se miraban. Allí andaban viéndonos pasar a gente con traje, con el ajetreo diario del trabajo, de las rutinas, los recados...
Parecían enfadados. Caras serias, manos fuertes, piel curtida, años de sol y tierra, pensé.
Vienen de visita a la capital, supuse.
Vestidos con traje "de domingo", ropa ya vieja, utilizada cientos de veces, zapatos con mil kilómetros y el nudo de las corbatas ya pasadas de moda sobre un botón abierto de falta de costumbre y agobio.
Tenía yo un compromiso cerca, decidí cambiar el sitio para poder verles desde la terraza tomando un café.
Durante todo ese café, no se hablaron, y cuando se cruzaban sus miradas a veces se quedaban parados, supongo que pensando que carajo hacían allí, así.
Tenían razón. Así no.
Hemos de saber y aprender a aprovechar a quienes nos dieron todo lo que fuimos y somos, a quienes en una demostración descomunal de amor incondicional pusieron a sus hijos por encima de cualquier egoísmo, decidieron dar y recibir muy de vez en cuando, o no recibir, porque tú lo vales todo.
No hay amor más grande que el de sus padres por sus hijos, que el de una madre que ha compartido contigo tantos latidos, lágrimas y risas.
Deja el silencio para cuando realmente no puedas hablar con ella o él, ve y dale un abrazo de esos geniales, siéntate y que te cuente, cuéntale y vive.
A fin y al cabo, estás aquí gracias a ellos. :-)