Salud.
Eso te deseo. Salud para sentir. Salud para ver. Para alzar el vuelo y poder ver desde arriba, con perspectiva. Salud para guardar inteligencia y ternura. Para no volverte loco y caer en lo fácil, para dar un abrazo sentido.
Salud para escuchar a los que amas. Salud para hablar a los tuyos.
Llegan las Navidades. Y para todos significa un montón de cosas. El otro día hablaba de esto a mis compañer@s en la empresa, para cada uno de nosotros significa una cosa distinta, mil vivencias, recuerdos buenos y no tan buenos, que de todas ha habido, pero a todos nos une algo: Vivirla con las personas que quieres. Eso, amigo mío, eso no tiene precio.
Te puedes dar cuenta de muchas cosas en estos días. Párate. Mira. Sonríe. Si puedes. Y si no puedes, lucha por esa sonrisa. Pero aprovecha cada segundo.
Hay personas que nos acompañan siempre y damos por sentado que han de estar ahí eternamente.
No es cierto. La realidad es que un día no estarán, y en vez de quedarte en esa mierda de noticia, y de realidad, quédate con otra gran verdad: ahora sí están. Aprovéchalo. Todo, a tope, siempre.
Quédate son sus risas, con sus abrazos, con sus charlas delante de una taza de café, con la sabiduría de la valentía realmente vivida, con los consejos de la experiencia, con la alegría de contar con alguien realmente alucinante.
Acaba un año donde han cambiado un montón de cosas, y allá, en el horizonte, se ve un año lleno de retos e ilusiones.
Hay que depurar cosas también. Uno comete errores. Merece la pena analizarlos hasta el final, profesionales o personales, y darles la vuelta para ser de verdad uno mismo.
A todos, de todo corazón, os deseo un 2014 increíble, que allá por su mes de diciembre, puedas mirarte al espejo, orgulloso de ti mismo, de haber crecido y compartido millones con las personas que realmente quieres.
Feliz, muy muy feliz año 2014. ´
Allí nos veremos.
sábado, 28 de diciembre de 2013
Te deseo...
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miércoles, 20 de noviembre de 2013
Proyectos de vida
Pasa rápido el tiempo cuando uno no para.
Esa sensación, a veces, de vivir la vida a cámara rápida.
Hace falta parar. Respirar hondo. Estar contigo mismo, y separarte del mundo para poder abrazarlo con más fuerza.
Cierra los ojos. Apaga luces. Túmbate. Quítate el reloj, y deja el móvil bien lejitos.
Respira. Piensa en ti. Escucha tu respiración. Silencio absoluto. Tú y el mundo. O mejor, tú y tú. No pongas música. Seguro que cada letra, te recuerda cosas, aunque sean buenas. Sé egoísta hoy. Date el gustazo. Y ten el valor.
Lo más probable, al inicio, es que comiencen a llover mil cosas en las que podías pensar o recordar. Espera. No hagas caso. A veces, las personas queremos todo rápido y ya, y eso nos pasa incluso cuando lo que queremos es querernos a nosotros mismos.
Ten paciencia. Sé fuerte.
Aguanta.
Vendrá sólo.
Allí está. Es eso. Sonríes. Eso es exactamente en lo que quieres pensar, eso es exactamente lo que tu corazón y tu mente te pide. Al final, la vida es donde tu corazón y tu mente te llevan, te guían. Pero ambas, dependen única y exclusivamente de ti. No lo olvides.
Puede que sea un problema, o una situación extraña, o la familia, o el trabajo. Sea lo que sea lo que venga, dale tiempo. Pondera bien. A veces la intuición juega malas pasadas.
Sea bueno, o menos bueno, es una buena noticia. La gran noticia es que vas a tomar decisiones. Que son tuyas. Reflexionadas contigo. Sea lo que sea, no te vas a volver a fallar, lo has pensado bien. Y eso, exactamente eso, es lo que vas a hacer.
La generosidad a veces, debe ser contigo mismo. Allí empieza. Es difícil, casi imposible poderse dar de verdad si no sabes qué quieres, cómo lo quieres, y lo que piensas hacer para conseguirlo. Decisiones. Tus y mis decisiones.
Allí andaba yo. En esas. Cuando lo que me asaltó. Lo que vino a mi cabeza fue...
Recuerda que siempre hay cosas que deben quedar entre la vida y tú.
Esa sensación, a veces, de vivir la vida a cámara rápida.
Hace falta parar. Respirar hondo. Estar contigo mismo, y separarte del mundo para poder abrazarlo con más fuerza.
Cierra los ojos. Apaga luces. Túmbate. Quítate el reloj, y deja el móvil bien lejitos.
Respira. Piensa en ti. Escucha tu respiración. Silencio absoluto. Tú y el mundo. O mejor, tú y tú. No pongas música. Seguro que cada letra, te recuerda cosas, aunque sean buenas. Sé egoísta hoy. Date el gustazo. Y ten el valor.
Lo más probable, al inicio, es que comiencen a llover mil cosas en las que podías pensar o recordar. Espera. No hagas caso. A veces, las personas queremos todo rápido y ya, y eso nos pasa incluso cuando lo que queremos es querernos a nosotros mismos.
Ten paciencia. Sé fuerte.
Aguanta.
Vendrá sólo.
Allí está. Es eso. Sonríes. Eso es exactamente en lo que quieres pensar, eso es exactamente lo que tu corazón y tu mente te pide. Al final, la vida es donde tu corazón y tu mente te llevan, te guían. Pero ambas, dependen única y exclusivamente de ti. No lo olvides.
Puede que sea un problema, o una situación extraña, o la familia, o el trabajo. Sea lo que sea lo que venga, dale tiempo. Pondera bien. A veces la intuición juega malas pasadas.
Sea bueno, o menos bueno, es una buena noticia. La gran noticia es que vas a tomar decisiones. Que son tuyas. Reflexionadas contigo. Sea lo que sea, no te vas a volver a fallar, lo has pensado bien. Y eso, exactamente eso, es lo que vas a hacer.
La generosidad a veces, debe ser contigo mismo. Allí empieza. Es difícil, casi imposible poderse dar de verdad si no sabes qué quieres, cómo lo quieres, y lo que piensas hacer para conseguirlo. Decisiones. Tus y mis decisiones.
Allí andaba yo. En esas. Cuando lo que me asaltó. Lo que vino a mi cabeza fue...
Recuerda que siempre hay cosas que deben quedar entre la vida y tú.
lunes, 11 de noviembre de 2013
El puntito
Hay que ganárselo.
Escuchaba el último disco del amigo Dani Martín - Cero -, y dejando aparte que tiene unas canciones geniales, de ésas que hay que escuchar detenidamente - Gretel, Mi teatro, El Puntito-, cuando pensé en lo fácil que algunas personas se creen que es y viene todo.
Dan por sentado que hay que actuar de una manera porque sí, que no hay que ganarse el puntito, que no toca eso de volver a demostrar y duro, sobre todo si uno no se ha comportado como debiera. Da igual cuando. Que hay que olvidar porque sí, perdonar sin dar tiempo a ganar las cosas.
El puntito nos lo piden todos los días. En cualquier relación humana, hay que, cada día, dar lo mejor de sí mismo, eso incluye pedir perdón cuando toca y ser consciente de todo lo que ha hecho cada uno, lo bueno, y lo menos bueno.
Pedir la luna y el sol. Porque me la tienes que dar. Así, sin más.
No conozco ningún logro, de ninguna índole, pero sobre todo me refiero a las personas, que no haya requerido de esfuerzos, sacrificios, agradecimientos, reír y llorar. Vivir millones y también apretar dientes.
Lo cierto es que las cosas se demuestran con paciencia, madurez, y ganas de sentir, de abrir el corazón, y la cabeza, de ponerse en el lugar del otro, para ver con otros ojos y sentir, por un momento, todo lo que sucede.
Andar antes de correr. Y a veces hay que andar despacito, y muy tranquilos. Parar y buscar en el camino.
Recuerda, - amigo mío - nunca dar el puntito por sentado, recuerda cerrar los ojos y mirar desde el corazón de quien te cuida, recuerda que casi todo tiene un porqué, sé generoso con los que dan, gánate los puntos perdidos, gánate más puntos por ti, y así, al menos, un día, podrás decir, de verdad, que hiciste todo lo que tenías y debías hacer.
Pensaba en esto ahora, al llegar de trabajar. En mi terraza, con la compañía de los farolillos, que alumbran lo justo para tener esa sensación de hogar, tranquilidad y paz.
Escuchaba una discusión de dos hermanos. Venían andando por la calle. No gritaban, pero uno, estaba harto de siempre dar, y dar. Hasta que el otro hermano, decidió, de repente, darle un abrazo y decir un "perdón" desde el corazón. Este es un mundo increíble, donde un pequeño gesto puede ganar vidas.
Allá se fueron, abrazados, y pensando en qué iban a hacer juntos estos días.
Sonrío por todo los puntitos ganados. Y los que vendrán.
Gánate el puntito, amigo mío.
Escuchaba el último disco del amigo Dani Martín - Cero -, y dejando aparte que tiene unas canciones geniales, de ésas que hay que escuchar detenidamente - Gretel, Mi teatro, El Puntito-, cuando pensé en lo fácil que algunas personas se creen que es y viene todo.
Dan por sentado que hay que actuar de una manera porque sí, que no hay que ganarse el puntito, que no toca eso de volver a demostrar y duro, sobre todo si uno no se ha comportado como debiera. Da igual cuando. Que hay que olvidar porque sí, perdonar sin dar tiempo a ganar las cosas.
El puntito nos lo piden todos los días. En cualquier relación humana, hay que, cada día, dar lo mejor de sí mismo, eso incluye pedir perdón cuando toca y ser consciente de todo lo que ha hecho cada uno, lo bueno, y lo menos bueno.
Pedir la luna y el sol. Porque me la tienes que dar. Así, sin más.
No conozco ningún logro, de ninguna índole, pero sobre todo me refiero a las personas, que no haya requerido de esfuerzos, sacrificios, agradecimientos, reír y llorar. Vivir millones y también apretar dientes.
Lo cierto es que las cosas se demuestran con paciencia, madurez, y ganas de sentir, de abrir el corazón, y la cabeza, de ponerse en el lugar del otro, para ver con otros ojos y sentir, por un momento, todo lo que sucede.
Andar antes de correr. Y a veces hay que andar despacito, y muy tranquilos. Parar y buscar en el camino.
Recuerda, - amigo mío - nunca dar el puntito por sentado, recuerda cerrar los ojos y mirar desde el corazón de quien te cuida, recuerda que casi todo tiene un porqué, sé generoso con los que dan, gánate los puntos perdidos, gánate más puntos por ti, y así, al menos, un día, podrás decir, de verdad, que hiciste todo lo que tenías y debías hacer.
Pensaba en esto ahora, al llegar de trabajar. En mi terraza, con la compañía de los farolillos, que alumbran lo justo para tener esa sensación de hogar, tranquilidad y paz.
Escuchaba una discusión de dos hermanos. Venían andando por la calle. No gritaban, pero uno, estaba harto de siempre dar, y dar. Hasta que el otro hermano, decidió, de repente, darle un abrazo y decir un "perdón" desde el corazón. Este es un mundo increíble, donde un pequeño gesto puede ganar vidas.
Allá se fueron, abrazados, y pensando en qué iban a hacer juntos estos días.
Sonrío por todo los puntitos ganados. Y los que vendrán.
Gánate el puntito, amigo mío.
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viernes, 25 de octubre de 2013
La niña del mar
Hay canciones que transportan. Bandas Sonoras de nuestra vida.
Soy de los que apuestan por la reflexión, apuestan porque un paseo de la mano bien vale una vida, y porque hay susurros y sensaciones que aún viviendo cien vidas, es difícil volver a repetir. Creo en parar para respirar, en dejar que el viento y la brisa golpee tu cara, en pasar horas delante del mar, en silencios que hablan millones, y en gestos acojonantes.
Pensaba en todo esto al ver a una niña mirando al mar. Anocheciendo, no tendría más de 7 años.
La mar estaba algo revuelta, estaba sola, con sus padres lejos. Lo cierto es que ella se quedó inmóvil, mirando el horizonte, al principio con gesto serio, de pie, mosqueada y sorprendida por los peligros de la mar y sus olas.
Fue poco a poco, muy poco a poco, relajando el gesto, se fue acomodando, hasta que decidió sentarse en el bordillo del paseo con las piernas ya metidas en la playa.
Comezó a sonreir. Los últimos rayos de un sol anaranjado precioso bañaban su cara.
Se quedó pensativa. Su rostro y su mirada indicaban reflexión.
Entonces quise entrar en su cabeza. Quise adivinar y saber qué podía pensar una niña de esa edad, de mirada profunda y reflexiva en ese momento.
Allí. Ahora.
Me coloqué a una distancia prudencial. La suficiente para que no notara mi presencia. Y supongo, que comenzamos a soñar juntos.
Imaginé que quería ver su futuro. Imaginé que el mar le hablaba, como me cuenta a mí, y le devuelve reflexión y libertad. Sentí que ella apostaba por comerse el mundo con patatas, por la verdad, por luchar por aquello que una ama y ser tan feliz que el mundo entero podría ver su sonrisa en el cielo, noté como ella, Elena, apretaba fuerte el corazón para que sus padres estuvieran siempre cuidados y que ella, cuando sean mayores, se prometió cuidarlos siempre.
Sonreía, como si estuviera el mar dicharachero, al verse con su principe azul, el hombre que le revolverá el alma, el susurro genial y el apoyo incondicional. Veía paseos eternos por la playa, fuegos artificiales acompañados de caricias y mil vidas sentidas.
Aquello duró un buen rato. Hasta que me di cuenta de que sus padres estaban haciendo exactamente lo mismo que yo. Observar algo maravilloso. Poder presenciar como alguien es dueño de su vida, elige metas, grita al mundo aquí estoy yo! y además lo hace con una sonrisa maravillosa que no puede lograr otra cosa de la vida que no sea que te la devuelva con un enorme abrazo.
Aquella niña de 7 años eligió aquel atardecer vivir, eligió que Wendy, Peter Pan y los sueños se cumplen, eligió, a diferencia de otras niñas de su edad, que en esta vida habrá que luchar para ganar cosas, y disfrutar del mientras.
Al tiempo, Elena, miró a su derecha, despacio, - donde estaba yo- y me regaló otra de esas maravillosas sonrisas acompañado de un "hola!" genial.
Miró durante cinco segundos, escudriñándome, alegre, como diciendo " sé lo que estás haciendo aquí, igual que yo".
Corrió a sus padres con los brazos extendidos y ellos se agacharon para recibirla.
Una princesa maravillosa, que mañana, y hoy, ya sabe lo que significa vivir. Luchar por lo que amas. Reflexionar para hacer.
Un regalo increíble. Gracias, Elena!!
Soy de los que apuestan por la reflexión, apuestan porque un paseo de la mano bien vale una vida, y porque hay susurros y sensaciones que aún viviendo cien vidas, es difícil volver a repetir. Creo en parar para respirar, en dejar que el viento y la brisa golpee tu cara, en pasar horas delante del mar, en silencios que hablan millones, y en gestos acojonantes.
Pensaba en todo esto al ver a una niña mirando al mar. Anocheciendo, no tendría más de 7 años.
La mar estaba algo revuelta, estaba sola, con sus padres lejos. Lo cierto es que ella se quedó inmóvil, mirando el horizonte, al principio con gesto serio, de pie, mosqueada y sorprendida por los peligros de la mar y sus olas.
Fue poco a poco, muy poco a poco, relajando el gesto, se fue acomodando, hasta que decidió sentarse en el bordillo del paseo con las piernas ya metidas en la playa.
Comezó a sonreir. Los últimos rayos de un sol anaranjado precioso bañaban su cara.
Se quedó pensativa. Su rostro y su mirada indicaban reflexión.
Entonces quise entrar en su cabeza. Quise adivinar y saber qué podía pensar una niña de esa edad, de mirada profunda y reflexiva en ese momento.
Allí. Ahora.
Me coloqué a una distancia prudencial. La suficiente para que no notara mi presencia. Y supongo, que comenzamos a soñar juntos.
Imaginé que quería ver su futuro. Imaginé que el mar le hablaba, como me cuenta a mí, y le devuelve reflexión y libertad. Sentí que ella apostaba por comerse el mundo con patatas, por la verdad, por luchar por aquello que una ama y ser tan feliz que el mundo entero podría ver su sonrisa en el cielo, noté como ella, Elena, apretaba fuerte el corazón para que sus padres estuvieran siempre cuidados y que ella, cuando sean mayores, se prometió cuidarlos siempre.
