En la antigüedad, en las épocas de cruzadas y guerreros; no descansaban a veces en lustros, años enteros en guerra. Si volvían antes podrían ser acusados de traidores, desertores o lo que era peor: cobardes.
Llegaban a sus casas sin poder recordar la cara de sus esposas ni reconocer a sus hijos.
A la espalda, muertos y un blasón. Nada más.
A aquellos se les llenaba la boca con la palabra Honor igual que hoy a nosotros se nos llena con la tolerancia.
Esos guerreros sólo podían volver a su tierra, su hogar olvidado, tras haber demostrado en el campo de batalla cientos de veces que no les importaba no volver. Curioso.
Ahora, los mayores se pasan once meses de mal humor, pensando en el dichoso dinero, envidias, dedicando mil horas a saber la vida de los demás, con la boca llena de respeto y pensando que todo eso está justificado por unas vacaciones donde lo más probable es que las vivan agobiados de gente, atascos, playas a reventar y discusiones con suegra incluida. Eso sí, a la vuelta podrán decir que han estado en la playa, claro. Faltaría más.
Aquellos guerreros descansaban y nosotros también lo necesitamos. Necesitamos más tiempo para conocer más lugares y personas, ese tiempo de mirar al mar durante horas o disfrutar de la montaña,leer y reír, no mirar el reloj para que se llenen los pulmones y el alma.
La verdad es que es mejor tomarse todo el año respirando, saboreando y disfrutar, para que ahora, cuando tienes más tiempo; llegues a la conclusión que ha sido un año espectacular y que seguirás viviendo todo, a tope, siempre.
;-)
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