Se llamaba Manuel. El abuelo Manolo.
Llevo ya muchos días fastidiado de salud y me ha dado por pensar en las limitaciones que el cuerpo nos va poniendo.
Era un hombre con una gran vitalidad, inteligente y de esos que se hicieron de verdad y con mayúsculas a sí mismo.
Pasé muchísimas horas a su lado, tirado en el suelo escuchándolo y poniendo cara de bobo. Contaba historias con enorme detalle, era un gran observador, millones de anécdotas, un gran narrador de su propia vida.
Mil historias, mil lecciones.
Me enseñó mucho, lo recuerdo y le echo de menos.
Debe ser muy complicado ver como tu cuerpo va diciendo para aunque tu cabeza quiera continuar en cosas tan simples como levantarse o ir de una habitación a otra, o un pequeño paseo. Es más complicado todavía si les sucede a gente activa, vital, que quiere aprender cada día y vivirlos de verdad.
Me pregunto que debió pensar a medida que esos días iban pasando y que no mejoraba. Ley de vida, dicen. Nos llegará a todos, nos cuentan.
Y qué. Razón de más para exprimir cada día.
Manuel recorrió medio mundo en barco, empezó desde abajo, sacó una familia adelante y dejó todo esto en casa de un hija y con un montón de gente que aún le siguen queriendo y le recuerdan.
Es una gran manera de pasar por aquí. Un gran resumen de una gran persona.
Gracias, abuelo!
Las pérdidas son siempre dolorosas pero las experiencias vividas siempre te quedarán.
ResponderEliminarYo no he tenido la suerte de conocer a ninguno de mis abuelos, uno ferroviario y el otro bombero ¡cuántas historias que no pude escuchar!
Que gran persona ;-)
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