lunes, 12 de marzo de 2012

Aquella camarera

Ahí está. Erguido como un palo. Sus ojos van como locos mirando las copas de los comensales de todas las mesas. Mezcla de gestos rápidos para ordenar y gestos suaves para atender.

Me levanté a ver una salón anexo del restaurante y le cazé.

Le hablaba a una compañera, le daba órdenes de una forma exhaltada, con cara asesina y dejando la lengua de Cervantes por los suelos.
La chica, asustada, apenas podía contener su mirada, cabizbaja y con la vergüenza - ella sí me vió- de saber que tienes que aguantar a un tipo así 10 ó 12 horas todos los días si quieres comer.

Me hizo pensar en varias cosas. En la cantidad de veces que piensas que una persona es tremendamente educada, detallista, amable y luego se convierte por arte de magia en un o una déspota, desde el trabajo hasta en su casa, cuando las puertas se cierran. ¿Cual es la verdadera persona? ¿La que, en busca de intereses, -generalmente económicos- se comporta de esa manera tan seductora y acogedora, o ése que en su casa o con los de su departamento y área es un déspota?

En muchas formaciones escucho "es que fuera del trabajo no soy así" "en el trabajo se cambia". No es cierto. Tú eres así. Otra cosa es que falte confianza en tu competencia, o con las personas, timidez, o demasiado hablador@... pero tú eres así.

Aquel camarero volvió a la mesa, con esa sonrisa encantadora, y dispuesto a lo que le pidiéramos.
¿Desean algo más? dijo. "Sí, por favor. Quisiera que me atendiera esa camarera" dije señalándola con el dedo. "Y le puedo preguntar por qué?. "Me alegro que me hagas esa pregunta, la verdad es que me ha atendido mejor que tú, y si no te importa, me gustaría continuar con ella". Yo le miraba a sus ojos mientras su gran sonrisa se iba apagando, su gesto se endurecía. "¿Hay algún problema? le volví a preguntar?". "No, señor".

La camarera sabía perfectamente por qué lo estaba haciendo yo, y la realidad también era que ella nos trató mejor. Ella se acercó a la mesa con una enorme sonrisa, y al servir más vino, dijo en un susurro encantador "gracias".
Podría aprender el maitre esa palabra, no le iría nada mal.

Muchos responsables de departamento, responsables de personas, olvidan que las cosas se pueden pedir de dos maneras, o mal o bien. Que la educación y las formas nunca están de más. Que reconocer a quien te hace mejor no es que sea un incentivo, es que es un imprescindible en la vida. Que los amigos y el dejarse llevar por el colegueo no es que sea injusto para los demás,  es que es sinónimo de incompetencia.

Me fui de aquel restaurante dejando una buena propina a una excelente profesional, mirando al maitre serio y pensando que allá había 8-10 personas jodidas por un incompetente; que tendrán que llegar a casa reventad@s, sonreír a sus hij@s y espos@s y disimular por un plato de comida encima de la mesa.









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