Sonreía, como si estuviera el mar dicharachero, al verse con su principe azul, el hombre que le revolverá el alma, el susurro genial y el apoyo incondicional. Veía paseos eternos por la playa, fuegos artificiales acompañados de caricias y mil vidas sentidas.
Aquello duró un buen rato. Hasta que me di cuenta de que sus padres estaban haciendo exactamente lo mismo que yo. Observar algo maravilloso. Poder presenciar como alguien es dueño de su vida, elige metas, grita al mundo aquí estoy yo! y además lo hace con una sonrisa maravillosa que no puede lograr otra cosa de la vida que no sea que te la devuelva con un enorme abrazo.
Aquella niña de 7 años eligió aquel atardecer vivir, eligió que Wendy, Peter Pan y los sueños se cumplen, eligió, a diferencia de otras niñas de su edad, que en esta vida habrá que luchar para ganar cosas, y disfrutar del mientras.
Al tiempo, Elena, miró a su derecha, despacio, - donde estaba yo- y me regaló otra de esas maravillosas sonrisas acompañado de un "hola!" genial.
Miró durante cinco segundos, escudriñándome, alegre, como diciendo " sé lo que estás haciendo aquí, igual que yo".
Corrió a sus padres con los brazos extendidos y ellos se agacharon para recibirla.
Una princesa maravillosa, que mañana, y hoy, ya sabe lo que significa vivir. Luchar por lo que amas. Reflexionar para hacer.
Un regalo increíble. Gracias, Elena!!
jueves, 17 de octubre de 2013
38 veranos
Uno más. Como decía Mecano. Un año más lleno de mil historias, millones de vivencias, ésas que te hacen crecer y compartir sueños y vida.
Es inevitable hacer un resumen, a modo de nochevieja, de lo que uno tiene, de lo perdido y ganado, de lo sentido y aprendido. Más que inevitable, me gusta. Es bueno, clave, saber de donde viene cada uno para saber dónde quiere ir.
Estos 12 meses y pico - perdón por los retrasos en los posts- :-), han provocado todo un cambio de vida. Cambiar de ciudad, de trabajo, de obligaciones, de círculo, y mantener a los que quieres, se complica. Pero emociona cuando se cumple, cuando muchas personas hacen por verte y tú por verlos, cuando sale del alma viajar a las tantas para compartir siquiera 8 horas de vida.
Al final, los miles de momentos que valen en una vida son ésos. Los de verdad. Los espontáneos, los del susurro y la risa, los del paseo y el abrazo de un amigo, los de un café y una locura.
La típica frase de que la vida da muchas vueltas, no es que sea verdad, es que debemos estar preparados para ello. Preparados para dar la vuelta a la tortilla, ser valientes para dejarnos el alma en lo que toque, sea trabajo, amistad o amor, y poder decir, al final del camino, que hice lo debido, que di todo, y viendo con perspectiva, sonreir orgulloso.
No hay peor sensación que quedarse a medias en las cosas. Esa sensación - que tú también has vivido- de que podrías haber hecho más, y que el egoísmo, quizá te impidió ver.
Las cosas se ganan. Igual que la confianza.
Quiero dar las gracias desde aquí a tod@s los que continuais ofreciéndome vuestra amistad y confianza, a todos lo que, un año más, celebran de verdad con un café, que esto va hacia delante, que sumamos y que juntos, somos mucho más.
Muchas noches, al pasear y ver el mar, paro. Me tumbo en un lugar alejado, a mirar el cielo, a respirar mar, a escuchar el silencio o el bravío de las olas, y al final, siempre, me sale una sonrisa, por lo mucho que viví, lo que vivo y lo que viviré.
Siempre.
Es inevitable hacer un resumen, a modo de nochevieja, de lo que uno tiene, de lo perdido y ganado, de lo sentido y aprendido. Más que inevitable, me gusta. Es bueno, clave, saber de donde viene cada uno para saber dónde quiere ir.
Estos 12 meses y pico - perdón por los retrasos en los posts- :-), han provocado todo un cambio de vida. Cambiar de ciudad, de trabajo, de obligaciones, de círculo, y mantener a los que quieres, se complica. Pero emociona cuando se cumple, cuando muchas personas hacen por verte y tú por verlos, cuando sale del alma viajar a las tantas para compartir siquiera 8 horas de vida.
Al final, los miles de momentos que valen en una vida son ésos. Los de verdad. Los espontáneos, los del susurro y la risa, los del paseo y el abrazo de un amigo, los de un café y una locura.
La típica frase de que la vida da muchas vueltas, no es que sea verdad, es que debemos estar preparados para ello. Preparados para dar la vuelta a la tortilla, ser valientes para dejarnos el alma en lo que toque, sea trabajo, amistad o amor, y poder decir, al final del camino, que hice lo debido, que di todo, y viendo con perspectiva, sonreir orgulloso.
No hay peor sensación que quedarse a medias en las cosas. Esa sensación - que tú también has vivido- de que podrías haber hecho más, y que el egoísmo, quizá te impidió ver.
Las cosas se ganan. Igual que la confianza.
Quiero dar las gracias desde aquí a tod@s los que continuais ofreciéndome vuestra amistad y confianza, a todos lo que, un año más, celebran de verdad con un café, que esto va hacia delante, que sumamos y que juntos, somos mucho más.
Muchas noches, al pasear y ver el mar, paro. Me tumbo en un lugar alejado, a mirar el cielo, a respirar mar, a escuchar el silencio o el bravío de las olas, y al final, siempre, me sale una sonrisa, por lo mucho que viví, lo que vivo y lo que viviré.
Siempre.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Corazón de León
La vida te regala cosas que difícilmente podremos devolver con esa esencia, grandeza, sentimiento y alegría.
Creo en el cociente de optimismo, soy fan de contagiar ilusión por cosas reales, por querer luchar, por trabajar, por soñar despiertos disfrutando del cuando, del ahora. El futuro es hoy, y el presente, un regalo.
Un convencido de que la actitud es lo que realmente diferencia a las personas, las ganas, la inteligencia. Es imposible ser inteligente si no tienes una gran actitud.
Decía lo de los regalos de la vida y el cociente de optimismo porque van inexorablemente ligados, una cosa lleva la otra. Siempre.
De repente, hay experiencias, que quizá hayas vivido un montón de veces, pero eran otras circunstancias. Haces en la película de tu vida un "stop" para observar, paladear cada carcajada, cada abrazo, para escuchar y quedarte hasta las mil compartiendo vida, vivir miradas bestialmente geniales, anécdotas, vivencias y arreglar el mundo, te quedas hasta las mil, no vaya a ser que nos perdamos sentimientos de unos y de otros.
Todos esas vivencias, esos miles de detalles que se suceden, bien valen una vida. O mil.
Aunque las viviera, jamás encontraría a nadie como ellos.
A punto de los 38, 85 kg, directivo, mirando al mar, a 350 km de abrazos de mis padres, mis hermanos y amigos, uno ha de apretar fuerte para que en la despedida no salte alguna lágrima, de ésas que caen entre la ilusión y la alegría por tener todo aquello y la tristeza del hasta luego.
Son las ganas, la ilusión, lo que mueve al mundo, a las personas como tú y como yo.
Paras. Y piensas. Sonríes grande... aprietas el puño y saltas, y quizá te veas a las tantas de la mañana en tu jardín dando gracias por contar con todo eso y más. Te veas apretando dientes diciendo "vamos!" y quieras contagiar al mundo para que nos lo podamos comer con patatas.
Tienen Corazón de León.
Creo en el cociente de optimismo, soy fan de contagiar ilusión por cosas reales, por querer luchar, por trabajar, por soñar despiertos disfrutando del cuando, del ahora. El futuro es hoy, y el presente, un regalo.
Un convencido de que la actitud es lo que realmente diferencia a las personas, las ganas, la inteligencia. Es imposible ser inteligente si no tienes una gran actitud.
Decía lo de los regalos de la vida y el cociente de optimismo porque van inexorablemente ligados, una cosa lleva la otra. Siempre.
De repente, hay experiencias, que quizá hayas vivido un montón de veces, pero eran otras circunstancias. Haces en la película de tu vida un "stop" para observar, paladear cada carcajada, cada abrazo, para escuchar y quedarte hasta las mil compartiendo vida, vivir miradas bestialmente geniales, anécdotas, vivencias y arreglar el mundo, te quedas hasta las mil, no vaya a ser que nos perdamos sentimientos de unos y de otros.
Todos esas vivencias, esos miles de detalles que se suceden, bien valen una vida. O mil.
Aunque las viviera, jamás encontraría a nadie como ellos.
A punto de los 38, 85 kg, directivo, mirando al mar, a 350 km de abrazos de mis padres, mis hermanos y amigos, uno ha de apretar fuerte para que en la despedida no salte alguna lágrima, de ésas que caen entre la ilusión y la alegría por tener todo aquello y la tristeza del hasta luego.
Son las ganas, la ilusión, lo que mueve al mundo, a las personas como tú y como yo.
Paras. Y piensas. Sonríes grande... aprietas el puño y saltas, y quizá te veas a las tantas de la mañana en tu jardín dando gracias por contar con todo eso y más. Te veas apretando dientes diciendo "vamos!" y quieras contagiar al mundo para que nos lo podamos comer con patatas.
Tienen Corazón de León.
jueves, 25 de julio de 2013
El tren de Santiago
Te imagino en el tren. Mirando la ventana como pasan los árboles rápido, dejando que el sol bañe tu rostro y con la tripa nerviosa por ir con los tuyos.
Te veo vestido, con unas bermudas, cómodo, ilusionado por unas vacaciones merecidas, haciendo planes y pensando en los abrazos con tus padres, en las risas con los amigos, en tu sofá, volver al hogar de donde te fuiste para crecer y vivir.
Vas eligiendo canciones animadas y otras que te hacen pensar, recordar, aprietas dientes y regalas sonrisas a los niños que juegan en el vagón a ser pilotos.
Miras de vez en cuando a la señora mayor que tienes a tu lado, a ésa que ayudaste con la maleta y que te habla de sus nietos y de lo mayor que está, pero que guarda toda la ilusión por pasar unas vacaciones con su hija.
La tranquilizas diciendo que le ayudarás al llegar a la estación. Te coge la mano, con dulzura, mientras esboza esa sonrisa que sólo los mayores regalan. Se toquitea compulsivamente la costura de la falda -algo vieja-, nerviosa por ver, por compartir, por sentir ese abrazo grande, y esos besucones a los suyos.
Encima tuyo, maletas, bolsas, mochilas y paquetes que guardan vidas, sueños, quizá regalos, que llevan allá donde uno empieza a ser uno mismo, y poder respirar, volver a verte.
Es el viaje de los sueños. Es el regalo más grande que jamás podrás dar, y te podrán ofrecer.
La ilusión del amor real, la ilusión de la familia, de los amigos grandes, de la tranquilidad, de un libro a la orilla del mar, de atardeceres y amaneceres que guardarás el resto de tu vida.
Puede que allá quedaran ochenta cuerpos, pero amigo mío, tus sueños vuelan, tu alma vive, todas las almas que allí están, continúan estirando la mano para tocar, siguen en la memoria de todos los que os esperaban, que tuvieron la suerte, la gran suerte de la vida, de poder compartir con vosotros una vida llena de alegrías, y que fue por ellos, por compartir, por sentir, por lo que distéis la vida.
Va por ellos, por todas las personas que viajaron en el vagón de los sueños y nos regalaron mil vidas, millones de sonrisas, de hombros alzados, de caricias, consejos y susurros.
Allá va, al cielo, el tren de Santiago. El tren de los sueños.
Te veo vestido, con unas bermudas, cómodo, ilusionado por unas vacaciones merecidas, haciendo planes y pensando en los abrazos con tus padres, en las risas con los amigos, en tu sofá, volver al hogar de donde te fuiste para crecer y vivir.
Vas eligiendo canciones animadas y otras que te hacen pensar, recordar, aprietas dientes y regalas sonrisas a los niños que juegan en el vagón a ser pilotos.
Miras de vez en cuando a la señora mayor que tienes a tu lado, a ésa que ayudaste con la maleta y que te habla de sus nietos y de lo mayor que está, pero que guarda toda la ilusión por pasar unas vacaciones con su hija.
La tranquilizas diciendo que le ayudarás al llegar a la estación. Te coge la mano, con dulzura, mientras esboza esa sonrisa que sólo los mayores regalan. Se toquitea compulsivamente la costura de la falda -algo vieja-, nerviosa por ver, por compartir, por sentir ese abrazo grande, y esos besucones a los suyos.
Encima tuyo, maletas, bolsas, mochilas y paquetes que guardan vidas, sueños, quizá regalos, que llevan allá donde uno empieza a ser uno mismo, y poder respirar, volver a verte.
Es el viaje de los sueños. Es el regalo más grande que jamás podrás dar, y te podrán ofrecer.
La ilusión del amor real, la ilusión de la familia, de los amigos grandes, de la tranquilidad, de un libro a la orilla del mar, de atardeceres y amaneceres que guardarás el resto de tu vida.
Puede que allá quedaran ochenta cuerpos, pero amigo mío, tus sueños vuelan, tu alma vive, todas las almas que allí están, continúan estirando la mano para tocar, siguen en la memoria de todos los que os esperaban, que tuvieron la suerte, la gran suerte de la vida, de poder compartir con vosotros una vida llena de alegrías, y que fue por ellos, por compartir, por sentir, por lo que distéis la vida.
Va por ellos, por todas las personas que viajaron en el vagón de los sueños y nos regalaron mil vidas, millones de sonrisas, de hombros alzados, de caricias, consejos y susurros.
Allá va, al cielo, el tren de Santiago. El tren de los sueños.
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lunes, 27 de mayo de 2013
Reencuentros
Hay reeencuentros geniales. Ver a un amigo, que por mil cosas no has podido ver durante casi 3 años, no sólo produce ilusión, produce en algunos momentos vértigo de emoción.
Pasan esos momentos, donde escuchas, y quieres contar tantas, tantísimas cosas que os interrumpís, y de repente, te das cuenta... os dais cuenta y comienza la carcajada. Hay abrazos de amigos, que valen millones. Millones de experiencias vividas, sensaciones, anécdotas, historias de barra y playa, de trabajo, familia... esencias y posos de esos que quedan en el recuerdo durante todo esto que llamamos vida.
Estallan abrazos sin venir a cuento, esos arrimar hombro y rodear al amigo que vuelve o que llegó.
Hay cosas que cambian. Crecemos. Y cosas que siguen igual, y hay personas que tienen el don, la virtud, de seguir manteniendo lo que merece la pena, para pulir esas cosas que todos tenemos que mejorar.
La esponja deshecha el agua que le sobra, y se queda lo necesario, la esencia, para seguir nutriéndose, seguir viva, algo de eso hay.
Llegan esos momentos serios. En los que quieres escuchar y que te escuchen, se acompañan silencios de reflexión, no quieres fallar en el consejo, ni quieren fallarte, otro momento dulce, donde ves lo que realmente pesa, la importancia de la responsabilidad de ser buen amigo, y decir lo que se tiene que decir.
Inevitablemente, también llega el momento de esa pregunta: ¿Por qué coño no nos hemos visto antes?.
Excusas vestidas de razones. Nadie. Nada. Nunca vale, no hay razón para abandonar los motivos reales por los que navegamos aquí, para luchar por lo que también echas de menos. A veces, la cabeza juega malas pasadas, y te hace olvidar cosas que jamás debiste olvidar.
Uno sale jurando que no volverá a ocurrir. Y no volverá a ocurrir.
La importancia de la familia, la pareja y los buenos amigos, ésos hay que regarlos, cultivarlos, cuidarlos, no fallar, aprender y corregir, vivir, emocionarse hasta las entrañas, los años que lleguen, los que vendrán, serán lo que fuiste, y todo camino empieza por un paso.
Sólo puedo dar las gracias, pedir perdón por no estar antes y brindar, amigo mío, por lo mucho que nos queda por vivir.
Pasan esos momentos, donde escuchas, y quieres contar tantas, tantísimas cosas que os interrumpís, y de repente, te das cuenta... os dais cuenta y comienza la carcajada. Hay abrazos de amigos, que valen millones. Millones de experiencias vividas, sensaciones, anécdotas, historias de barra y playa, de trabajo, familia... esencias y posos de esos que quedan en el recuerdo durante todo esto que llamamos vida.
