Hace ya algún tiempo escribí acerca de éste tema, ése que va de la educación, de comportarse con un mínimo de respeto hacia los demás, de parecer y ser agradecido, de no pasarnos por la línea de flotación lo que a otros moleste.
Se viven, vivimos, un montón de situaciones donde a uno le quedan pocas respuestas a tanta pregunta.
Hace poco, en el tranvía de Zaragoza, bastante lleno, subió un chaval, de entre 18 - 20 años, que ya es una edad para empezar a pensar las cositas. Móvil encendido, música a tope. Yo estaba sentado en ese momento, él llevaba el móvil en su mano, que caía más o menos a la altura de mi pabellón auricular, también llamada oreja.
Opto por mirarle, así como diciendo, qué.. qué tal va todo, chavalote. Nada. Rien. Ni se inmuta. Los demás pasajeros, le iban mirando también, y me miraban, algunos, los más mayores, ponían esa cara diciendo "no se puede hacer nada con éstos", otros, "mira a ver si haces algo"... Reconozco que en aquel momento me dio por pensar en lo poco que movemos el trasero en este país para hacer que las cosas sucedan, siempre esperando a que otros tomen iniciativas, pero lo cierto, es que si no hubiera hecho nada, pasarían dos cosas: la primera que yo hubiera continuando siendo uno de los afectados, y la segunda, hubiera caído también en "dejarme llevar" y no poner solución a los problemas.
Vuelvo a mirarle. Más serio. Y más tiempo. De abajo a arriba. Pegadito a mi. Aguanta la mirada, pero la termina evitando. Aprovecho que se suben varias personas mayores y les cedo el asiento, me levanto.
Ya no es lo mismo. Quedo a su altura, y reconozco que soy un tipo ancho de hombros, y con cara de mala leche. Él mira su móvil... no sabe qué hacer. Le ayudo. "¿Te importaría quitar la música, por favor? Vamos mucha gente en el tranvía y es estupendo que te guste escuchar música, pero que te guste a ti, no significa que les guste a los demás". Cuidé bien las palabras.
Me mira. Estupefacto. Sorprendido de que alguien le dijera donde empieza también la libertad de los demás.
Dudó.
Miró su móvil de nuevo, me volvió a mirar mientras yo seguía poniendo cara de tipo duro, pero educado. La gente miraba, una de ésas situaciones donde hay expectación. La gente tendrá algo que contar al llegar a casa.
Se siente herido en su orgullo, y en su libertad. Error. Yo me acordaba de sus padres, de sus profesores, y pensaba en qué carajo habían - y estaban- haciendo con este chico de 20 añitos ya.
Apaga el móvil. No dice nada. Ni siquiera perdón. Se acerca a la puerta. Y se baja en la parada. Así, rápido. Mientras baja, sale y anda unos pasos, me vuelve a mirar.
El tranvía está parado. Primero desafiante, y después le cambia la expresión.
No sé si puso esa cara de bueno dándose cuenta que lo mínimo que merecía su acto era pedir disculpas, o si, quien sabe, de repente se dio cuenta de la cantidad de cosas que hace -hacemos- en el día sin pensar en los demás. O quizá fue teatro.
Quiero creer en las personas, así que cualquiera de las dos primeras razones, me parecen genial.
Ya os podéis imaginar todos los murmullos y comentarios que la gente del tranvía hizo. Algunos agradecieron la acción, algo que me parece bien, no era necesario, pero yo seguía pensando en por qué, si también te molestaba a ti, no hiciste nada por solucionarlo.
Haz que las cosas pasen.
Hoy escuchar a los jóvenes, y no tan jóvenes, hablar con respeto a las personas mayores, dar las gracias, pedir las cosas bien -incluso en el trabajo- dejar pasar antes... es algo que sorprende. Si lo ves, piensas " mira que educado", y eso lo decimos porque nos sorprende. Manda carajo.
Otra historia es el chicle.
Tengo una duda existencial con este tema. ¿Por qué la gente come chicle con la boca abierta? Ves a ésas mandíbulas trabajando a un ritmo ezquizófrénico, jugando con el chicle, lo sacan, lo meten, te lo enseñan mil veces, y me da igual, niños, jóvenes, y gente bien entrada en edad, de setenta inviernos. ¿Hacen lo mismo cuando comen acelgas o un filete empanado? ¿Quién coño les ha vendido, y ellos han comprado que el chicle se enseña? Como borregos. ¿No podemos pensar por nosotros mism@s y decidir, - por ser verdad- que es una comida como otra cualquiera y que no se debe enseñar la comida, ni masticar con la boca abierta?
En ésas y mil historias seguimos estando hoy, en no dar educación, en no pensar también en los demás, en pensar que nuestro ombligo es el universo, y en esperar a que otros nos arreglen nuestros problemas.
No dejes que suceda. Y eso, todo eso, sólo lo decides tú.
Joderrrr, Javier. Qué bueno! Esto se lo mando yo a unos cuantos. Nos vemos.
ResponderEliminarManda, manda... ;-)
Eliminarcuídate mucho. un abrazo
Güene, tienes que acabar bastante harto entonces con según quienes. De todas formas, tienes razón. Y no me lo había preguntado nunca. Lo das por hecho.
ResponderEliminarHola. Bueno, la verdad es que evito y si lo tengo que decir, lo digo.
EliminarGracias por pasarte por aquí. :)
Te tengo que pedir disculpas entonces (por lo del chicle) No sabía que molestara tanto!! Visto así, con las acelgas...
ResponderEliminargracias. sorry. un abrazo
Disculpas aceptadas, faltaría más. Qué tal te va todo? Joe, cuanto tiempo sin saber de ti... No sabía que me seguías tb... ;-)
EliminarEste minuto no vuelve!! besos
Hola. He caído por aquí de casualidad a través de 11870... Me gusta. Tienes un nuevo fan!
ResponderEliminarsaludos
ah, genial! no sé quien eres, pero es genial. ;-) Un placer tenerte por aquí.
Eliminarsaludos