viernes, 14 de octubre de 2011

Compartir piso...

Vivir juntos. Convivir.
Recuerdo a un amigo que cuando hablaba de ello, hablaba de compartir piso, por aquello de no querer dar tanta seriedad y tenía ese miedo que se riega con lo que uno oye de parejas y matrimonios.
La verdad es que mi amigo, cuando hablaba de compartir, decía bien. Le faltaba la palabra VIDA detrás.

Es espectacular despertar a la vera de quien amas, es brutal sentir cada instante estando cerca o lejos y dedicarlo a ellas.
Levantarte y escuchar una vocecita de una enana brutal que quiere jugar, sonreír, aprender y soñar despierta. Aprender con ella que la vida es tan seria que hay que reírse y saborear.

En esta brava mar que llamamos vida, donde abordajes, piratas y zombis están en cada puerto, la ilusión, las ganas de dar todo lo que uno puede dar, de compartir la plenitud con los tuyos, con los amigos, no tiene precio.  Uno ha venido aquí a paladear, a quedarse con una sonrisa, con un abrazo, con el silencio cómplice de un guiño y cerrar los ojos sabiendo que estás despierto viviendo todo eso con las personas que quieres.
La grandeza de sentirse pleno y feliz es también poder compartirla con los tuyos, tener libertad y saber que los que nos rodean son verdaderamente más felices cuando nos ven con esa sonrisa increíble.

Después de 36 años, siete mares, miles de puertos, toca bajar a ese cuarto de banderas, vestir galones en  traje de gala, y alzar la copa de buen ron brindando por lo mucho que nos queda por vivir.

Un placer. Placer de vivir.




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