Aquel hombre tranquilo decía siempre que había sido el inventor de la noche.
Mira como miran los que han vivido millones, sonríe y a veces se queda callado, parece que se transporta rápidamente a las situaciones que cuenta y le vienen a la cabeza. Habla seguro y confiado, orgulloso de tener en su mochila a cientos de personas que conoció y tuvo la suerte de compartir.
Habla de nombres propios como si aún estuvieran allí mismo, recordando anécdotas y risas, y también algún jaleo.
Es de los que piensa que de noche salen las personas, cuando las caretas se guardan en el armario por esta locura que llevamos en el día a día.
Muchas veces recuerda con emoción los prolegómenos a encontrarse con sus amigos, habla de música y baile, de preparación, de mirar por todos, de la gran ilusión en pensar lo mucho que tenía por delante para seguir viviendo.
Sibarita del buen yantar, le dicen. Cierto. Sólo hay que observarlo al pedir un plato o una botella de vino. "El vino agradable es barato, decía, pero si quieres la excelencia o un gran caldo...".
Escuchó mil confesiones nocturnas, pudo vivir y ayudar a decenas de personas que le contaban sus preocupaciones, pudo compartir grandes alegrías mientras se abrazaban locos. El estaba allí. ¿Cuanto vale haber compartido mil lugares, risas, emociones, experiencia, tranquilidad, amores?. Hay que estar allí para sentirlo.
Mientras bebe una cerveza, me habla del mar, la mar, el respirar, paz. Nunca podrías disfrutar plenamente de la locura si no tienes momentos para saborearlos tranquilamente y aprender de ellos.
Le miro pensando en qué habrá más allá, cuantas historias habrán visto sus ojos, y cuantas calla.
Suena una música de fondo que recuerda a guerreros y cruzadas, a la lucha continua por su bandera y termino pensando que aquel espejo, hay que limpirarlo. ;-)
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