Estallan abrazos sin venir a cuento, esos arrimar hombro y rodear al amigo que vuelve o que llegó.
Hay cosas que cambian. Crecemos. Y cosas que siguen igual, y hay personas que tienen el don, la virtud, de seguir manteniendo lo que merece la pena, para pulir esas cosas que todos tenemos que mejorar.
La esponja deshecha el agua que le sobra, y se queda lo necesario, la esencia, para seguir nutriéndose, seguir viva, algo de eso hay.
Llegan esos momentos serios. En los que quieres escuchar y que te escuchen, se acompañan silencios de reflexión, no quieres fallar en el consejo, ni quieren fallarte, otro momento dulce, donde ves lo que realmente pesa, la importancia de la responsabilidad de ser buen amigo, y decir lo que se tiene que decir.
Inevitablemente, también llega el momento de esa pregunta: ¿Por qué coño no nos hemos visto antes?.
Excusas vestidas de razones. Nadie. Nada. Nunca vale, no hay razón para abandonar los motivos reales por los que navegamos aquí, para luchar por lo que también echas de menos. A veces, la cabeza juega malas pasadas, y te hace olvidar cosas que jamás debiste olvidar.
Uno sale jurando que no volverá a ocurrir. Y no volverá a ocurrir.
La importancia de la familia, la pareja y los buenos amigos, ésos hay que regarlos, cultivarlos, cuidarlos, no fallar, aprender y corregir, vivir, emocionarse hasta las entrañas, los años que lleguen, los que vendrán, serán lo que fuiste, y todo camino empieza por un paso.
Sólo puedo dar las gracias, pedir perdón por no estar antes y brindar, amigo mío, por lo mucho que nos queda por vivir.
jueves, 16 de mayo de 2013
Velad armas
La tierra embarrada. Las tierras del norte poseen el don de calar frío y lluvia hasta los huesos. Las tiendas apenas se sostienen. Cubiertos de barro hasta las orejas, llegamos ayer después de más de un mes recorriendo esta maldita nación.
Esta puede ser la última noche. Nuestra última noche. Mi última noche. Y tengo miedo. Rabia, ira y miedo. Morir no debe ser agradable cuando tienes asegurado el dolor, desangrarse y gritos.
Escucho a los hombres recordar historias, anécdotas de sus pueblos y sus familias. Algunos hablan de sus hijos emocionados, aprietan las manos, y se esconden tras el emblema embarrado para que no veamos sus lágrimas.
Otros beben, como quien se ha rendido ya, y prefieren no ser ellos al enfrentarse, en el fondo, a sus miedos y sus pesadillas.
Otros padres, sólo te das cuenta que son padres por el anillo. Ni un recuerdo para sus hijos, ni un detalle para su esposa, sólo hablan de ellos. A algunos, les trajo aquí el salir de sus prisiones, sus casas, otrosa vinieron por honor y cumplir, y otros por necesidad para poder llevar un trozo de pan a la mesa de su familia, en su hogar.
No podemos calentarnos, el jarreo del agua impide el fuego. No podemos huir de nuestros compañeros, así que sólo queda escuchar y compartir.
Algunos juegan con sus tambores, absortos. Otros escribimos forzando vista con la poca luz que nos dan algunas velas mal puestas, aunque suficiente para ver las caras y gestos de los hombres.
Hablaba de los padres que sólo son por anillo. Me entra aún más frío al comprobar que en el fondo, tal y como hablan, tal y como hacen, jamás entendieron lo que significa amar y querer, ni a esposa ni a hijos. No significa que sean malas personas, significa que no han entendido, en la más que probable última noche de su vida, lo que significa querer de verdad, y que es mejor estar alejados de ellos en el campo de batalla, no cuentes con su apoyo, lo más probable es que se escondan tras cuerpos ya inertes o no muevan un dedo para salvar tu pellejo. Si no fueron generosos, y valientes con sangre de su sangre, ¿por qué lo iban a ser contigo?.
Velamos armas, hermanos.
Llegan a mi cabeza unas palabras que me han acompañado durante años, y que hoy, tienen más sentido que nunca: " En la noche que me envuelve, llena como un pozo insondable, doy gracias al Dios que fuere, por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias no he gemido ni llorado;ante las puñaladas del azar, si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos, acecha la oscuridad, con su horror.
No obstante, la amenza de los años me haya, y me hallará... sin temor.
No importa cuan recto haya sido el camino, ni cuantos castigos lleve a la espalda...
Soy el amo de mi destino... Soy el Capitán de mi alma".
Se acerca el alba, la lluvia cesa poco a poco, los hombres salen. Buscan a dos soldados que huyeron. Eran de mi tienda. Eran aquellos padres y maridos cobardes. Ni siquiera el honor de dar la vida por los suyos, quienes consideraban y decían ser sus hermanos, ha podido contra sus propias almas tacañas.
Formamos para la victoria. Los estandartes, banderas y blasones se alzan mirando al cielo rogando una ayuda que Dios sabe necesitamos.
Empuño mi lanza, es la primera línea, la de ataque y la defensa, observo mis botas embarradas, me unto de barro las manos para poder sujetar fuerte y oler a la tierra que me dio la vida.
Los tambores ordenan avanzar.
Casi cuatro mil almas cumplimos, con paso firme y mirada al cielo. Al este un bosque. El bosque de los lobos lo llaman.
Recuerdo entonces a los dos traidores, Alain y Eduard. Me vienen chispazos suyos, y entiendo, una vez más por lo que quiero luchar, por lo que voy a desgarrar y matar, para no tener a gente como ellos a mi lado, incapaces de dar, de entender y de sentir. Recuerdo a sus mujeres y sus hijos, ya muertos en vida por tener a alguien así como padre y marido.
Tras un día entero de batalla, quedamos pocos. Aterrado. Con las piernas aún temblando por todo lo vivido, estoy herido. Oigo gritar y gemir, pedir ayuda entre pilas de hombres vivos y muertos.
Decidimos adentrarnos en el bosque, en busca de refugio y madera para calentarnos, poder curar a los pocos que quedan, y descansar cuerpo y mente.
Tras cuatro horas caminando como podíamos, retrasados por los enfermos y con poca agua, ahí estaban.
Eduard y Alain. Devorados por los lobos.
Entonces pensé: " De ti mismo, no te puedes escapar nunca".
Esta puede ser la última noche. Nuestra última noche. Mi última noche. Y tengo miedo. Rabia, ira y miedo. Morir no debe ser agradable cuando tienes asegurado el dolor, desangrarse y gritos.
Escucho a los hombres recordar historias, anécdotas de sus pueblos y sus familias. Algunos hablan de sus hijos emocionados, aprietan las manos, y se esconden tras el emblema embarrado para que no veamos sus lágrimas.
Otros beben, como quien se ha rendido ya, y prefieren no ser ellos al enfrentarse, en el fondo, a sus miedos y sus pesadillas.
Otros padres, sólo te das cuenta que son padres por el anillo. Ni un recuerdo para sus hijos, ni un detalle para su esposa, sólo hablan de ellos. A algunos, les trajo aquí el salir de sus prisiones, sus casas, otrosa vinieron por honor y cumplir, y otros por necesidad para poder llevar un trozo de pan a la mesa de su familia, en su hogar.
No podemos calentarnos, el jarreo del agua impide el fuego. No podemos huir de nuestros compañeros, así que sólo queda escuchar y compartir.
Algunos juegan con sus tambores, absortos. Otros escribimos forzando vista con la poca luz que nos dan algunas velas mal puestas, aunque suficiente para ver las caras y gestos de los hombres.
Hablaba de los padres que sólo son por anillo. Me entra aún más frío al comprobar que en el fondo, tal y como hablan, tal y como hacen, jamás entendieron lo que significa amar y querer, ni a esposa ni a hijos. No significa que sean malas personas, significa que no han entendido, en la más que probable última noche de su vida, lo que significa querer de verdad, y que es mejor estar alejados de ellos en el campo de batalla, no cuentes con su apoyo, lo más probable es que se escondan tras cuerpos ya inertes o no muevan un dedo para salvar tu pellejo. Si no fueron generosos, y valientes con sangre de su sangre, ¿por qué lo iban a ser contigo?.
Velamos armas, hermanos.
Llegan a mi cabeza unas palabras que me han acompañado durante años, y que hoy, tienen más sentido que nunca: " En la noche que me envuelve, llena como un pozo insondable, doy gracias al Dios que fuere, por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias no he gemido ni llorado;ante las puñaladas del azar, si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos, acecha la oscuridad, con su horror.
No obstante, la amenza de los años me haya, y me hallará... sin temor.
No importa cuan recto haya sido el camino, ni cuantos castigos lleve a la espalda...
Soy el amo de mi destino... Soy el Capitán de mi alma".
Se acerca el alba, la lluvia cesa poco a poco, los hombres salen. Buscan a dos soldados que huyeron. Eran de mi tienda. Eran aquellos padres y maridos cobardes. Ni siquiera el honor de dar la vida por los suyos, quienes consideraban y decían ser sus hermanos, ha podido contra sus propias almas tacañas.
Formamos para la victoria. Los estandartes, banderas y blasones se alzan mirando al cielo rogando una ayuda que Dios sabe necesitamos.
Empuño mi lanza, es la primera línea, la de ataque y la defensa, observo mis botas embarradas, me unto de barro las manos para poder sujetar fuerte y oler a la tierra que me dio la vida.
Los tambores ordenan avanzar.
Casi cuatro mil almas cumplimos, con paso firme y mirada al cielo. Al este un bosque. El bosque de los lobos lo llaman.
Recuerdo entonces a los dos traidores, Alain y Eduard. Me vienen chispazos suyos, y entiendo, una vez más por lo que quiero luchar, por lo que voy a desgarrar y matar, para no tener a gente como ellos a mi lado, incapaces de dar, de entender y de sentir. Recuerdo a sus mujeres y sus hijos, ya muertos en vida por tener a alguien así como padre y marido.
Tras un día entero de batalla, quedamos pocos. Aterrado. Con las piernas aún temblando por todo lo vivido, estoy herido. Oigo gritar y gemir, pedir ayuda entre pilas de hombres vivos y muertos.
Decidimos adentrarnos en el bosque, en busca de refugio y madera para calentarnos, poder curar a los pocos que quedan, y descansar cuerpo y mente.
Tras cuatro horas caminando como podíamos, retrasados por los enfermos y con poca agua, ahí estaban.
Eduard y Alain. Devorados por los lobos.
Entonces pensé: " De ti mismo, no te puedes escapar nunca".
miércoles, 1 de mayo de 2013
El Holandés
Se oía el golpeo de la mar en la madera ya vieja del navío. Cada ola que llegaba era un azote, me recordaba lo lejos que estaba del hogar, y lo cerca que veía la muerte.
Demasiadas noches y demasiados días tras aquel buque.
Casi doscientos hombres me acompañan. El olor de la bodega y los camarotes es casi insoportable, apenas comida y agua, y sin ver tierra desde hace dos meses.
Ese buque holandés instiga mis sueños, mis pesadillas. Gritamos venganza. Somos hijos, padres y hermanos de aquellos a los que masacraron sin honor, sin dar cuartel a la bandera blanca que ondearon tras tres días de batalla en los mares franceses.
Las fuerzas, flaquean, pero el orgullo sigue intacto. Son más, y mejor armados, pero nosotros tenemos alma.
Hacía dos días los habíamos perdido, se dirigían al oeste, a mar abierto, sabiendo que nosotros no pudimos hacer fonda y recopilar más provisiones.
Mercaderes de sangre. Los holandeses.
Llegó el alba, y con el, viento a favor, fuerte, a sotavento. A mediodía, lo vimos. Allí estaban.
Zafarrancho de combate, suenan nuestros tambores de guerra, la bandera española ondea fuerte, ordenan bajar a acuartelarse en los cañones los dinamiteros. Dos hombres por cañón para los veinticuatro que tenemos.
Algunos hombres afilan espadas, cuchillos y sables. No llevamos uniformes, nuestros galones son la familia, nuestra torre la libertad.
Apretamos dientes. Cargamos mosquetes.
Cierran los ojos, rezando. Silencio y trajín.
A la bandera! Grita el Capitán. A la familia! responden los hombres. Presentan armas.
Nuestra primera andanada les cae de lleno, realizamos una maniobra excelente, rápida, y nuestro nombre "Rabiosa" nos hace más grandes. Su palo mayor cae, y veo hombres caer al mar. Les toca a ellos.
Toca virar de nuevo y evitar ángulos. Dios está de nuestro lado, pues lo logramos con inusitada rapidez. Hombres heridos, bajas... pero pudieron ser más.
Recotamos para volver a poner a prueba su cubierta, con nuestros cañones, nos acercamos rápidos, y reventamos su polvorín y bodega...
Abordaje. Gritos. Mosquetones a los que sólo les da tiempo un disparo. Escuchas ya el aliento de los holandeses, frente a frente, nuestra rabia contra su oro, nuestros hijos contra su boato y su ejército.
Sangre por cubierta, hombres que caen atravesados por espadas de lado a lado, queremos a su comandante, el que ordenó aquella locura.
Tras cinco horas de asedio, miembros extirpados, hedor, y más de cien bajas nuestras, tomamos el mando del buque "Salazar".
Nadie era el comandante. Había, estaba claro, orden de que no pudiéramos hacer justicia.
No íbamos a matar por matar. Matamos por justicia buscando al culpable, jugaban con nuestro honor, y el sabernos hombres de palabra.
En cada tripulación hay un Judas. No hicieron falta trece monedas. Fue el perdón, que ya tenía, por el que el mercader aceptó delatar al comandante. Enrich Von Haseil. Ya sabíamos su nombre. Lo señaló don cierto disimulo.
Me acerqué lenta y pausadamente, sable en mano, tocando con la punta la madera del barco.
Estaban sentados, tirados, algunos muertos, vísceras... y en medio, el flamante comandante despechado de uniforme y galones para no dar pistas. Vestido de cocinero.
Puse rodilla en suelo. Quería ponerme a la altura de sus ojos. Mirarle despacio, frente a frente. Perdimos muchos seres amados, y muchos compañeros para darle presa. Quería que me dijera por qué. Que le llevó a todo eso. Cuando le miré, y vi su brillo, no me hizo falta preguntar nada. Hay gente sin alma. Sin reflexión posible. Sin consciencia de mal.
Le levanté con mis manos. Lo paseé por su cubierta. Algunos de nuestros hombres lloraban, sufrimos mucho para todo esto, y después de todo, cuando muriera, iba a ser esa nuestra venganza? Devolvería eso a nuestras familias? Cobraríamos con su cuerpo todo lo arrebatado?
No.
Decidí darle la oportunidad de hablar, de sus últimas palabras. Temblaba orgulloso. Se había meado en los pantalones literalmente.
La naturaleza, además de sabia, es casi siempre justa, y devuelve a la tierra, lo que la tierra le da. La mar es brava y lista, sabrá que hacer con él. Von Haseil debía pensar y aunque fuera en su último suspiro, pedir y clamar perdón a todos los que asesinó.
Le tiramos al mar envuelto en su bandera. Vivo. Sólo.
Recogimos lo que quedaban de sus provisiones, e hicimos presos a los pocos holandeses que quedaban. Dimos fuego a su barco.
Nos fuimos poco a poco, con casi todos nuestros hombres a babor, mirando al perro comandante holandés. No suplicó perdón. No suplicó honor.
Aquel holandés sobrevivió.
Me hizo llegar una carta extensa. Con un trozo de tela de la bandera. Pidió perdón. Vivía en Inglaterra, bajo otro nombre, y otra empresa. Había rastros de lo que parecían lágrimas. Veintidós años más tarde. La carta la enviaba su hija Sarah, pues él había dado orden de cuando muriera me hicieran llegar la misiva.
Su hora llegó. Y mientras yo miraba mi sable, escuchaba el juguetear de mis hijos, me di cuenta que nuestro honor, el de aquellos que murieron, de los que vivimos eso, sobrevivió a la locura del hombre, y hoy, al caer la noche, miremos todas aquellas estrellas que nos custodiaron durante meses, y gritar que mereció la pena, merece la pena dar la oportunidad de vivir a alguien que en su día, se equivocó.
Demasiadas noches y demasiados días tras aquel buque.
Casi doscientos hombres me acompañan. El olor de la bodega y los camarotes es casi insoportable, apenas comida y agua, y sin ver tierra desde hace dos meses.
