Pensaba hoy en los corazones fríos, me dio por pensar y sentir en lo que uno vive y siente, y se queda estupefacto cuando alguien a quien mima y aprecia no se da cuenta de todo lo que tiene. Esta historia es de amistad con mayúsculas.
Hablamos del sentir y padecer como si fuera algo rutinario, y la verdad, la gran realidad es que es un milagro, es brutal poder sentir, saber que sientes, reaccionar, saborear, realmente alucinante cuando el corazón no cabe, cuando la amistad, el amor enamorado y generoso, la familia, el sentimiento, el orgullo de tener lo que tienes es un latido, un horizonte que te acompaña cada día...
Hacemos, creamos, hacen, nos crean, milagros cada día y nos empeñamos en darlo por hecho... somos unos ingenuos, egoístas comodones en su sofá, tercermundistas en esto del darnos y querer, últimos de la clase en saborear, egoístas profesionales... la razón es nuestra, la gloria eterna y el mí, me conmigo, es ya una religión.
Déjame que descubra contigo un mundo realmente alucinante, y digo realmente porque lo vives y puedes vivir cada día. Es real.
Para un momento, piensa; pero piensa de verdad, toca, amigo mío, todo lo que vives y haces que vivan, en la cantidad de sonrisas, de abrazos, de hombro cercano, de silencios y susurros que lanzas y recibes cada día.
Ya vale de corazones de hielo, soy un indignado del no apreciar,del no querer sentir, no ver y no querer aprender, soy un indignado del no porque no, y del sí porque sí, de la hipocresía y el escaparate, harto de los que no escuchan y un humanista convencido. No acampo, no pongo tiendas de campaña ni sacos de dormir, no hago asambleas si no son mis amigos y familia.
René, un amigo, hace ya 13 años me dijo que él no era un egoísta, él creía en el amor comunal, su teoría era simple aunque compleja en el fondo: si tú cuidas y quieres a los que tienes alrededor y todos hiciéramos lo mismo; el resultado sería que todos seríamos felices, ¿no?
Además acompañaba su argumento con cifras, como buen Ingeniero. Simple, fácil, casi irrebatible, ¿no?.
Hoy, todos esos años más tarde, tantos días y noches vividas, tantas personas acompañando a este Capitán y a los que le guardan y acompañan, y con los que uno le toca navegar y no quiere, después de todo eso, uno piensa que eso sería lo fácil, limitarnos en los que tenemos cerca para no querer conocer más y ser más.
El reto también está en conocer más, abrirse y dejar que vientos y brisas nos empujen fuerte y disfrutemos de este viaje, que nunca se sabe cuando puede terminar.
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