Veo la luz que entra por la ventana, refleja en el parquet y en la cama; es temprano y el día parece que va a ofrecer claridad, esa sensación que tienes de calor porque imaginas el solecito que hace fuera. Sonrío.
Estiro el brazo, quiero tocarte, quiero saber que estás ahí, y que el día es nuestro. Ronronear y mirarte.
No llevo reloj, quiero regalarte un día perfecto. Quiero regalarme otro día perfecto.
Sería espectacular poder vivir sin reloj, aunque si lo pienso bien, si me paro de verdad, llegaré a la conclusión de que realmente nosotros nos ponemos nuestras horas, nuestras prioridades, o mejor dicho, dejamos que nos las pongan. Pero ésa es otra historia.
Despertaba tranquilo, ronroneando sin ninguna prisa - decía-, no quería pensar en ningún plan, no quiero plannings, quiero no tener que ver la agenda ni el outlook esperando que suenen alarmas o preparar coaching en cualquier ciudad o empresa. Quiero libertad. Quiero libertad contigo, con mi familia, con mis amigos.
Huelo a tí, huelo a risa y plenitud pienso mirando por la ventana. Me vienen a la cabeza un montón de personas, gente a la que quiero bien y que me encantaría que compartieran todo esto.
Terracita. Solecito, charla perfecta, acompañada de risa, de gestos, de acariciar, de guiñar el ojo y soñar despiertos regado con un buen vino blanco y buen comer.
Soñar despierto es decir y querer saber, es abrir el alma, pero también es luchar, quieres hacerlo y lucharás por ello, conviertes en público tus susurros.
Bailar. Cantar fuerte en el coche, quieres dar alegría y quieres que la gente de la calle sonría porque te ven feliz.
Suena el teléfono. Amig@s. Quieren saber,y tú de ell@s , me encanta esto de ubicar a las personas, donde están, la alineación, me los imagino y de repente haces un viaje estratosférico que te lleva allá. Siempre me imagino dónde están, quienes y qué están haciendo cuando hablo por teléfono.
Cocinar. Todo el mundo que conozco y que le gusta comer bien, le gusta cocinar, eso de preparar sin prisas, con tu delantal, tus sartenes, musiquita, tu vinito y sigues compartiendo charla y risas, miles de gestos cómplices. Son esas escenas que también recordarás con los años, hay que mimarlas, saborearlas al detalle para no dejar que nuestra loca cabeza olvide que hay que volver a hacerlo, volver a hacerlo todos los días.
Comes despacito, piensas que no hay ningún sitio donde querrías estar ahora que no fuera éste, mirar tu pelo, cogerte la mano, susurrarte.
El móvil empieza a volverse loco, mensajes y mensajes, "coño, el Madrid-Barça, pienso". Ya están los merengues nerviosos, vaciladas y alguna barbaridad para descojonarte con esto del opio del pueblo. Me da por pensar que al final, éstos del fútbol no cobran tanto, al fin y al cabo ¿cuanta gente deja -olvida- sus problemas, durante al menos un par de horas?. El Barça ha sido mejor, y el penalti no es, ese es mi titular del partido y será mi defensa ante los madridistas. :)
Ponerse guapo o intentarlo :). Salir. Música más cañerita, de esa que te invita a bailar por el pasillo mientras te ponen una camisa y no parar de sonreir y cantar los grandes éxitos de tu vida.
Llegas a los bares, es pronto y tú llevas una alegría -el vino y alguna copa en casa también ayuda- que te choca con algunas caras que ves por ahí. ¿Se lo están pasando bien? ¿Salen por salir? Nosotros a nuestra bola.
Te acuestas de nuevo pensando que ha sido un día realmente espectacular, no ha habido nada especial y sin embargo todo lo ha sido. "Gracias de verdad"
Al cabo, te das cuenta que es querer hacer algo especial lo que realmente es brutal y grande. Un día perfecto.
Realmente, leerte, es sorprendente...
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