Ese buque holandés instiga mis sueños, mis pesadillas. Gritamos venganza. Somos hijos, padres y hermanos de aquellos a los que masacraron sin honor, sin dar cuartel a la bandera blanca que ondearon tras tres días de batalla en los mares franceses.
Las fuerzas, flaquean, pero el orgullo sigue intacto. Son más, y mejor armados, pero nosotros tenemos alma.
Hacía dos días los habíamos perdido, se dirigían al oeste, a mar abierto, sabiendo que nosotros no pudimos hacer fonda y recopilar más provisiones.
Mercaderes de sangre. Los holandeses.
Llegó el alba, y con el, viento a favor, fuerte, a sotavento. A mediodía, lo vimos. Allí estaban.
Zafarrancho de combate, suenan nuestros tambores de guerra, la bandera española ondea fuerte, ordenan bajar a acuartelarse en los cañones los dinamiteros. Dos hombres por cañón para los veinticuatro que tenemos.
Algunos hombres afilan espadas, cuchillos y sables. No llevamos uniformes, nuestros galones son la familia, nuestra torre la libertad.
Apretamos dientes. Cargamos mosquetes.
Cierran los ojos, rezando. Silencio y trajín.
A la bandera! Grita el Capitán. A la familia! responden los hombres. Presentan armas.
Nuestra primera andanada les cae de lleno, realizamos una maniobra excelente, rápida, y nuestro nombre "Rabiosa" nos hace más grandes. Su palo mayor cae, y veo hombres caer al mar. Les toca a ellos.
Toca virar de nuevo y evitar ángulos. Dios está de nuestro lado, pues lo logramos con inusitada rapidez. Hombres heridos, bajas... pero pudieron ser más.
Recotamos para volver a poner a prueba su cubierta, con nuestros cañones, nos acercamos rápidos, y reventamos su polvorín y bodega...
Abordaje. Gritos. Mosquetones a los que sólo les da tiempo un disparo. Escuchas ya el aliento de los holandeses, frente a frente, nuestra rabia contra su oro, nuestros hijos contra su boato y su ejército.
Sangre por cubierta, hombres que caen atravesados por espadas de lado a lado, queremos a su comandante, el que ordenó aquella locura.
Tras cinco horas de asedio, miembros extirpados, hedor, y más de cien bajas nuestras, tomamos el mando del buque "Salazar".
Nadie era el comandante. Había, estaba claro, orden de que no pudiéramos hacer justicia.
No íbamos a matar por matar. Matamos por justicia buscando al culpable, jugaban con nuestro honor, y el sabernos hombres de palabra.
En cada tripulación hay un Judas. No hicieron falta trece monedas. Fue el perdón, que ya tenía, por el que el mercader aceptó delatar al comandante. Enrich Von Haseil. Ya sabíamos su nombre. Lo señaló don cierto disimulo.
Me acerqué lenta y pausadamente, sable en mano, tocando con la punta la madera del barco.
Estaban sentados, tirados, algunos muertos, vísceras... y en medio, el flamante comandante despechado de uniforme y galones para no dar pistas. Vestido de cocinero.
Puse rodilla en suelo. Quería ponerme a la altura de sus ojos. Mirarle despacio, frente a frente. Perdimos muchos seres amados, y muchos compañeros para darle presa. Quería que me dijera por qué. Que le llevó a todo eso. Cuando le miré, y vi su brillo, no me hizo falta preguntar nada. Hay gente sin alma. Sin reflexión posible. Sin consciencia de mal.
Le levanté con mis manos. Lo paseé por su cubierta. Algunos de nuestros hombres lloraban, sufrimos mucho para todo esto, y después de todo, cuando muriera, iba a ser esa nuestra venganza? Devolvería eso a nuestras familias? Cobraríamos con su cuerpo todo lo arrebatado?
No.
Decidí darle la oportunidad de hablar, de sus últimas palabras. Temblaba orgulloso. Se había meado en los pantalones literalmente.
La naturaleza, además de sabia, es casi siempre justa, y devuelve a la tierra, lo que la tierra le da. La mar es brava y lista, sabrá que hacer con él. Von Haseil debía pensar y aunque fuera en su último suspiro, pedir y clamar perdón a todos los que asesinó.
Le tiramos al mar envuelto en su bandera. Vivo. Sólo.
Recogimos lo que quedaban de sus provisiones, e hicimos presos a los pocos holandeses que quedaban. Dimos fuego a su barco.
Nos fuimos poco a poco, con casi todos nuestros hombres a babor, mirando al perro comandante holandés. No suplicó perdón. No suplicó honor.
Aquel holandés sobrevivió.
Me hizo llegar una carta extensa. Con un trozo de tela de la bandera. Pidió perdón. Vivía en Inglaterra, bajo otro nombre, y otra empresa. Había rastros de lo que parecían lágrimas. Veintidós años más tarde. La carta la enviaba su hija Sarah, pues él había dado orden de cuando muriera me hicieran llegar la misiva.
Su hora llegó. Y mientras yo miraba mi sable, escuchaba el juguetear de mis hijos, me di cuenta que nuestro honor, el de aquellos que murieron, de los que vivimos eso, sobrevivió a la locura del hombre, y hoy, al caer la noche, miremos todas aquellas estrellas que nos custodiaron durante meses, y gritar que mereció la pena, merece la pena dar la oportunidad de vivir a alguien que en su día, se equivocó.
jueves, 18 de abril de 2013
Carcajadas!
Hay pocas cosas mejores que reírse, reír tanto que duela la tripa.
Incluso reírse del mundo.
Hay amigos que aparecen y desaparecen, o - desaparecemos- como el Guadiana. Pero están ahí. De repente, te juntas, y tienes la sensación clara, cristalina, de que aunque haya pasado algo de tiempo, en realidad no ha pasado nada. Siguen igual, con los hombros apoyados, abrazos generosos... amistad.
Ser amigo implica lealtad. La lealtad no es jugar a interesarse, o creer que se tiene la confianza como para perder los papeles. Lealtad es respeto, y saber quien es tu amig@.
A lo largo de mi vida, -como en la de todos- pasa mucha gente, y uno tiene, elige a quien quiere tener cerquita. Dicen que nunca es tarde. Y es verdad. Y nos podemos equivocar, para bien, y para mal.
No suelo ser desconfiado, al revés, creo en la gente, y doy oportunidades, igual que me las dan a mí. También es cierto que todo tiene un límite, y hay cosas que no tocan, y si además no se dan cuenta - cada día veo más gente irreflexiva- les abro una puerta enorme de despedida y cierre.
Pero quedan los buenos. Los geniales. Esos con los que puedes hablar de todo, escuchar, jugar, y seguir haciendo planes juntos.
Es emocionante. Es emocionante que después de tantos años, siga habiendo tantas personas que quieran compartir contigo camino y vida.
Recuerdo también a gente que pasó, y que por mil circunstancias, nos alejamos, l@s recuerdo mucho más de los que ell@s creen.
Todo el mundo te enseña algo. Hasta lo que no quieres, que también es importante.
Con treinta y siete primaveras, uno sigue eligiendo, descartando gente que parecía y no era, o que no parecía y era, y es genial poder coger el móvil, a la hora que sea, el día que sea y decir de verdad, amigo mío.
Al final también te darás cuenta de que los que valen son los de siempre. Que a medida que nos hacemos mayores, hay miles de intereses y gente que en realidad está sola y quiere ocupar su tiempo.
Cuida de los tuyos, abraza fuerte, haz por quedar, y ríe, cree en ellos, y creerán en ti, dí la verdad, verás generosidad, y volverás a casa con una sonrisa genial y el orgullo de haber cuidado algo que quieres.
Be good, my friend!!
Incluso reírse del mundo.
Hay amigos que aparecen y desaparecen, o - desaparecemos- como el Guadiana. Pero están ahí. De repente, te juntas, y tienes la sensación clara, cristalina, de que aunque haya pasado algo de tiempo, en realidad no ha pasado nada. Siguen igual, con los hombros apoyados, abrazos generosos... amistad.
Ser amigo implica lealtad. La lealtad no es jugar a interesarse, o creer que se tiene la confianza como para perder los papeles. Lealtad es respeto, y saber quien es tu amig@.
A lo largo de mi vida, -como en la de todos- pasa mucha gente, y uno tiene, elige a quien quiere tener cerquita. Dicen que nunca es tarde. Y es verdad. Y nos podemos equivocar, para bien, y para mal.
No suelo ser desconfiado, al revés, creo en la gente, y doy oportunidades, igual que me las dan a mí. También es cierto que todo tiene un límite, y hay cosas que no tocan, y si además no se dan cuenta - cada día veo más gente irreflexiva- les abro una puerta enorme de despedida y cierre.
Pero quedan los buenos. Los geniales. Esos con los que puedes hablar de todo, escuchar, jugar, y seguir haciendo planes juntos.
Es emocionante. Es emocionante que después de tantos años, siga habiendo tantas personas que quieran compartir contigo camino y vida.
Recuerdo también a gente que pasó, y que por mil circunstancias, nos alejamos, l@s recuerdo mucho más de los que ell@s creen.
Todo el mundo te enseña algo. Hasta lo que no quieres, que también es importante.
Con treinta y siete primaveras, uno sigue eligiendo, descartando gente que parecía y no era, o que no parecía y era, y es genial poder coger el móvil, a la hora que sea, el día que sea y decir de verdad, amigo mío.
Al final también te darás cuenta de que los que valen son los de siempre. Que a medida que nos hacemos mayores, hay miles de intereses y gente que en realidad está sola y quiere ocupar su tiempo.
Cuida de los tuyos, abraza fuerte, haz por quedar, y ríe, cree en ellos, y creerán en ti, dí la verdad, verás generosidad, y volverás a casa con una sonrisa genial y el orgullo de haber cuidado algo que quieres.
Be good, my friend!!
miércoles, 10 de abril de 2013
Cosas de la calle
Suceden. Ocurren. Acontecen. Pasan.
Cerquita tuyo. Y mío.
Hace tres días, en pleno centro de Zaragoza. Paseo Independencia, para más señas.
Aquella chica lloraba, con el teléfono en la mano. Desconsolada, la cara roja de llevar rato llorando, unos treinta años, guapa, presumida.
No quería mirar a nadie, no quería que nadie la viera, pero era obvio, sabía que todo el mundo la miraba.
Le veía venir desde unos 15 metros. No la conozco de nada.
Lo cierto es que cuando faltaban dos o tres metros para cruzarnos, me miró. A la cara. Directa y clara durante unos segundos. Suficientes.
Triste. Jodida. Con el kleenex arrugado en la otra mano.
Pasó de largo. Pero su mirada, su gesto, dijo mucho más. Miró porque quería decir, gritar, que aquello por lo que lloraba, era tan importante como para pasearse por el meollo de Zaragoza, encontrarse a quien fuera, y que le vieran llorar. Le daba igual. Valía la pena. Es una mujer valiente.
Por supuesto pensé en qué le sucedía. No sé por qué lo asocié rápido al amor. Hice cábalas como hacemos todos cuando vemos por la calle cosas extrañas o sorprendentes.
Me di cuenta de que eso daba igual. Eso era lo de menos.
Lo de más era el coraje, el valor de expresar lo que uno siente. De ponerse el mundo por montera cuando lo importante es el corazón.
Esa chica con la cara roja, los ojos llenos de lágrimas, la expresión jodida y triste, es en realidad, un homenaje al valor de ser uno mismo, lejos de paripés y gilipolleces varias en las que andamos en este mundo. Lejos del qué dirán, y muy cerca de ser uno mismo.
Va por ella, pues, estoy seguro que aquellas lágrimas, más pronto que tarde, se convertirán en una sonrisa preciosa, y devolverle al mundo eso, la mayor de las alegrías diciendo: "fui yo".
Cerquita tuyo. Y mío.
Hace tres días, en pleno centro de Zaragoza. Paseo Independencia, para más señas.
Aquella chica lloraba, con el teléfono en la mano. Desconsolada, la cara roja de llevar rato llorando, unos treinta años, guapa, presumida.
No quería mirar a nadie, no quería que nadie la viera, pero era obvio, sabía que todo el mundo la miraba.
Le veía venir desde unos 15 metros. No la conozco de nada.
Lo cierto es que cuando faltaban dos o tres metros para cruzarnos, me miró. A la cara. Directa y clara durante unos segundos. Suficientes.
Triste. Jodida. Con el kleenex arrugado en la otra mano.
Pasó de largo. Pero su mirada, su gesto, dijo mucho más. Miró porque quería decir, gritar, que aquello por lo que lloraba, era tan importante como para pasearse por el meollo de Zaragoza, encontrarse a quien fuera, y que le vieran llorar. Le daba igual. Valía la pena. Es una mujer valiente.
Por supuesto pensé en qué le sucedía. No sé por qué lo asocié rápido al amor. Hice cábalas como hacemos todos cuando vemos por la calle cosas extrañas o sorprendentes.
Me di cuenta de que eso daba igual. Eso era lo de menos.
Lo de más era el coraje, el valor de expresar lo que uno siente. De ponerse el mundo por montera cuando lo importante es el corazón.
Esa chica con la cara roja, los ojos llenos de lágrimas, la expresión jodida y triste, es en realidad, un homenaje al valor de ser uno mismo, lejos de paripés y gilipolleces varias en las que andamos en este mundo. Lejos del qué dirán, y muy cerca de ser uno mismo.
Va por ella, pues, estoy seguro que aquellas lágrimas, más pronto que tarde, se convertirán en una sonrisa preciosa, y devolverle al mundo eso, la mayor de las alegrías diciendo: "fui yo".
martes, 2 de abril de 2013
¿Y si fueras...?
Quién no ha jugado a aquello de "¿y si fueras...?" Me pasó hace poquito, con unos chavales que no conozco, les vi jugando, y me dio que pensar...
He escuchado muchas veces - jugando a y si fueras...- hablar de delfines, pájaros - un águila, dicen- o caballos. Casi todos son baluartes de la libertad. Todo el mundo quiere eso en el fondo. Libertad. Jóvenes y mayores.
¿Libertad para qué?. ¿Hoy no eres libre?.
Para gritar. Para ir y no volver. Para ver. Para no tener una obligación. Para reír... Eso suelen decir.
La verdad es que el destino, en el que estés hoy, lo has elegido tú. Lo elegimos cada día. Lo único que no elegiste fue a tu familia. A tus padres y hermanos. No sé por qué la gente piensa que hace años que lo eligió, y cree que ahora no son más que esclavos de aquellas decisiones. No es cierto. Lo eliges hoy. Ahora.
De hecho, ahora mismo, mientras lees esto, has elegido hacerlo, has elegido este momento, en el lugar que estés, igual que elegiste a tus amigos, a tu pareja o tus estudios.
No me hables de excusas. No me digas que fuiste muy joven e inconsciente para elegir algunas cosas. Hoy no lo eres, y has seguido eligiendo eso. No, tampoco me hables de que ya es tarde. Me da igual la edad que tengas.
Tu libertad es ahora.
Lo cierto es que la vida son decisiones. Pequeñas y grandes. Una decisión conlleva acción. Siempre. Porque si no lo haces, si no tomas una decisión, si no optas por algo, tus sueños, tus sentimientos, se quedarán en eso. En pompas de jabón que acompañan una vida que, te recuerdo, sólo se vive una vez.
A veces se pierde, amigo mío. Sí. Pero sólo si decides.
Puedes dejarte llevar. Cierto. Y entonces perderás siempre.
Da igual cuanto tiempo quieras hacerlo. Cuanto intentes aguantar la careta y la mentira. De ti mismo no te puedes escapar. Nunca.
Sigo soñando, sigo queriendo sentir de verdad, y en eso, sí quiero seguir siendo un Loco Capitán, el día que no luche por mis sueños, que no tome decisiones, y no arriesgue, no seré yo.
Para ganar hace falta eso.
No dejes que suceda lo contrario. Es tu libertad.
Te propongo un juego :)
¿Y si fueras tú?
He escuchado muchas veces - jugando a y si fueras...- hablar de delfines, pájaros - un águila, dicen- o caballos. Casi todos son baluartes de la libertad. Todo el mundo quiere eso en el fondo. Libertad. Jóvenes y mayores.
¿Libertad para qué?. ¿Hoy no eres libre?.
Para gritar. Para ir y no volver. Para ver. Para no tener una obligación. Para reír... Eso suelen decir.
La verdad es que el destino, en el que estés hoy, lo has elegido tú. Lo elegimos cada día. Lo único que no elegiste fue a tu familia. A tus padres y hermanos. No sé por qué la gente piensa que hace años que lo eligió, y cree que ahora no son más que esclavos de aquellas decisiones. No es cierto. Lo eliges hoy. Ahora.
De hecho, ahora mismo, mientras lees esto, has elegido hacerlo, has elegido este momento, en el lugar que estés, igual que elegiste a tus amigos, a tu pareja o tus estudios.
No me hables de excusas. No me digas que fuiste muy joven e inconsciente para elegir algunas cosas. Hoy no lo eres, y has seguido eligiendo eso. No, tampoco me hables de que ya es tarde. Me da igual la edad que tengas.
Tu libertad es ahora.
Lo cierto es que la vida son decisiones. Pequeñas y grandes. Una decisión conlleva acción. Siempre. Porque si no lo haces, si no tomas una decisión, si no optas por algo, tus sueños, tus sentimientos, se quedarán en eso. En pompas de jabón que acompañan una vida que, te recuerdo, sólo se vive una vez.
A veces se pierde, amigo mío. Sí. Pero sólo si decides.
Puedes dejarte llevar. Cierto. Y entonces perderás siempre.
Da igual cuanto tiempo quieras hacerlo. Cuanto intentes aguantar la careta y la mentira. De ti mismo no te puedes escapar. Nunca.
Sigo soñando, sigo queriendo sentir de verdad, y en eso, sí quiero seguir siendo un Loco Capitán, el día que no luche por mis sueños, que no tome decisiones, y no arriesgue, no seré yo.
Para ganar hace falta eso.
No dejes que suceda lo contrario. Es tu libertad.
Te propongo un juego :)
¿Y si fueras tú?
miércoles, 20 de marzo de 2013
Ojos de Luz
Una terraza de ésas bien puestas en una ciudad grande. Cerradita. Musiquita para estar animado y poder hablar.
Estamos dos en la mesa. Charlando. A lo nuestro.
Notas alrededor silencios raros, no reparas por qué, estás a otra cosa. Hasta que llega. Sucede en todas las ciudades de España, todos los días, miles de veces.
Se acerca una mujer, vestida razonablemente bien, aunque se nota que la ropa tiene años y paseos, tiene bancos, cajeros, y Dios sabe qué. Es una mujer limpia, guapísima, antaño presumida, se nota en sus gestos y en la manera de colocarse el pelo.
Sus ojos azules se clavan. Son preciosos, y más que sus ojos, una mirada limpia, clara, que aún con la que le está cayendo, ofrece una sonrisa, después de miles de "no tengo nada", miles de mentiras nuestras, de la sociedad, que somos nosotros, ella nos devuelve una sonrisa.
Me quedo embobado mirándola. Los dos nos quedamos prendados de ella.
Es muy educada al hablar. No quiere incomodar, dice. Comienza hablándonos de su hija de 8 años, ella tiene 43. Divorciada hace 4. Vive con su hija en la casa de una amiga de la infancia.
Es un detalle importante, que hoy, después de tanto, hayan seguido manteniendo la amistad, la fidelidad, saber perdonar durante todos esos años, y salir de casa, sabiendo que tienes una amiga, una amiga de verdad, con las letras bien grandes. Dice mucho de ambas.
Aquella mujer decía la verdad. Eso pensé. Y le invité a que se sentara con nosotros. Quería escuchar su historia. Quería ver que hay allá dentro, para después de todo lo que lleva encima, todo lo vivido y sufrido, consiga rodearte con su mirada y cobijarte con su sonrisa.
Se llama Luz.
No quería comer nada, -decía-, prefiero que me des lo que cuesta y que coma mi niña.
No hicimos mucho caso a eso, y aunque era testaruda, accedió a tomar algo con nosotros.
No es una persona que le guste contar su vida, no quiere dar pena, quiere salir adelante, quiere luchar por lo que ama, hasta el final. Curioso escuchar eso en estos días.
Su ex marido la dejó hace 3 años. Se fue con una compañera, a la que dejó también al año. Le dejó sin nada. Y nada es nada. Aún sonríe más y mira al cielo cuando dice "aún no sé como tengo a la niña...". Cuando habla de su hija, sus ojos, su brillo aún se hacen más fuertes, aprieta las manos, como queriendo abrazarle en la distancia. Se ilumina, y es que el amor tiene eso, ilumina, radia, provoca esa plenitud genial.
Ella era responsable de marketing en una empresa mediana, una persona confiada, que amaba a la persona con la que se casó, y nunca miró ni desconfió de cuentas y deudas.
Cuando hablaba de él, jamás le criticaba, sólo le daba pena. Le daba pena que no viviera la vida de su hija, que no viviera lo felices que fueron.
Al final sentencia " si hizo eso,jamás me amó". Y te mira, con seguridad, apretando dientes, maldiciéndose al haberle dado los mejores años de su vida.
Le cogí la mano. Su cara cambió. Era como si nunca le hubieran acariciado, cerró los ojos, apretó, no quería soltarse, ni yo tampoco.
Es una persona cultivada, se puede hablar de todo, emanaba bondad y comprensión, hablaba del mundo, de las diferentes situaciones que pasa la gente, intentaba razonar como se llega a según que sitios, a según que estados, basándose en su vida, y en la de unas cuantas personas que ve todos los días en el comedor de Cáritas. Son sus amigas. Sus padres murieron, y sin hermanos. Muchos amigos le han ayudado, y le ayudan, pero todo el mundo está pasando malas rachas, dice. Gente del barrio les lleva la cena. Y ella se ofrece a limpiar sus casas.
Es trabajadora, lo dicen sus manos, y su pasión hablando de marketing.
Estuvo cerca de dos horas. Nos hubiéramos quedado mil, pero había que recoger a la niña, la niña de sus ojos.
Me gustaría hablar con esa niña dentro de unos cuantos años. Me gustaría poder explicarle que tiene una madre espectacular de verdad, contarle que cuando hablaba de ella se le iluminaba la vida, decirle detenidamente cuantas horas, mesas, plazas con rodillas al suelo y gente tuvo que mirar a los ojos pidiendo ayuda para su niña. Que pensaba por y para ella. Por y para su hija. Siempre. Una mujer y madre ejemplar.
Con esa madre, una madre que inculca valores con hechos, estoy seguro de que su hija, será una gran persona, de ésas que cuando les cuentas todo eso, sonriendo, con los ojos de su madre, te dice que ya lo sabe, y que por eso le regala su vida.
Estoy seguro de que a las dos les irá bien. Convencido de que los buenos sentimientos, el amar así y dar todo, luchar hasta el final, sólo puede llevar a puertos que se llamen felicidad.
Cada día, nosotros nos enfrentamos a la vida, quejándonos, dando a medias, mientras ella le sonríe y lucha, lucha de verdad por algo que jamás, nunca, nadie podrá comprar.
Uno se queda con la sensación alucinante y se pregunta que hay en esa persona para tener esa generosidad, esa lección de vida andante... y lo que resulta, es que sólo hay una respuesta: AMOR.
Hoy por la noche estarás con tu niña, te imagino abrazándola fuerte en el sofá marrón, mirando los deberes del cole, después le contarás un cuento y haciéndole reír. Felicidad.
Gracias, Luz.
Estamos dos en la mesa. Charlando. A lo nuestro.
Notas alrededor silencios raros, no reparas por qué, estás a otra cosa. Hasta que llega. Sucede en todas las ciudades de España, todos los días, miles de veces.
Se acerca una mujer, vestida razonablemente bien, aunque se nota que la ropa tiene años y paseos, tiene bancos, cajeros, y Dios sabe qué. Es una mujer limpia, guapísima, antaño presumida, se nota en sus gestos y en la manera de colocarse el pelo.
Sus ojos azules se clavan. Son preciosos, y más que sus ojos, una mirada limpia, clara, que aún con la que le está cayendo, ofrece una sonrisa, después de miles de "no tengo nada", miles de mentiras nuestras, de la sociedad, que somos nosotros, ella nos devuelve una sonrisa.
Me quedo embobado mirándola. Los dos nos quedamos prendados de ella.
Es muy educada al hablar. No quiere incomodar, dice. Comienza hablándonos de su hija de 8 años, ella tiene 43. Divorciada hace 4. Vive con su hija en la casa de una amiga de la infancia.
Es un detalle importante, que hoy, después de tanto, hayan seguido manteniendo la amistad, la fidelidad, saber perdonar durante todos esos años, y salir de casa, sabiendo que tienes una amiga, una amiga de verdad, con las letras bien grandes. Dice mucho de ambas.
Aquella mujer decía la verdad. Eso pensé. Y le invité a que se sentara con nosotros. Quería escuchar su historia. Quería ver que hay allá dentro, para después de todo lo que lleva encima, todo lo vivido y sufrido, consiga rodearte con su mirada y cobijarte con su sonrisa.
Se llama Luz.
No quería comer nada, -decía-, prefiero que me des lo que cuesta y que coma mi niña.
No hicimos mucho caso a eso, y aunque era testaruda, accedió a tomar algo con nosotros.
No es una persona que le guste contar su vida, no quiere dar pena, quiere salir adelante, quiere luchar por lo que ama, hasta el final. Curioso escuchar eso en estos días.
Su ex marido la dejó hace 3 años. Se fue con una compañera, a la que dejó también al año. Le dejó sin nada. Y nada es nada. Aún sonríe más y mira al cielo cuando dice "aún no sé como tengo a la niña...". Cuando habla de su hija, sus ojos, su brillo aún se hacen más fuertes, aprieta las manos, como queriendo abrazarle en la distancia. Se ilumina, y es que el amor tiene eso, ilumina, radia, provoca esa plenitud genial.
Ella era responsable de marketing en una empresa mediana, una persona confiada, que amaba a la persona con la que se casó, y nunca miró ni desconfió de cuentas y deudas.
Cuando hablaba de él, jamás le criticaba, sólo le daba pena. Le daba pena que no viviera la vida de su hija, que no viviera lo felices que fueron.
Al final sentencia " si hizo eso,jamás me amó". Y te mira, con seguridad, apretando dientes, maldiciéndose al haberle dado los mejores años de su vida.
Le cogí la mano. Su cara cambió. Era como si nunca le hubieran acariciado, cerró los ojos, apretó, no quería soltarse, ni yo tampoco.
Es una persona cultivada, se puede hablar de todo, emanaba bondad y comprensión, hablaba del mundo, de las diferentes situaciones que pasa la gente, intentaba razonar como se llega a según que sitios, a según que estados, basándose en su vida, y en la de unas cuantas personas que ve todos los días en el comedor de Cáritas. Son sus amigas. Sus padres murieron, y sin hermanos. Muchos amigos le han ayudado, y le ayudan, pero todo el mundo está pasando malas rachas, dice. Gente del barrio les lleva la cena. Y ella se ofrece a limpiar sus casas.
Es trabajadora, lo dicen sus manos, y su pasión hablando de marketing.
Estuvo cerca de dos horas. Nos hubiéramos quedado mil, pero había que recoger a la niña, la niña de sus ojos.
Me gustaría hablar con esa niña dentro de unos cuantos años. Me gustaría poder explicarle que tiene una madre espectacular de verdad, contarle que cuando hablaba de ella se le iluminaba la vida, decirle detenidamente cuantas horas, mesas, plazas con rodillas al suelo y gente tuvo que mirar a los ojos pidiendo ayuda para su niña. Que pensaba por y para ella. Por y para su hija. Siempre. Una mujer y madre ejemplar.
Con esa madre, una madre que inculca valores con hechos, estoy seguro de que su hija, será una gran persona, de ésas que cuando les cuentas todo eso, sonriendo, con los ojos de su madre, te dice que ya lo sabe, y que por eso le regala su vida.
Estoy seguro de que a las dos les irá bien. Convencido de que los buenos sentimientos, el amar así y dar todo, luchar hasta el final, sólo puede llevar a puertos que se llamen felicidad.
Cada día, nosotros nos enfrentamos a la vida, quejándonos, dando a medias, mientras ella le sonríe y lucha, lucha de verdad por algo que jamás, nunca, nadie podrá comprar.
Uno se queda con la sensación alucinante y se pregunta que hay en esa persona para tener esa generosidad, esa lección de vida andante... y lo que resulta, es que sólo hay una respuesta: AMOR.
Hoy por la noche estarás con tu niña, te imagino abrazándola fuerte en el sofá marrón, mirando los deberes del cole, después le contarás un cuento y haciéndole reír. Felicidad.
Gracias, Luz.
lunes, 11 de marzo de 2013
En cada mirada se me va...
A veces aparece. Así, sin más. En lugares que no vienen a cuento. Es una canción. Una canción que he cantado a dúo mil veces, todas especiales, mientras miraba y me miraban embobad@ con una felicidad brutal.
Me pasó el domingo. Te quedas quieto, te evades de donde estés, aunque haya 1000 personas cerca hablándote. Viajas hasta allá, es como un milagro pequeñito que te lleva siempre a una sonrisa de las de verdad desde el corazón. :)
" En cada mirada se me va, cada abrazo un laberinto que nunca desharé, cada silencio eternidad y cada noche hay un secreto que me das... "
Pensé en esto por los recuerdos.
La mente es maravillosa y guarda cosas increíbles. Recuerdo muchas cosas de cuando era un enano, recuerdo sensaciones, y olores, chispazos geniales de momentos únicos que acompañan a este Capitán.
Ya mayor, el olor a playa, a sábanas, los amigos, Donosti, la carretera y el viento, mis padres, la sensación de la piel de gallina, imágenes desde arriba, flashes de caricias, silencios geniales, barniz en la terraza, hombros compartidos, soñar con el fin de semana, o con un sofá y una manta, el olor de las manos, sol y contemplar, risas, y sentir cosquillas en la tripa...
No es cuestión de acumular experiencias, es cuestión de sacar la esencia de esas experiencias. De saber hasta donde eres capaz de vivir, de sentir...
Mi recuerdo más lejano es en la guardería. Con mi hermana al lado, en el comedor, poniendo el plato encima de un vaso de esos que eran naranjas, y que todos teníamos en casa mientras la profe nos servía. Recuerdo el olor de la bata.
Debería haber un cajón en nuestra mesilla, de donde poder coger recuerdos, poderlos sentir, y volver a refrescar esa esencia que un día te enseñó.
No es cuestión de vivir de los recuerdos, no quiero, pero somos lo que fuimos.
Hay personas que tienen miedo. Miedo a recordar, miedo a decirse la verdad, de algo que está ahí.
Es un error. ¿Para qué esconderse? ¿Acaso no es mejor verlo, reflexionar, pensar y enfrentarse, que quizá te confundiste? Cuesta hacerlo, lo que cuesta no ser orgulloso ni engañarse a uno mismo. Nunca es tarde para aprender y rectificar.
Hay otros recuerdos, mucho más cercanos en el tiempo, y sin embargo parecen que hayan pasado siglos, de ésos que te gustaría estirar el dedo y volver a tocar, aunque sólo fuera un segundo para estar allá, en el cielo y gritar al mundo todo lo que merece la pena.
Estamos hechos de recuerdos, de vivencias, tenemos que luchar por guardarlas, no vaya a ser que un día, nos demos cuenta, que hemos sido unos ladrones, ladrones de nuestra propia vida.
Me pasó el domingo. Te quedas quieto, te evades de donde estés, aunque haya 1000 personas cerca hablándote. Viajas hasta allá, es como un milagro pequeñito que te lleva siempre a una sonrisa de las de verdad desde el corazón. :)
" En cada mirada se me va, cada abrazo un laberinto que nunca desharé, cada silencio eternidad y cada noche hay un secreto que me das... "
Pensé en esto por los recuerdos.
La mente es maravillosa y guarda cosas increíbles. Recuerdo muchas cosas de cuando era un enano, recuerdo sensaciones, y olores, chispazos geniales de momentos únicos que acompañan a este Capitán.
Ya mayor, el olor a playa, a sábanas, los amigos, Donosti, la carretera y el viento, mis padres, la sensación de la piel de gallina, imágenes desde arriba, flashes de caricias, silencios geniales, barniz en la terraza, hombros compartidos, soñar con el fin de semana, o con un sofá y una manta, el olor de las manos, sol y contemplar, risas, y sentir cosquillas en la tripa...
No es cuestión de acumular experiencias, es cuestión de sacar la esencia de esas experiencias. De saber hasta donde eres capaz de vivir, de sentir...
Mi recuerdo más lejano es en la guardería. Con mi hermana al lado, en el comedor, poniendo el plato encima de un vaso de esos que eran naranjas, y que todos teníamos en casa mientras la profe nos servía. Recuerdo el olor de la bata.
Debería haber un cajón en nuestra mesilla, de donde poder coger recuerdos, poderlos sentir, y volver a refrescar esa esencia que un día te enseñó.
No es cuestión de vivir de los recuerdos, no quiero, pero somos lo que fuimos.
Hay personas que tienen miedo. Miedo a recordar, miedo a decirse la verdad, de algo que está ahí.
Es un error. ¿Para qué esconderse? ¿Acaso no es mejor verlo, reflexionar, pensar y enfrentarse, que quizá te confundiste? Cuesta hacerlo, lo que cuesta no ser orgulloso ni engañarse a uno mismo. Nunca es tarde para aprender y rectificar.
Hay otros recuerdos, mucho más cercanos en el tiempo, y sin embargo parecen que hayan pasado siglos, de ésos que te gustaría estirar el dedo y volver a tocar, aunque sólo fuera un segundo para estar allá, en el cielo y gritar al mundo todo lo que merece la pena.
Estamos hechos de recuerdos, de vivencias, tenemos que luchar por guardarlas, no vaya a ser que un día, nos demos cuenta, que hemos sido unos ladrones, ladrones de nuestra propia vida.
domingo, 10 de marzo de 2013
Esa ronda la pago yo!
La semana pasada os contaba que os haría caso, e iba a dar un empujón al blog para estar más cerca de mucha gente. :)
Me habéis enviado varias ideas. Una me gusta especialmente, - gracias María- sobre todo porque es algo que muchos lo habéis dicho en comentarios, personalmente o por mail.
"Un día voy a escribir un blog" "Quiero escribir también" " Yo pondría..." en fin, un montón de estos.
Pues bien. Os doy mi blog. :)
Me parece genial que podáis decir lo que os de la gana, de lo que sea, quien sea. Me encantaría que otros "bloggeros" amigos también participaran por aquí, en otro foro distinto, con otra audiencia, y experimentar algo nuevo.
¿Cómo?. Fácil. Podéis escribir de lo que os salga, lo que os de la gana, con tan sólo una premisa, las normas elementales de educación. Tema, el que os apetezca. ¿Extensión? Da igual, 2 líneas que 600, lo importante es decir algo, lo que se siente.
Me envías un mail con el texto, y lo colgaré.
Mi mail: ljguenechea@orange.es
Cuando publique el post, me indicaréis si tenéis problema en que diga quien lo escribe. Se puede usar seudónimo, o simplemente, anónimo, o vuestro nombre, claro.
Ahora puedes hacer dos cosas, echarle valor y decir lo que sientes... o quedarte ahí mirando el ordenador y pasar de una nueva experiencia.
Besos y abrazos. :)
Me habéis enviado varias ideas. Una me gusta especialmente, - gracias María- sobre todo porque es algo que muchos lo habéis dicho en comentarios, personalmente o por mail.
"Un día voy a escribir un blog" "Quiero escribir también" " Yo pondría..." en fin, un montón de estos.
Pues bien. Os doy mi blog. :)
Me parece genial que podáis decir lo que os de la gana, de lo que sea, quien sea. Me encantaría que otros "bloggeros" amigos también participaran por aquí, en otro foro distinto, con otra audiencia, y experimentar algo nuevo.
¿Cómo?. Fácil. Podéis escribir de lo que os salga, lo que os de la gana, con tan sólo una premisa, las normas elementales de educación. Tema, el que os apetezca. ¿Extensión? Da igual, 2 líneas que 600, lo importante es decir algo, lo que se siente.
Me envías un mail con el texto, y lo colgaré.
Mi mail: ljguenechea@orange.es
Cuando publique el post, me indicaréis si tenéis problema en que diga quien lo escribe. Se puede usar seudónimo, o simplemente, anónimo, o vuestro nombre, claro.
Ahora puedes hacer dos cosas, echarle valor y decir lo que sientes... o quedarte ahí mirando el ordenador y pasar de una nueva experiencia.
Besos y abrazos. :)
martes, 5 de marzo de 2013
Canta, baila,ama...siente de verdad!!
Os voy a hacer caso. :) Vamos a darle al blog un empujón, me apetece estar más cerca de mucha gente, y me he propuesto hacer un post semanal, los miércoles será un buen día.
Y no. No voy a hablar a entrar en cosas que no tocan. Una persona no es lo que dice, es lo que hace. En todo. Que cada uno aguante lo que le toca. Que no es poco. Mejor ir con la cabeza alta y el corazón limpio.
Dicho esto... (Léase despacio)
Cuatro días de "retiro" dan para mucho, muchísimo. Retirarse y perspectivas. Nuevos proyectos profesionales, para asumir con fuerza, dándolo todo de verdad, y el mayor reto del mundo, seguir siendo feliz en el horizonte.
Que vengan a veces mal dadas, - nadie dijo que esto de la vida fuera fácil- es, a veces, como refrescarte la cara con agua de río helada, al principio duele, luego llega la tonificación, el despejar de la mente y mirar con otros ojos. Renovación genial.
Hay pocas cosas que me gusten más que cantar, bailar - intentarlo al menos ;-)- en un coche, en una carretera perdida, y haciendo dúos de vida, y risas.
Vivía esto cuando recordé lo importante que son los millones de pequeños detalles que hacen de verdad que esta vida sea más vida... fuera del paripé y el qué dirán, fuera de las cosas ridículas que se ven por ahí, pensando casi siempre en el escaparate, y no viendo más allá del día siguiente o esa misma tarde. Una pena.
Bailar en medio de una calle. La gente te mira. Luego sonríe. Gritar te quiero en un paso de cebra... la gente se sorprende y luego ríen. Se sorprenden, primero porque haya gente que siento eso de esa forma, con esa intensidad, que muchas veces sólo conocen por el cine. No estamos acostumbrados a darnos, a decir lo que se siente, la gente se guarda en mil formas estúpidas que hacen de la rutina su base.
Lo respeto, hay gente que le gusta eso, rutina, pero a otros, a otros nos gusta emocionarnos, ilusionarnos a tope, sentir cosquillas en el estómago, que hacer algo especial, sea eso, especial... la rutina no va con nosotros, y al final, la rechazas, siempre. Más pronto o más tarde.
Claro que para bailar en plena calle, gritar te quiero, o te echo de menos, o lo que nos salga, tiene que pasar eso, que nos salga, sentirlo desde lo más hondo. Eso es lo fantástico de la vida. Sentir eso. No decirlo por decir y jugar con las personas. Sentirlo. No vayamos a engañarnos también en eso que ya sería el colmo.
Si piensas en cosas ridículas que hacemos o vemos durante el día, no te puede dar otra cosa más que la risa. Hay cosas que cantan mucho, demasiado. No voy a empezar a decir el borbotón que me sale de cosas ridículas, pero piénsalo bien, fíjate. Es alucinante.
Parar de repente en un restaurante de pueblo, de ésos de piedra y madera, donde la oronda señora te atiende con sus mejillas rojas y su sonrisa campechana. Entrar cantando, y terminar con 2 botellas de agua, cafés, fuego y mil risas como testigos de que aquello sucedió, es real, y ante eso no te puedes engañar. Es vida. Con mayúsculas.
Son detalles de vida, de ésos que recuerdas de verdad, en el corazón. Esas sensaciones, en las que uno, un día cualquiera cierra los ojos, y vienen como una luz, paz y plenitud absoluta. Todos hemos vivido un montón, y puedes tener la tentación, por mil razones, de que aquello es mejor borrarlo. Error. Mentira. A lo vivido de una manera bestial y lo que se siente y has sentido, jamás podremos escaparnos, es imposible.
La sonrisa constante en la cara, la tripa locuela, el brillo de los ojos, la naturalidad, el ser tú, son compañeros del viaje más alucinante, de la mayor y mejor Historia jamás contada. Esa es la mía. La he vivido toda. Y quiero seguir viviéndola.
Por eso, por todo eso; quiero invitarte a cantar, a bailar, a amar de verdad, a no escapar, a sentir, a ser valiente hasta el infinito y salir por la puerta de tu casa con unas ganas increíbles de comerte el mundo, para una vida espectacular.
Canta, baila, ama... siente de verdad!!! :) :) :)
Y no. No voy a hablar a entrar en cosas que no tocan. Una persona no es lo que dice, es lo que hace. En todo. Que cada uno aguante lo que le toca. Que no es poco. Mejor ir con la cabeza alta y el corazón limpio.
Dicho esto... (Léase despacio)
Cuatro días de "retiro" dan para mucho, muchísimo. Retirarse y perspectivas. Nuevos proyectos profesionales, para asumir con fuerza, dándolo todo de verdad, y el mayor reto del mundo, seguir siendo feliz en el horizonte.
Que vengan a veces mal dadas, - nadie dijo que esto de la vida fuera fácil- es, a veces, como refrescarte la cara con agua de río helada, al principio duele, luego llega la tonificación, el despejar de la mente y mirar con otros ojos. Renovación genial.
Hay pocas cosas que me gusten más que cantar, bailar - intentarlo al menos ;-)- en un coche, en una carretera perdida, y haciendo dúos de vida, y risas.
Vivía esto cuando recordé lo importante que son los millones de pequeños detalles que hacen de verdad que esta vida sea más vida... fuera del paripé y el qué dirán, fuera de las cosas ridículas que se ven por ahí, pensando casi siempre en el escaparate, y no viendo más allá del día siguiente o esa misma tarde. Una pena.
Bailar en medio de una calle. La gente te mira. Luego sonríe. Gritar te quiero en un paso de cebra... la gente se sorprende y luego ríen. Se sorprenden, primero porque haya gente que siento eso de esa forma, con esa intensidad, que muchas veces sólo conocen por el cine. No estamos acostumbrados a darnos, a decir lo que se siente, la gente se guarda en mil formas estúpidas que hacen de la rutina su base.
Lo respeto, hay gente que le gusta eso, rutina, pero a otros, a otros nos gusta emocionarnos, ilusionarnos a tope, sentir cosquillas en el estómago, que hacer algo especial, sea eso, especial... la rutina no va con nosotros, y al final, la rechazas, siempre. Más pronto o más tarde.
Claro que para bailar en plena calle, gritar te quiero, o te echo de menos, o lo que nos salga, tiene que pasar eso, que nos salga, sentirlo desde lo más hondo. Eso es lo fantástico de la vida. Sentir eso. No decirlo por decir y jugar con las personas. Sentirlo. No vayamos a engañarnos también en eso que ya sería el colmo.
Si piensas en cosas ridículas que hacemos o vemos durante el día, no te puede dar otra cosa más que la risa. Hay cosas que cantan mucho, demasiado. No voy a empezar a decir el borbotón que me sale de cosas ridículas, pero piénsalo bien, fíjate. Es alucinante.
Parar de repente en un restaurante de pueblo, de ésos de piedra y madera, donde la oronda señora te atiende con sus mejillas rojas y su sonrisa campechana. Entrar cantando, y terminar con 2 botellas de agua, cafés, fuego y mil risas como testigos de que aquello sucedió, es real, y ante eso no te puedes engañar. Es vida. Con mayúsculas.
Son detalles de vida, de ésos que recuerdas de verdad, en el corazón. Esas sensaciones, en las que uno, un día cualquiera cierra los ojos, y vienen como una luz, paz y plenitud absoluta. Todos hemos vivido un montón, y puedes tener la tentación, por mil razones, de que aquello es mejor borrarlo. Error. Mentira. A lo vivido de una manera bestial y lo que se siente y has sentido, jamás podremos escaparnos, es imposible.
La sonrisa constante en la cara, la tripa locuela, el brillo de los ojos, la naturalidad, el ser tú, son compañeros del viaje más alucinante, de la mayor y mejor Historia jamás contada. Esa es la mía. La he vivido toda. Y quiero seguir viviéndola.
Por eso, por todo eso; quiero invitarte a cantar, a bailar, a amar de verdad, a no escapar, a sentir, a ser valiente hasta el infinito y salir por la puerta de tu casa con unas ganas increíbles de comerte el mundo, para una vida espectacular.
Canta, baila, ama... siente de verdad!!! :) :) :)
lunes, 25 de febrero de 2013
Se llama Pablo
Vino a verme el otro día a casa. :) Lo tenía en mis rodillas, en la cama. Hay pocas cosas que den tanto placer que acurrucarte con quien amas.
Mira queriendo aprender todo, observa con ese brillo que sólo da la ilusión y la alegría, el amor sincero que dura siempre, y supongo que se hará mil preguntas del por qué de todo.
Le acariciaba y sonreía. Reía a su manera y paraba rápido. Quería más. Ruidos raros y juegos, eso quería, como todos l@s niñ@s. No hay ilusión en un niñ@ si no se juega con ell@s, les gusta hacer el tonto tirado en el suelo o en una alfombra. Jugar y aprender.
Con la luz tenue, agarraba con fuerza mis dedos con las dos manos, aferrándose así a la seguridad de unas manos fuertes. Tienen instinto de supervivencia, son conscientes de su debilidad.
Le miraba pensando en todo lo que tiene, y todo lo que viene.
Tiene unos padres fantásticos.
Unos padres fantásticos no significa que se preocupen porque siempre tenga un plato en la mesa y esté cuidado.
Significa amor con mayúsculas, siempre, sin distinción, significa darse, generosidad a borbotones, respeto. Significa, un martes cualquiera, a cualquier hora, dar un abrazo y escuchar un verdadero te quiero en el pasillo de casa. Eso lo tiene.
Cuanto más me agarraba, y sonreía, más pensaba en lo que se va encontrar en el camino de la vida. Encontrarás dragones, sentirás el aliento de los cobardes, de los que huyen cuando les vence el interés, te toparás con la mentira, habrá días que sentirás que el mundo se termina, llorarás por amor, y sudarás para abrirte camino en lo profesional.
Pero también habrá miles de cosas por las que reír hasta no poder parar, verás la luz de la amistad, sentirás el hombro sincero de los amigos, escucharás como susurrando, te dicen "te amo", tocarás el cielo, veras brillar tus ojos y sus ojos, vivirás pleno, vivirás el mar, las noches estrelladas, bailar, brindar, conocerás mundo y gentes, acariciaras una mano que te haga sentir cada latido, te acurrucarás como yo te acurruco ahora queriendo que el mundo se pare, soñarás lo que vivas, y vivirás tus sueños.
En todo ese camino, todo, aquí tendrás a un padrino, y un tío, que si quieres, te acompañará de la mano, y un día, puedas decir orgulloso que fuiste tú y luchaste por todo lo que amabas.
Mira queriendo aprender todo, observa con ese brillo que sólo da la ilusión y la alegría, el amor sincero que dura siempre, y supongo que se hará mil preguntas del por qué de todo.
Le acariciaba y sonreía. Reía a su manera y paraba rápido. Quería más. Ruidos raros y juegos, eso quería, como todos l@s niñ@s. No hay ilusión en un niñ@ si no se juega con ell@s, les gusta hacer el tonto tirado en el suelo o en una alfombra. Jugar y aprender.
Con la luz tenue, agarraba con fuerza mis dedos con las dos manos, aferrándose así a la seguridad de unas manos fuertes. Tienen instinto de supervivencia, son conscientes de su debilidad.
Le miraba pensando en todo lo que tiene, y todo lo que viene.
Tiene unos padres fantásticos.
Unos padres fantásticos no significa que se preocupen porque siempre tenga un plato en la mesa y esté cuidado.
Significa amor con mayúsculas, siempre, sin distinción, significa darse, generosidad a borbotones, respeto. Significa, un martes cualquiera, a cualquier hora, dar un abrazo y escuchar un verdadero te quiero en el pasillo de casa. Eso lo tiene.
Cuanto más me agarraba, y sonreía, más pensaba en lo que se va encontrar en el camino de la vida. Encontrarás dragones, sentirás el aliento de los cobardes, de los que huyen cuando les vence el interés, te toparás con la mentira, habrá días que sentirás que el mundo se termina, llorarás por amor, y sudarás para abrirte camino en lo profesional.
Pero también habrá miles de cosas por las que reír hasta no poder parar, verás la luz de la amistad, sentirás el hombro sincero de los amigos, escucharás como susurrando, te dicen "te amo", tocarás el cielo, veras brillar tus ojos y sus ojos, vivirás pleno, vivirás el mar, las noches estrelladas, bailar, brindar, conocerás mundo y gentes, acariciaras una mano que te haga sentir cada latido, te acurrucarás como yo te acurruco ahora queriendo que el mundo se pare, soñarás lo que vivas, y vivirás tus sueños.
En todo ese camino, todo, aquí tendrás a un padrino, y un tío, que si quieres, te acompañará de la mano, y un día, puedas decir orgulloso que fuiste tú y luchaste por todo lo que amabas.
lunes, 18 de febrero de 2013
Sol y brisa
Vale. Lo reconozco. El mar me emociona. :)
Hay pocas cosas en la vida que me alucinen tanto. Y más, cuando te encuentras con ella, con la mar, de una manera inesperada. De repente, aparece. Ahí está, inmensa, fuerte, preciosa, alegre y con millones de historias que contar.
Uno tenía sus planes para estos días... una llamada, una voz amiga, y se cambian, esas cosas que surgen geniales, naturales, no había destino, el destino era escuchar, compartir, perspectiva, madurez, diversión...
¿Qué tiene el mar? Qué tiene, para que, a lo largo de toda la Historia de la humanidad, toda, haya enamorado, emocionado, se hayan escrito canciones, millones de libros, películas, y mil poemas de amantes que a través de la distancia o no, contemplan un amanecer o un atardecer que baña la sal y la brisa, y que será guardado en sus ojos empapados durante el resto de sus vidas.
Muchas veces me he quedado horas contemplando el mar. En muchos lugares, y reconozco que Donosti es especial, pero esta vez no hizo falta ir hasta allá.
Al mirar al mar, vienen, como mareas, millones de pensamientos, situaciones, unas lejanas y otras que aún están ahí, vivas, algunas sonríes y otras, otras; duelen allá en la tripa, donde está el alma.
Vuelas por encima del mar, queriendo llegar a preguntar que más nos va a regalar esta brava mar que llamamos vida, reflexionas hasta el final, desnudándote y sacando lo grande y lo menos bueno que hay en ti.
Aún ahondas más en lo que de verdad importa en la vida, ni por todo el oro del mundo renuncio a mi, a emocionarme con alguien, a sentir un abrazo espectacular, a que se me ponga la piel de gallina con sólo tocarme, a reír a borbotones, a amar de una manera brutal, y cuando toca llorar, hacerlo cogiendo una mano fuerte y unos ojos que brillan hasta la locura.
El mar - la mar - te mira. Sabe que estás ahí.
También es dura, hay cosas que has de mejorar, pero eso es lo importante, primero saberlo, y querer arreglarlo. Lo demás es fuerza, y paciencia.
Vienen y van recuerdos de amig@s y familia, olores geniales que te recuerdan historias vividas, miras orgulloso el horizonte, va atardeciendo del todo y le pides fuerza, fuerza para amar de verdad, para no ser egoísta, para no olvidar que no me quiero perder ni un minuto de mucha gente, vienen y van sueños cumplidos y otros que tocas ya casi con la punta de los dedos...
Pasan horas como si fueran segundos. Es como cuando estás genial con alguien, no una vez ni cien, millones de veces.
Al cabo del tiempo, tocan tu pelo, acarician la cara, y miras para comprobar que el mar te manda una tremenda sonrisa, la de una amiga, por ejemplo, y te susurra un "te quiero mucho" de ésos de verdad, de amistad.
Quedan las huellas en la arena, caminas despacio, el sol te baña por última vez, y giras la cabeza, despidiéndote de ella, - de la mar- y agradeciendo todo lo que te ha dado, sales con la cabeza alta, orgulloso de uno mismo, con esos galones de Capitán dispuesto a la mayor de las luchas, a dar todo por quien merece la pena.
Quizás te suceda como a mí, y al día siguiente, montando a caballo, veas que el mar se ha transformado en árboles, paisajes y animales, pero esa historia... esa historia te la cuento otro día. :)
Si te confundes, rectifica, si haces daño pide perdón, lucha, ten paciencia y gánate el amor dando amor.
Hay pocas cosas en la vida que me alucinen tanto. Y más, cuando te encuentras con ella, con la mar, de una manera inesperada. De repente, aparece. Ahí está, inmensa, fuerte, preciosa, alegre y con millones de historias que contar.
Uno tenía sus planes para estos días... una llamada, una voz amiga, y se cambian, esas cosas que surgen geniales, naturales, no había destino, el destino era escuchar, compartir, perspectiva, madurez, diversión...
¿Qué tiene el mar? Qué tiene, para que, a lo largo de toda la Historia de la humanidad, toda, haya enamorado, emocionado, se hayan escrito canciones, millones de libros, películas, y mil poemas de amantes que a través de la distancia o no, contemplan un amanecer o un atardecer que baña la sal y la brisa, y que será guardado en sus ojos empapados durante el resto de sus vidas.
Muchas veces me he quedado horas contemplando el mar. En muchos lugares, y reconozco que Donosti es especial, pero esta vez no hizo falta ir hasta allá.
Al mirar al mar, vienen, como mareas, millones de pensamientos, situaciones, unas lejanas y otras que aún están ahí, vivas, algunas sonríes y otras, otras; duelen allá en la tripa, donde está el alma.
Vuelas por encima del mar, queriendo llegar a preguntar que más nos va a regalar esta brava mar que llamamos vida, reflexionas hasta el final, desnudándote y sacando lo grande y lo menos bueno que hay en ti.
Aún ahondas más en lo que de verdad importa en la vida, ni por todo el oro del mundo renuncio a mi, a emocionarme con alguien, a sentir un abrazo espectacular, a que se me ponga la piel de gallina con sólo tocarme, a reír a borbotones, a amar de una manera brutal, y cuando toca llorar, hacerlo cogiendo una mano fuerte y unos ojos que brillan hasta la locura.
El mar - la mar - te mira. Sabe que estás ahí.
También es dura, hay cosas que has de mejorar, pero eso es lo importante, primero saberlo, y querer arreglarlo. Lo demás es fuerza, y paciencia.
Vienen y van recuerdos de amig@s y familia, olores geniales que te recuerdan historias vividas, miras orgulloso el horizonte, va atardeciendo del todo y le pides fuerza, fuerza para amar de verdad, para no ser egoísta, para no olvidar que no me quiero perder ni un minuto de mucha gente, vienen y van sueños cumplidos y otros que tocas ya casi con la punta de los dedos...
Pasan horas como si fueran segundos. Es como cuando estás genial con alguien, no una vez ni cien, millones de veces.
Al cabo del tiempo, tocan tu pelo, acarician la cara, y miras para comprobar que el mar te manda una tremenda sonrisa, la de una amiga, por ejemplo, y te susurra un "te quiero mucho" de ésos de verdad, de amistad.
Quedan las huellas en la arena, caminas despacio, el sol te baña por última vez, y giras la cabeza, despidiéndote de ella, - de la mar- y agradeciendo todo lo que te ha dado, sales con la cabeza alta, orgulloso de uno mismo, con esos galones de Capitán dispuesto a la mayor de las luchas, a dar todo por quien merece la pena.
Quizás te suceda como a mí, y al día siguiente, montando a caballo, veas que el mar se ha transformado en árboles, paisajes y animales, pero esa historia... esa historia te la cuento otro día. :)
Si te confundes, rectifica, si haces daño pide perdón, lucha, ten paciencia y gánate el amor dando amor.
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martes, 5 de febrero de 2013
Fue en una cocina...
Nos acompañaban rosquillas hechas en casa y café. Una tarde divertida donde compartir momentos, esas cosas que salen de repente y me encantan. Personas animadas con ganas de compartir cosas pequeñitas pero enormes en el fondo.
Ya fue al calor del café y las rosquillas, sentados en la mesa de una cocina. Allí fue.
Cuando uno está a gusto, y allá estábamos tres, las conversaciones brotan de lo más nimio a lo más trascendente, así, sin más, con la naturalidad de una sonrisa o un abrazo. Momentos geniales.
Escuchar a alguien con sus setenta primaveras bien cumplidas decir que hay un montón de cosas en la vida, que probablemente viviría más, que se dejaría de estereotipos y carriles señalados para poder hacer su vida más viva y que te diga el por qué, es un regalo que hay que escuchar. Y hacerlo bien.
No se trató de arrepentimientos con mayúsculas, ahí se hablaba de crecer, de saber, de volver a meternos en la cabeza, que nuestra vida, la dirigimos nosotros. Tú y yo.
Me hizo recordar el inicio de la pelicula Trainspotting:
¿Por qué debes hacer todo eso? Porque esté bien visto... porque es así y punto... porque todo el mundo lo hace... Si lo quieres hacer, hazlo, es estupendo, fantástico, pero elígelo tú.
Cuando uno está con las pilas cargadas a tope, cuando uno sabe que el horizonte, y el presente es un regalo diario, sus ojos se abren, la mente se despeja, mueves el mundo con los dedos, y la sonrisa, la plenitud te acompañan en cada paso que das. En esas estamos.
Pero nada de eso sirve, si no sabes donde vas. Mi hermano Iñigo suele decir una frase, " si no sabes donde vas, ningún viento te será favorable". La he usado en multitud de formaciones, la siento cada vez que la digo, pero hay ocasiones, épocas, en que frases, ejemplos, consejos cobran más fuerza, más vigor, para dar un sí quiero enorme a ser uno mismo, en luchar, trabajar duro y fuerte.
El video que os he puesto, termina diciendo, " yo no necesito eso, quien necesita eso teniendo heroína". A éstos, obviamente se les fue la cabeza y confunideron muchas - demasiadas- cosas pero que tu droga sea aportar, mejorar, dar y ser tú.
Todo eso da una cocina, una compañia espectacular y las ganas de compartir.
Aprovecha esos momentos, provócalos, son de ésas cosas, que uno paladea en el momento, y que, al tiempo, aún recobran más fuerza, y más sentido, mientras sonríes recordando a quienes estuvistéis ahí, pringados de masa y con la nariz manchada de harina.
Ya fue al calor del café y las rosquillas, sentados en la mesa de una cocina. Allí fue.
Cuando uno está a gusto, y allá estábamos tres, las conversaciones brotan de lo más nimio a lo más trascendente, así, sin más, con la naturalidad de una sonrisa o un abrazo. Momentos geniales.
Escuchar a alguien con sus setenta primaveras bien cumplidas decir que hay un montón de cosas en la vida, que probablemente viviría más, que se dejaría de estereotipos y carriles señalados para poder hacer su vida más viva y que te diga el por qué, es un regalo que hay que escuchar. Y hacerlo bien.
No se trató de arrepentimientos con mayúsculas, ahí se hablaba de crecer, de saber, de volver a meternos en la cabeza, que nuestra vida, la dirigimos nosotros. Tú y yo.
Me hizo recordar el inicio de la pelicula Trainspotting:
¿Por qué debes hacer todo eso? Porque esté bien visto... porque es así y punto... porque todo el mundo lo hace... Si lo quieres hacer, hazlo, es estupendo, fantástico, pero elígelo tú.
Cuando uno está con las pilas cargadas a tope, cuando uno sabe que el horizonte, y el presente es un regalo diario, sus ojos se abren, la mente se despeja, mueves el mundo con los dedos, y la sonrisa, la plenitud te acompañan en cada paso que das. En esas estamos.
Pero nada de eso sirve, si no sabes donde vas. Mi hermano Iñigo suele decir una frase, " si no sabes donde vas, ningún viento te será favorable". La he usado en multitud de formaciones, la siento cada vez que la digo, pero hay ocasiones, épocas, en que frases, ejemplos, consejos cobran más fuerza, más vigor, para dar un sí quiero enorme a ser uno mismo, en luchar, trabajar duro y fuerte.
El video que os he puesto, termina diciendo, " yo no necesito eso, quien necesita eso teniendo heroína". A éstos, obviamente se les fue la cabeza y confunideron muchas - demasiadas- cosas pero que tu droga sea aportar, mejorar, dar y ser tú.
Todo eso da una cocina, una compañia espectacular y las ganas de compartir.
Aprovecha esos momentos, provócalos, son de ésas cosas, que uno paladea en el momento, y que, al tiempo, aún recobran más fuerza, y más sentido, mientras sonríes recordando a quienes estuvistéis ahí, pringados de masa y con la nariz manchada de harina.
martes, 22 de enero de 2013
Play
Estamos loc@s. Vivimos a un ritmo donde corremos el riesgo de perder el horizonte.
Lo de ayer es viejo. Algo que pasó ayer - fíjate por ejemplo en las redes sociales o watsapp- , el estado de un amigo, o una noticia importante, una buena charla, es viejo.
Queremos todo para ya, y ese es un riesgo inasumible, que a la larga, va a traer graves consecuencias.
La gente no tiene paciencia. Paciencia, por ejemplo, para tu trabajo, para poder tener perspectiva y visualizar a futuro. Analizar, actuar y que lleguen resultados no es inmediato. Pensar lo contrario, puede hacer que ofrezcas unas perspectivas irreales, y que por lo tanto se te exija algo imposible. El futuro no es mañana. Eso es sólo una frase. El futuro es más.
Paciencia, por ejemplo, para los amig@s. Exigir inmediatamente respuestas o reacciones que deseamos, - tengamos o no razón-.
Paciencia, para saborear.
Estamos en el primer plato y ya queremos que traigan el segundo. Quizá estés de vacaciones, en un buen sitio, y estés dándole a la cabeza pensando en el próximo viaje, en vez de paladear cada instante que tienes la suerte de vivir en ese mismo y te recuerdo, único momento.
Paciencia para distinguir y dar oportunidades. Para no etiquetar en un mundo donde a todos nos ponen etiquetas. Paciencia para elegir tu futuro y tu presente.
El mundo se desarrolla tecnológicamente, en nuestro día a día, a un ritmo que el cerebro humano, el ser humano, con todas sus circunstancias y sentimientos es incapaz de asimilar.
Es incapaz porque no debe asimilarlo. La naturaleza es muy sabia y rechaza lo que no debe.
Nosotros, sin embargo, nos empeñamos en darle más y más, meternos en la boca mucho más de lo que podemos tragar.
Llegará un día, - a más de los que te crees les ha llegado ya - que nuestra gran máquina engrasada hará crack. Pluf.
Hablo de la máquina de la sociedad, compuesto por un montón, miles de elementos, desde los culturales, pasando por los políticos y los sentimentales, formados por millones de personas que viven a un ritmo frenético y que creen - así lo estamos comprando- que lo de ayer es viejo.
Locos de atar. Ver la vida, cada día, como si fuera una cámara rápida y quisiéramos darle a la tecla FFWD para adelantar aún más.
No te ofrezco darle al pause, se trata de ser activos, de mover y crecer, de crear y hacer que las cosas sucedan, que los resultados lleguen, te ofrezco darle al play.
Tocar esa tecla y ver todo bien, aplicar tu High Definition y no perderte ningún detalle, avanzando, disfrutando.
Que esto de la vida esta para eso.
Para darle al play, y jugar a algo tan serio y espectacular que se llama tu vida.
Lo de ayer es viejo. Algo que pasó ayer - fíjate por ejemplo en las redes sociales o watsapp- , el estado de un amigo, o una noticia importante, una buena charla, es viejo.
Queremos todo para ya, y ese es un riesgo inasumible, que a la larga, va a traer graves consecuencias.
La gente no tiene paciencia. Paciencia, por ejemplo, para tu trabajo, para poder tener perspectiva y visualizar a futuro. Analizar, actuar y que lleguen resultados no es inmediato. Pensar lo contrario, puede hacer que ofrezcas unas perspectivas irreales, y que por lo tanto se te exija algo imposible. El futuro no es mañana. Eso es sólo una frase. El futuro es más.
Paciencia, por ejemplo, para los amig@s. Exigir inmediatamente respuestas o reacciones que deseamos, - tengamos o no razón-.
Paciencia, para saborear.
Estamos en el primer plato y ya queremos que traigan el segundo. Quizá estés de vacaciones, en un buen sitio, y estés dándole a la cabeza pensando en el próximo viaje, en vez de paladear cada instante que tienes la suerte de vivir en ese mismo y te recuerdo, único momento.
Paciencia para distinguir y dar oportunidades. Para no etiquetar en un mundo donde a todos nos ponen etiquetas. Paciencia para elegir tu futuro y tu presente.
El mundo se desarrolla tecnológicamente, en nuestro día a día, a un ritmo que el cerebro humano, el ser humano, con todas sus circunstancias y sentimientos es incapaz de asimilar.
Es incapaz porque no debe asimilarlo. La naturaleza es muy sabia y rechaza lo que no debe.
Nosotros, sin embargo, nos empeñamos en darle más y más, meternos en la boca mucho más de lo que podemos tragar.
Llegará un día, - a más de los que te crees les ha llegado ya - que nuestra gran máquina engrasada hará crack. Pluf.
Hablo de la máquina de la sociedad, compuesto por un montón, miles de elementos, desde los culturales, pasando por los políticos y los sentimentales, formados por millones de personas que viven a un ritmo frenético y que creen - así lo estamos comprando- que lo de ayer es viejo.
Locos de atar. Ver la vida, cada día, como si fuera una cámara rápida y quisiéramos darle a la tecla FFWD para adelantar aún más.
No te ofrezco darle al pause, se trata de ser activos, de mover y crecer, de crear y hacer que las cosas sucedan, que los resultados lleguen, te ofrezco darle al play.
Tocar esa tecla y ver todo bien, aplicar tu High Definition y no perderte ningún detalle, avanzando, disfrutando.
Que esto de la vida esta para eso.
Para darle al play, y jugar a algo tan serio y espectacular que se llama tu vida.
miércoles, 16 de enero de 2013
Educación II
Hace ya algún tiempo escribí acerca de éste tema, ése que va de la educación, de comportarse con un mínimo de respeto hacia los demás, de parecer y ser agradecido, de no pasarnos por la línea de flotación lo que a otros moleste.
Se viven, vivimos, un montón de situaciones donde a uno le quedan pocas respuestas a tanta pregunta.
Hace poco, en el tranvía de Zaragoza, bastante lleno, subió un chaval, de entre 18 - 20 años, que ya es una edad para empezar a pensar las cositas. Móvil encendido, música a tope. Yo estaba sentado en ese momento, él llevaba el móvil en su mano, que caía más o menos a la altura de mi pabellón auricular, también llamada oreja.
Opto por mirarle, así como diciendo, qué.. qué tal va todo, chavalote. Nada. Rien. Ni se inmuta. Los demás pasajeros, le iban mirando también, y me miraban, algunos, los más mayores, ponían esa cara diciendo "no se puede hacer nada con éstos", otros, "mira a ver si haces algo"... Reconozco que en aquel momento me dio por pensar en lo poco que movemos el trasero en este país para hacer que las cosas sucedan, siempre esperando a que otros tomen iniciativas, pero lo cierto, es que si no hubiera hecho nada, pasarían dos cosas: la primera que yo hubiera continuando siendo uno de los afectados, y la segunda, hubiera caído también en "dejarme llevar" y no poner solución a los problemas.
Vuelvo a mirarle. Más serio. Y más tiempo. De abajo a arriba. Pegadito a mi. Aguanta la mirada, pero la termina evitando. Aprovecho que se suben varias personas mayores y les cedo el asiento, me levanto.
Ya no es lo mismo. Quedo a su altura, y reconozco que soy un tipo ancho de hombros, y con cara de mala leche. Él mira su móvil... no sabe qué hacer. Le ayudo. "¿Te importaría quitar la música, por favor? Vamos mucha gente en el tranvía y es estupendo que te guste escuchar música, pero que te guste a ti, no significa que les guste a los demás". Cuidé bien las palabras.
Me mira. Estupefacto. Sorprendido de que alguien le dijera donde empieza también la libertad de los demás.
Dudó.
Miró su móvil de nuevo, me volvió a mirar mientras yo seguía poniendo cara de tipo duro, pero educado. La gente miraba, una de ésas situaciones donde hay expectación. La gente tendrá algo que contar al llegar a casa.
Se siente herido en su orgullo, y en su libertad. Error. Yo me acordaba de sus padres, de sus profesores, y pensaba en qué carajo habían - y estaban- haciendo con este chico de 20 añitos ya.
Apaga el móvil. No dice nada. Ni siquiera perdón. Se acerca a la puerta. Y se baja en la parada. Así, rápido. Mientras baja, sale y anda unos pasos, me vuelve a mirar.
El tranvía está parado. Primero desafiante, y después le cambia la expresión.
No sé si puso esa cara de bueno dándose cuenta que lo mínimo que merecía su acto era pedir disculpas, o si, quien sabe, de repente se dio cuenta de la cantidad de cosas que hace -hacemos- en el día sin pensar en los demás. O quizá fue teatro.
Quiero creer en las personas, así que cualquiera de las dos primeras razones, me parecen genial.
Ya os podéis imaginar todos los murmullos y comentarios que la gente del tranvía hizo. Algunos agradecieron la acción, algo que me parece bien, no era necesario, pero yo seguía pensando en por qué, si también te molestaba a ti, no hiciste nada por solucionarlo.
Haz que las cosas pasen.
Hoy escuchar a los jóvenes, y no tan jóvenes, hablar con respeto a las personas mayores, dar las gracias, pedir las cosas bien -incluso en el trabajo- dejar pasar antes... es algo que sorprende. Si lo ves, piensas " mira que educado", y eso lo decimos porque nos sorprende. Manda carajo.
Otra historia es el chicle.
Tengo una duda existencial con este tema. ¿Por qué la gente come chicle con la boca abierta? Ves a ésas mandíbulas trabajando a un ritmo ezquizófrénico, jugando con el chicle, lo sacan, lo meten, te lo enseñan mil veces, y me da igual, niños, jóvenes, y gente bien entrada en edad, de setenta inviernos. ¿Hacen lo mismo cuando comen acelgas o un filete empanado? ¿Quién coño les ha vendido, y ellos han comprado que el chicle se enseña? Como borregos. ¿No podemos pensar por nosotros mism@s y decidir, - por ser verdad- que es una comida como otra cualquiera y que no se debe enseñar la comida, ni masticar con la boca abierta?
En ésas y mil historias seguimos estando hoy, en no dar educación, en no pensar también en los demás, en pensar que nuestro ombligo es el universo, y en esperar a que otros nos arreglen nuestros problemas.
No dejes que suceda. Y eso, todo eso, sólo lo decides tú.
Se viven, vivimos, un montón de situaciones donde a uno le quedan pocas respuestas a tanta pregunta.
Hace poco, en el tranvía de Zaragoza, bastante lleno, subió un chaval, de entre 18 - 20 años, que ya es una edad para empezar a pensar las cositas. Móvil encendido, música a tope. Yo estaba sentado en ese momento, él llevaba el móvil en su mano, que caía más o menos a la altura de mi pabellón auricular, también llamada oreja.
Opto por mirarle, así como diciendo, qué.. qué tal va todo, chavalote. Nada. Rien. Ni se inmuta. Los demás pasajeros, le iban mirando también, y me miraban, algunos, los más mayores, ponían esa cara diciendo "no se puede hacer nada con éstos", otros, "mira a ver si haces algo"... Reconozco que en aquel momento me dio por pensar en lo poco que movemos el trasero en este país para hacer que las cosas sucedan, siempre esperando a que otros tomen iniciativas, pero lo cierto, es que si no hubiera hecho nada, pasarían dos cosas: la primera que yo hubiera continuando siendo uno de los afectados, y la segunda, hubiera caído también en "dejarme llevar" y no poner solución a los problemas.
Vuelvo a mirarle. Más serio. Y más tiempo. De abajo a arriba. Pegadito a mi. Aguanta la mirada, pero la termina evitando. Aprovecho que se suben varias personas mayores y les cedo el asiento, me levanto.
Ya no es lo mismo. Quedo a su altura, y reconozco que soy un tipo ancho de hombros, y con cara de mala leche. Él mira su móvil... no sabe qué hacer. Le ayudo. "¿Te importaría quitar la música, por favor? Vamos mucha gente en el tranvía y es estupendo que te guste escuchar música, pero que te guste a ti, no significa que les guste a los demás". Cuidé bien las palabras.
Me mira. Estupefacto. Sorprendido de que alguien le dijera donde empieza también la libertad de los demás.
Dudó.
Miró su móvil de nuevo, me volvió a mirar mientras yo seguía poniendo cara de tipo duro, pero educado. La gente miraba, una de ésas situaciones donde hay expectación. La gente tendrá algo que contar al llegar a casa.
Se siente herido en su orgullo, y en su libertad. Error. Yo me acordaba de sus padres, de sus profesores, y pensaba en qué carajo habían - y estaban- haciendo con este chico de 20 añitos ya.
Apaga el móvil. No dice nada. Ni siquiera perdón. Se acerca a la puerta. Y se baja en la parada. Así, rápido. Mientras baja, sale y anda unos pasos, me vuelve a mirar.
El tranvía está parado. Primero desafiante, y después le cambia la expresión.
No sé si puso esa cara de bueno dándose cuenta que lo mínimo que merecía su acto era pedir disculpas, o si, quien sabe, de repente se dio cuenta de la cantidad de cosas que hace -hacemos- en el día sin pensar en los demás. O quizá fue teatro.
Quiero creer en las personas, así que cualquiera de las dos primeras razones, me parecen genial.
Ya os podéis imaginar todos los murmullos y comentarios que la gente del tranvía hizo. Algunos agradecieron la acción, algo que me parece bien, no era necesario, pero yo seguía pensando en por qué, si también te molestaba a ti, no hiciste nada por solucionarlo.
Haz que las cosas pasen.
Hoy escuchar a los jóvenes, y no tan jóvenes, hablar con respeto a las personas mayores, dar las gracias, pedir las cosas bien -incluso en el trabajo- dejar pasar antes... es algo que sorprende. Si lo ves, piensas " mira que educado", y eso lo decimos porque nos sorprende. Manda carajo.
Otra historia es el chicle.
Tengo una duda existencial con este tema. ¿Por qué la gente come chicle con la boca abierta? Ves a ésas mandíbulas trabajando a un ritmo ezquizófrénico, jugando con el chicle, lo sacan, lo meten, te lo enseñan mil veces, y me da igual, niños, jóvenes, y gente bien entrada en edad, de setenta inviernos. ¿Hacen lo mismo cuando comen acelgas o un filete empanado? ¿Quién coño les ha vendido, y ellos han comprado que el chicle se enseña? Como borregos. ¿No podemos pensar por nosotros mism@s y decidir, - por ser verdad- que es una comida como otra cualquiera y que no se debe enseñar la comida, ni masticar con la boca abierta?
En ésas y mil historias seguimos estando hoy, en no dar educación, en no pensar también en los demás, en pensar que nuestro ombligo es el universo, y en esperar a que otros nos arreglen nuestros problemas.
No dejes que suceda. Y eso, todo eso, sólo lo decides tú.
jueves, 3 de enero de 2013
Aquel 2012
Desde el camarote, he visto, tocado, vivido y sentido un año 2012 realmente especial.
Abajo, en la bodega, a popa y proa, a babor y a estribor se pueden tocar, sentir todavía miles de experiencias que hacen de éste un Capitán mejor hoy.
Escribo hoy por la noche, acompañado del susurro del viento, y escuchando voces melódicas que me recuerdan quienes fuimos hace algunos años y todo lo que los ojos de unos niñ@s pueden ver, que en ocasiones, es mucho más, de lo que ven los viejos marineros.
La brava mar, ésta de la vida, no se llama así por casualidad. Se ganó su nombre a lo largo de la Historia, de almas que dejaron esto y que también recuerdo, de amig@s que hoy siguen ahí y que me cuentan historias, cruzadas, guerras y abordajes, algunos buenos y otros no tanto.
Nadie debe guiar ni gobernar su navío sólo, estar en posesión de la verdad infinita es la mentira más grande. Soy un marinero con suerte. Viajo acompañado de almas grandes, corazones generosos, de ésos que uno se queda disfrutando de la suave brisa del mar, bañado por el sol y puede sonreír desde dentro todo lo que le dan y aportan.
He viajado y vivido cientos de puertos, he ganado y perdido, por eso, sé bien hoy - y agradezco a Dios- todo lo que me rodea.
Al cabo, uno se da cuenta que los ducados y de cuantos cañones sea tu navío apenas tiene importancia, que lo que vale son tus galones, los ganados desde el respeto, la confianza, el amor, y la amistad, que no hay mayor orgullo que ver ondear tu bandera plena, cruzando y surcando mundo y vida para poder aportar y gritar que si quieres, puedes, que si luchas bien, ganas siempre, aunque sea experiencia para compartirla.
No hay puertos a la vista, sólo disfrutar y sacar jugo del camino, guardar en barriles, alforjas y pertrechos lo que un día, cuando estemos a punto de dejar este mundo increíble, agarrados de la mano de nuestros seres amados, acompañados de quienes se jugaron la vida con nosotros, echemos la vista atrás y esbozando una sonrisa, digamos, fui yo, y lo hice bien.
Llegan misivas, noticias de amistades a quienes este año que hemos navegado no les ha ayudado mucho, a ell@s, también me gustaría dedicar unas letras y que cerraran los ojos. Cerrar los ojos para abrir el alma y sentir quienes son. Son leones. Son nobles y a ell@s les espera la gloria. La gloria es para los luchadores.
Ha habido reencuentros geniales, de gente que uno quiere tener siempre, uniones, silencios que hacen que todo sea mucho más leal, alegre y poder decir, por ser cierto, que la vida es un sueño que tenemos la suerte de vivir.
En el horizonte, el 2013, un año que promete ser intenso, y genial. Todo lo genial que logremos hacer que sea. Espero poder seguir compartiendo páginas de este Diario de a Bordo llenas de experiencia y sobre todo, vida, mucha vida.
Aquí os dejo, tocan ya a cenar, voy allá pues, al cuarto de banderas, a vestir traje de gala y lucir galones que, quienes me acompañan en el viaje, han tenido a bien otorgarme. Sea por ellos, pues, todo lo que nos queda por vivir.
No me perdería ni un minuto de ellos, nunca.
Abajo, en la bodega, a popa y proa, a babor y a estribor se pueden tocar, sentir todavía miles de experiencias que hacen de éste un Capitán mejor hoy.
Escribo hoy por la noche, acompañado del susurro del viento, y escuchando voces melódicas que me recuerdan quienes fuimos hace algunos años y todo lo que los ojos de unos niñ@s pueden ver, que en ocasiones, es mucho más, de lo que ven los viejos marineros.
La brava mar, ésta de la vida, no se llama así por casualidad. Se ganó su nombre a lo largo de la Historia, de almas que dejaron esto y que también recuerdo, de amig@s que hoy siguen ahí y que me cuentan historias, cruzadas, guerras y abordajes, algunos buenos y otros no tanto.
Nadie debe guiar ni gobernar su navío sólo, estar en posesión de la verdad infinita es la mentira más grande. Soy un marinero con suerte. Viajo acompañado de almas grandes, corazones generosos, de ésos que uno se queda disfrutando de la suave brisa del mar, bañado por el sol y puede sonreír desde dentro todo lo que le dan y aportan.
He viajado y vivido cientos de puertos, he ganado y perdido, por eso, sé bien hoy - y agradezco a Dios- todo lo que me rodea.
Al cabo, uno se da cuenta que los ducados y de cuantos cañones sea tu navío apenas tiene importancia, que lo que vale son tus galones, los ganados desde el respeto, la confianza, el amor, y la amistad, que no hay mayor orgullo que ver ondear tu bandera plena, cruzando y surcando mundo y vida para poder aportar y gritar que si quieres, puedes, que si luchas bien, ganas siempre, aunque sea experiencia para compartirla.
No hay puertos a la vista, sólo disfrutar y sacar jugo del camino, guardar en barriles, alforjas y pertrechos lo que un día, cuando estemos a punto de dejar este mundo increíble, agarrados de la mano de nuestros seres amados, acompañados de quienes se jugaron la vida con nosotros, echemos la vista atrás y esbozando una sonrisa, digamos, fui yo, y lo hice bien.
Llegan misivas, noticias de amistades a quienes este año que hemos navegado no les ha ayudado mucho, a ell@s, también me gustaría dedicar unas letras y que cerraran los ojos. Cerrar los ojos para abrir el alma y sentir quienes son. Son leones. Son nobles y a ell@s les espera la gloria. La gloria es para los luchadores.
Ha habido reencuentros geniales, de gente que uno quiere tener siempre, uniones, silencios que hacen que todo sea mucho más leal, alegre y poder decir, por ser cierto, que la vida es un sueño que tenemos la suerte de vivir.
En el horizonte, el 2013, un año que promete ser intenso, y genial. Todo lo genial que logremos hacer que sea. Espero poder seguir compartiendo páginas de este Diario de a Bordo llenas de experiencia y sobre todo, vida, mucha vida.
Aquí os dejo, tocan ya a cenar, voy allá pues, al cuarto de banderas, a vestir traje de gala y lucir galones que, quienes me acompañan en el viaje, han tenido a bien otorgarme. Sea por ellos, pues, todo lo que nos queda por vivir.
No me perdería ni un minuto de ellos, nunca.
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