El General Patton en tierras griegas, relató a su superior, el General Bradley, muy detalladamente las batallas, guerras, cruzadas, vencedores y vencidos que hubo en la tierra que estaban pisando.
A sus pies había milenios, columnas que antaño eran foro y plaza; ruinas ahora, templos adorados durante siglos. Conquistas y batallas.
Su horizonte era Platea, allá donde primero los espartanos, cartagineses, romanos más tarde los turcos, árabes, españoles y de flandes blandieron espada y mosquete.
Estando en aquellas ruinas, Patton le dijo al General Bradley:
"¿Sabes lo que decía el poeta?. Bradley, poco hablador, general tímido, dijo: "No, no lo sé, George "
Patton esperó unos segundos, y dijo: "A través de los siglos, entre la pompa y la fatiga de guerra, he batallado, me he esforzado y he perdido innumerables veces, como a través de un vaso de cristal veo la eterna contienda donde he luchado bajo muchos nombres y aspectos, pero siempre era yo". Al terminar, le dijo: " ¿Sabes quien era ese poeta?". No, contestó Brad.
" Yo", dijo Patton.
Lo contaba como si siempre hubiera estado allí, arrancaba sentimientos y detalles que poca gente habría podido relatar de no haber estado allá, en aquella época.
Patton jugaba a cultivarse, moría por leer estrategia e Historia con mayúsculas, devoraba cada letra, una prima donna en un tiempo en el que Montgomery y su querido Eisenhower tan sólo querían resultados.
Nada más.
De esto hace menos de setenta años.
El mundo en guerra, y las personas dejaron de ser personas para ser porcentajes de éxito. Patton nació para esa guerra, fue de lejos el mejor general, un gran estratega que dio victoria cuando nadie creía en ella. Logró lucir bandera cerca de sus soldados, hermanos de guerra, decía. Disciplinado y cercano. No puedes vencer si no escuchas a quien te abandera y te cuida.
Ser el mejor y saberlo significa creerlo, confiar en ti y en lo que haces.
Hay veces que aún teniendo un gran éxito no vale, lo que a muchos les funciona es pasar por aquí, no hay gloria, pero tampoco pena.
Hablan de personas como si fueran maquinitas. Preguntan por la rentabilidad sin saber nombres. ¿Cuántos soldados hacen falta para desembarcar en Normandía?
Hubiera sido un éxito si aquel día hubieran leído los nombres de aquellos que nos dieron también la libertad.
No aprendemos.
La gente se escuda en sus resultados. Ahorrar costes, dicen.
Excusas.
¿No es mejor enseñar a gestionar, a aprender todos, a escuchar de verdad y poder decir que juntos hicimos que fuéramos mejor?
Lo valiente es apostar por las personas. Lo fácil es no querer defender, no querer jugar en un juego espectacular de luchar y recibir.
Poco antes de morir, ya en cama, Patton dijo a su secretario que sabía que la Historia no le recordaría.
En eso se equivocó. Su admirado Rommel, - el zorro del desierto- no ha tenido tantas películas, documentales, novelas, biografías que ha tenido él.
La realidad, la gran Historia es que él enseñó a gestionar personas, mimar detalles y lograr la mayor victoria de su vida. La victoria de todos.
Todo lo dicho sobre Patton es cierto. Soy un hombre de uniforme también, y, como él, un apasionado de la historia y la poesía. Somos muy didtintos en tiempo, espacio e ideología, no obstante, tenemos algo en común... Ambos somos soldados, yo creo firmemente en lo que hago como el lo creyó y amo infinitamente a la nación a la que sirvo, tal comop él amó a la suya.
ResponderEliminarDe un soldado a otro: Mi admiración y respeto a pesar de las abismales diferencias.
Estupendo texto.
ResponderEliminarContiene, no obstante, un error. El pasaje de Patton tiene lugar en las ruinas de Cartago (Túnez), no en Platea (Grecia).
Un saludo
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