Son políticos natos, aunque se dediquen a la albañilería, miran cada mañana su índice de popularidad y están obsesionados por el qué dirán y que pensarán.
Su reino es la sonrisa falsa, deciden pensando en a cuanta gente le gustará su decisión, y sobre todo, quien no se va a enfadar. Hablan de lealtad cuando quieren decir interés, y suelen confundir amistad con colegueo.
Hay miles. Desde el trabajo, hasta en el bar que tomas café por las mañanas. Piénsalo.
Lo que antaño era hipocresía y falta de rigor, hoy lo hemos cambiado por mano izquierda y ser un relaciones públicas.
Abren su escaparate cada mañana como quien abre una tienda a ver cuanto público le entra.
El otro día, uno de éstos, me confesaba que a sus 39 primaveras y de repente, se dio cuenta de todo lo que había perdido y dejado de saborear de verdad.
No tenía un gran amigo, tenía miles de conocidos, en su mochila había paripés decía, tenía la sensación de cargar con algo que nunca fue suyo."Era mucho más fácil".
Tiene razón, es más sencillo no llegar a compromisos reales, el estar ahí con los tuyos, luchar por lo que piensas y que la gente te quiera o no por quien eres y lo que haces.
Premiamos la hipocresía y la vestimos de mil nombres, mano izquierda, adaptación, don de gentes... Todo eso son virtudes, pero... ¿hasta cuando? ¿hasta donde uno puede intentar ser amable con todo el mundo, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, cautivar al mundo y liderar si la bandera que lleva no es la suya?
A todo el mundo nos ha tocado ese papel alguna vez, entrar en ese teatro y seguro que estás pensando en unas cuantas personas los vives cada día. Juegan con personas y almas.
La verdad es que es mejor parar e intentar ayudar. Puede que pienses que a ti que más te da, o que te a ti te da igual... o que incluso no te interesa ayudarle, pero ¿no estaríamos haciendo lo mismo que ell@s?.
A los que nunca fueron ni son; dales la oportunidad de ser.
Ponte tus galones, agarra tu emblema bien fuerte y grita al mundo que esta sí es tu bandera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario