Voilé. C'est fini. Nuestro amigo 2011 termina.
Echar la vista atrás y mirar como ha cambiado toda una vida a uno le llena de ilusión, de esperanza y también pena por quienes se perdieron en el camino o uno no los supo atrapar como debe. De todo hay.
Los marineros somos gente de sal y también sol, viento y vela, abordajes y bodegas, puertos y amaneceres, noches soñando despierto y esperar que el alba bañe nuestro navío.
Nosotros también decidimos en qué cruzada luchar, que bandera lucir y que estandarte y blasón juramos defender.
Nadie nace. Se hace. Siempre.
Leyendo el Diario de a Bordo uno revive como comenzó este 2011, sus esperanzas, sus ideas, guerras y amores que iba regalando esta brava mar.
Ni ojo vio, ni oído escuchó, ni mente humana imaginó todo lo que aquí iba a suceder.
Hoy, meses más tarde, navegando a la vera del amor enorme, compartiendo timón y rumbo hacia el aquí y ahora y aún con batallas perdidas y ducados abordados me gustaría subir al palo mayor y gritar al mundo, al mundo entero; que es posible, que tú y yo podemos hacer de cada día algo nuevo, algo grande. Brutal.
Al 2012 le pido fuerza, fuerza para cuidar a los míos, para no confundirme y saber distinguir, fuerza para tener salud y compartir mil cruzadas más.
La ilusión... la ilusión la pongo yo.
Os deseo a todos un 2012 realmente espectacular.
jueves, 29 de diciembre de 2011
jueves, 22 de diciembre de 2011
Aquel olor...
Abrir aquella puerta era abrir una puerta a la ternura, a la felicidad y a la bondad infinita. Esperar lentamente a que las luces de navidad iluminaran la entrada de una casa humilde pero con corazones tan grandes que te hacían temblar de emoción.
De repente, dos caras sonriendo, abrazos, olor a madera, a espumillón, a musgo y a figurillas de Belén.
María y Elena. Así se llamaban. Mis tías Mari y Elena.
Era un regalo pasar las navidades con ellas en San Sebastián, siempre arropados, cuidados, besucones.
Recuerdo las tazas del desayuno, no tenían nada especial, pero aquella mesa de la cocina, aquel mueble blanco precioso y tomarme una tostada escuchándoles, pensando en todo lo que íbamos a hacer era un regalazo.
Jugaba hasta la saciedad, y sigo teniendo la sensación de felicidad constante al recordarles. Es lo más grande que puedes pensar de alguien. Que te da la felicidad.
Han pasado veinte años de todo eso, y ya ves, sigo acordándome de ellas muchísimo. Sigo queriendo recordar aquel olor, aquellas sensaciones y les dedico los olores y las sensaciones que vivo hoy.
Tengo la suerte de compartir camino y vida con una mujer realmente increíble, con la que vivo olores y mil sensaciones, hogar y una enana impresionante. Mis niñas Silvia y Marta.
La navidad es familia, y tengo a la mejor, son padres y hermanos rebosantes de generosidad y amor con mayúsculas.
Siempre que llega la navidad me acuerdo de un montón de personas, me pregunto que harán y cómo estarán, de los que sigo teniendo contacto y también de aquell@s que pasaron y forman parte de uno.
Como describir todo lo que siento y lo feliz que me hacen, como decir que los amig@s y la gran familia hacen a uno pleno, a sonreír sin motivo, a llorar de emoción.
Feliz Navidad a tod@s!!!
De repente, dos caras sonriendo, abrazos, olor a madera, a espumillón, a musgo y a figurillas de Belén.
María y Elena. Así se llamaban. Mis tías Mari y Elena.
Era un regalo pasar las navidades con ellas en San Sebastián, siempre arropados, cuidados, besucones.
Recuerdo las tazas del desayuno, no tenían nada especial, pero aquella mesa de la cocina, aquel mueble blanco precioso y tomarme una tostada escuchándoles, pensando en todo lo que íbamos a hacer era un regalazo.
Jugaba hasta la saciedad, y sigo teniendo la sensación de felicidad constante al recordarles. Es lo más grande que puedes pensar de alguien. Que te da la felicidad.
Han pasado veinte años de todo eso, y ya ves, sigo acordándome de ellas muchísimo. Sigo queriendo recordar aquel olor, aquellas sensaciones y les dedico los olores y las sensaciones que vivo hoy.
Tengo la suerte de compartir camino y vida con una mujer realmente increíble, con la que vivo olores y mil sensaciones, hogar y una enana impresionante. Mis niñas Silvia y Marta.
La navidad es familia, y tengo a la mejor, son padres y hermanos rebosantes de generosidad y amor con mayúsculas.
Siempre que llega la navidad me acuerdo de un montón de personas, me pregunto que harán y cómo estarán, de los que sigo teniendo contacto y también de aquell@s que pasaron y forman parte de uno.
Como describir todo lo que siento y lo feliz que me hacen, como decir que los amig@s y la gran familia hacen a uno pleno, a sonreír sin motivo, a llorar de emoción.
Feliz Navidad a tod@s!!!
martes, 13 de diciembre de 2011
Jaque!
La vida no es un tablero de ajedrez, pero a veces necesitas ver dos jugadas más allá para poder realizar tus sueños.
La intuición sin conocimiento sirven de poco, ya he hablado alguna vez de eso y generalmente sólo conseguirás prejuicios y lograr ser un etiquetador profesional.
Pero en esta brava mar también hacen falta impulsos, pim-pam, reaccionar, y adivinar por donde van a ir según que tiros.
Muchos te dirán que lo mejor es ver el viento y seguirlo, siempre a favor. Dejarte llevar. Es una opción.
Si de lo que se trata aquí es disfrutar y divertirse en el mientras, - que de eso se trata - no siempre podrás ir a favor del viento, y ahí radicará muchas veces tu éxito. Los éxitos son muchas veces una gran gestión de pequeños fracasos.
Es cierto que también hay situaciones en las que uno ve el jaque algo más cerca. Situaciones que te permiten ver tus miedos, adversarios y contemplar como tu rey está a punto de caer a cámara lenta sobre un tablero labrado con años y esfuerzo. La salud, por ejemplo, el sueño roto de un proyecto común, una decepción familiar...
Pero, ay, amigo, como reaccionar a ese jaque es lo que te va a diferenciar, no con los demás, que eso es lo de menos, si no contigo mismo.
Nos cegamos y no vemos. Abre los ojos, y pide que te los abran, pregunta qué hacer y opiniones de quien te merece. Probablemente escuches cosas que no te gusten demasiado, probablemente tu ceño siga fruncido unos días, pero escucha y escuchate también.
Habrá un día en el que dejemos de lado a los nuestros, habrá un día que dejemos de pensar en plural, incluso habrá un día que no seamos generosos ni con nosotros mismos, pero hoy no es ese día.
Hoy toca mirar el tablero, las manos abiertas, cerrar los ojos, escuchar el silencio y mover tu rey y tus peones, alfiles y caballos, torres y reina para sonreír susurrando que vuelves a levantar y disfrutar de todo lo que tienes.
La intuición sin conocimiento sirven de poco, ya he hablado alguna vez de eso y generalmente sólo conseguirás prejuicios y lograr ser un etiquetador profesional.
Pero en esta brava mar también hacen falta impulsos, pim-pam, reaccionar, y adivinar por donde van a ir según que tiros.
Muchos te dirán que lo mejor es ver el viento y seguirlo, siempre a favor. Dejarte llevar. Es una opción.
Si de lo que se trata aquí es disfrutar y divertirse en el mientras, - que de eso se trata - no siempre podrás ir a favor del viento, y ahí radicará muchas veces tu éxito. Los éxitos son muchas veces una gran gestión de pequeños fracasos.
Es cierto que también hay situaciones en las que uno ve el jaque algo más cerca. Situaciones que te permiten ver tus miedos, adversarios y contemplar como tu rey está a punto de caer a cámara lenta sobre un tablero labrado con años y esfuerzo. La salud, por ejemplo, el sueño roto de un proyecto común, una decepción familiar...
Pero, ay, amigo, como reaccionar a ese jaque es lo que te va a diferenciar, no con los demás, que eso es lo de menos, si no contigo mismo.
Nos cegamos y no vemos. Abre los ojos, y pide que te los abran, pregunta qué hacer y opiniones de quien te merece. Probablemente escuches cosas que no te gusten demasiado, probablemente tu ceño siga fruncido unos días, pero escucha y escuchate también.
Habrá un día en el que dejemos de lado a los nuestros, habrá un día que dejemos de pensar en plural, incluso habrá un día que no seamos generosos ni con nosotros mismos, pero hoy no es ese día.
Hoy toca mirar el tablero, las manos abiertas, cerrar los ojos, escuchar el silencio y mover tu rey y tus peones, alfiles y caballos, torres y reina para sonreír susurrando que vuelves a levantar y disfrutar de todo lo que tienes.
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miércoles, 7 de diciembre de 2011
El pájaro loco
Allí estaba él. Ciento noventa y cinco centímetros de ser humano. En aquellos tiempos, cuando yo le conocí era una de esos tipos que se hacen el interesante detrás de una barra, guaperas, y que aún no sé por qué motivo, creen que están por encima de no se sabe muy bien qué. Al fin y al cabo, tú, guaperas, chavalote, me estás sirviendo, y estás atado a una barra, yo me puedo ir cuando quiera, pero esa es otra historia.
Enorme, un tipo enorme. Pelo moreno, patillas larguísimas, ojos fuertes.
Su historia me atrapó.
Allá en el pirineo, medio perdidos, escuchándole. Las brasas, el estofado, el vino del pueblo y su voz llenando la sala.
Se casó. Y perdió. Se confundió no por casarse - faltaría más- si no - como él dice- no supo llevar todo eso.
Decidió esconderse en aquel pueblo perdido, comprar un restaurante, un terreno, un par de caballos para su niña y emprender un nuevo camino. No quiere amigos, no los necesita - dice - para eso está su familia.
Seis años sin conocer doncella ni cama, le basta el aliento de saberse en el mercado y flirtear para seguir durmiendo con la seguridad de poder elegir.
Es su penitencia. Cree que escondiéndose es la manera de resarcir aquellos errores. No conocer, para no sentir, no sentir para no padecer, o no hacer daño.
No quiere escuchar. El sabe lo que hizo. Habla con la contundencia de un paisano y la sinceridad de un viejo lobo. Hay sentimientos, pero también miedo.
Le escuchaba atento, no quería perderme nada de un tipo que habla de esa forma tan descarnada con corazón y cabeza....
"Vago", le digo. "Eres un vago de la vida". No escuchaba. Estaba encerrado en una penitencia insulsa, ridícula, esperando a no se sabe muy bien qué, excusándose en lo que pasó antes para no afrontar el después.
"Soy muy trabajador" decía serio. "Me levanto a las 6.30 de la mañana". "Ya, pero eres un vago de la vida". Tu hija, esa que proclamas y gritas a los cuatro vientos, esa por la que tu vida tiene sentido, tendrá mañana dos posibles versiones tuyas:
Primera. "Hija mía, me confundí, y fallé. Fallé mucho y decidí entregarme a ti en cuerpo y mente. No falle a nadie, nunca, jamás".
La segunda versión, es la que un padre mira a su hija, y diciendo los errores, cuenta con detalle como se levantó de todo eso, a cuanta gente conoció y aprendió, que no se encerró, que abrió puertas y ventanas y quiso respirar todo lo que venía. Cayó, como caen los guerreros, para levantarse como un héroe.
Ha cogido vicios, dejó las barras y alguna cosa más para colgarse de los números, de la bolsa y del loco Ibex 35. Es mi enfermedad ahora, dice.
Es una pena que un tipo inteligente no quiera de verdad mirar a la vida a la cara. Dedica medias sonrisas, casi con sorna a cualquier comentario de superación.
No confiar en uno mismo es mucho peor que no confiar en nadie. De ti no te puedes escapar, amigo.
Tú, yo, podemos hacer eso, escondernos o luchar de verdad, crear del error un arma brutal para levantarse, hinchar el pecho, tomar aire, alzar la vista y disfrutar de este camino realmente espectacular.
Ese camino, el que tú hagas con los tuyos, si tú quieres, será el que tú de verdad elegiste. Nadie, nunca, podrá decir lo contrario.
Ni siquiera los hijos, la familia o el amor puede ser excusa para que no tengas la gran oportunidad de ser tú.
Enorme, un tipo enorme. Pelo moreno, patillas larguísimas, ojos fuertes.
Su historia me atrapó.
Allá en el pirineo, medio perdidos, escuchándole. Las brasas, el estofado, el vino del pueblo y su voz llenando la sala.
Se casó. Y perdió. Se confundió no por casarse - faltaría más- si no - como él dice- no supo llevar todo eso.
Decidió esconderse en aquel pueblo perdido, comprar un restaurante, un terreno, un par de caballos para su niña y emprender un nuevo camino. No quiere amigos, no los necesita - dice - para eso está su familia.
Seis años sin conocer doncella ni cama, le basta el aliento de saberse en el mercado y flirtear para seguir durmiendo con la seguridad de poder elegir.
Es su penitencia. Cree que escondiéndose es la manera de resarcir aquellos errores. No conocer, para no sentir, no sentir para no padecer, o no hacer daño.
No quiere escuchar. El sabe lo que hizo. Habla con la contundencia de un paisano y la sinceridad de un viejo lobo. Hay sentimientos, pero también miedo.
Le escuchaba atento, no quería perderme nada de un tipo que habla de esa forma tan descarnada con corazón y cabeza....
"Vago", le digo. "Eres un vago de la vida". No escuchaba. Estaba encerrado en una penitencia insulsa, ridícula, esperando a no se sabe muy bien qué, excusándose en lo que pasó antes para no afrontar el después.
"Soy muy trabajador" decía serio. "Me levanto a las 6.30 de la mañana". "Ya, pero eres un vago de la vida". Tu hija, esa que proclamas y gritas a los cuatro vientos, esa por la que tu vida tiene sentido, tendrá mañana dos posibles versiones tuyas:
Primera. "Hija mía, me confundí, y fallé. Fallé mucho y decidí entregarme a ti en cuerpo y mente. No falle a nadie, nunca, jamás".
La segunda versión, es la que un padre mira a su hija, y diciendo los errores, cuenta con detalle como se levantó de todo eso, a cuanta gente conoció y aprendió, que no se encerró, que abrió puertas y ventanas y quiso respirar todo lo que venía. Cayó, como caen los guerreros, para levantarse como un héroe.
Ha cogido vicios, dejó las barras y alguna cosa más para colgarse de los números, de la bolsa y del loco Ibex 35. Es mi enfermedad ahora, dice.
Es una pena que un tipo inteligente no quiera de verdad mirar a la vida a la cara. Dedica medias sonrisas, casi con sorna a cualquier comentario de superación.
No confiar en uno mismo es mucho peor que no confiar en nadie. De ti no te puedes escapar, amigo.
Tú, yo, podemos hacer eso, escondernos o luchar de verdad, crear del error un arma brutal para levantarse, hinchar el pecho, tomar aire, alzar la vista y disfrutar de este camino realmente espectacular.
Ese camino, el que tú hagas con los tuyos, si tú quieres, será el que tú de verdad elegiste. Nadie, nunca, podrá decir lo contrario.
Ni siquiera los hijos, la familia o el amor puede ser excusa para que no tengas la gran oportunidad de ser tú.
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viernes, 18 de noviembre de 2011
Los 7 pecados
Siempre que salgo del cine, me da luego por pensar bastante en la peli que acabo de ver. De cada una se saca algo, y de muchas un montón.
Recordaba el otro día al amigo Al Pacino en "El abogado del Diablo" y su "soy un humanista convencido, probablemente, el último humanista" y de la moraleja final de la peli: de todos los pecados capitales; lujuria, vanidad, gula, pereza, ira, envidia, soberbia y avaricia, éste último es el más importante. Arrastra a todos lo demás.
La avaricia es acumular, querer más de todo, da igual a quien se tenga que pisar y que haya que romper, la avaricia es la ausencia de la generosidad.
Nos miramos el ombligo como si fuera el centro del universo, buscando en casi todo el interés particular, cuando en realidad, la gran verdad es que cuando das recibes mucho más.
Deberíamos ser ambiciosos del sentir, de hacer, de gritar, bailar y abrazar, parar y pensar en que sin la generosidad de muchos, tú y yo, no estaríamos aquí.
Cada día tomamos decisiones, que aunque sean pequeñas, nos pueden acercar a tener siempre la satisfacción por bandera, la sonrisa y lágrima compartida por quienes piensan en plural. Hay un montón de momentos que todos hemos pasado en los que fuimos nosotros mismos, y dimos todo, esos en los que uno se acuesta por la noche con la vanidad de haber sido mejor persona y con la soberbia de hacer las cosas como creemos y sentimos.
De repente, un día tras otro, nos dejamos arrastrar por mil excusas, la vorágine del día a día decimos, para, en realidad no afrontar la verdad, no afrontar que podemos hacer mucho más, que lo hicimos y que lo queremos seguir haciendo.
Sé generos@, abre los brazos, sonríe y dile al mundo que hay miles de experiencias que quieres compartir y vivir.
Sé feliz, amigo. Todo, a tope, siempre.
Recordaba el otro día al amigo Al Pacino en "El abogado del Diablo" y su "soy un humanista convencido, probablemente, el último humanista" y de la moraleja final de la peli: de todos los pecados capitales; lujuria, vanidad, gula, pereza, ira, envidia, soberbia y avaricia, éste último es el más importante. Arrastra a todos lo demás.
La avaricia es acumular, querer más de todo, da igual a quien se tenga que pisar y que haya que romper, la avaricia es la ausencia de la generosidad.
Nos miramos el ombligo como si fuera el centro del universo, buscando en casi todo el interés particular, cuando en realidad, la gran verdad es que cuando das recibes mucho más.
Deberíamos ser ambiciosos del sentir, de hacer, de gritar, bailar y abrazar, parar y pensar en que sin la generosidad de muchos, tú y yo, no estaríamos aquí.
Cada día tomamos decisiones, que aunque sean pequeñas, nos pueden acercar a tener siempre la satisfacción por bandera, la sonrisa y lágrima compartida por quienes piensan en plural. Hay un montón de momentos que todos hemos pasado en los que fuimos nosotros mismos, y dimos todo, esos en los que uno se acuesta por la noche con la vanidad de haber sido mejor persona y con la soberbia de hacer las cosas como creemos y sentimos.
De repente, un día tras otro, nos dejamos arrastrar por mil excusas, la vorágine del día a día decimos, para, en realidad no afrontar la verdad, no afrontar que podemos hacer mucho más, que lo hicimos y que lo queremos seguir haciendo.
Sé generos@, abre los brazos, sonríe y dile al mundo que hay miles de experiencias que quieres compartir y vivir.
Sé feliz, amigo. Todo, a tope, siempre.
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martes, 8 de noviembre de 2011
Corazones de hielo
Pensaba hoy en los corazones fríos, me dio por pensar y sentir en lo que uno vive y siente, y se queda estupefacto cuando alguien a quien mima y aprecia no se da cuenta de todo lo que tiene. Esta historia es de amistad con mayúsculas.
Hablamos del sentir y padecer como si fuera algo rutinario, y la verdad, la gran realidad es que es un milagro, es brutal poder sentir, saber que sientes, reaccionar, saborear, realmente alucinante cuando el corazón no cabe, cuando la amistad, el amor enamorado y generoso, la familia, el sentimiento, el orgullo de tener lo que tienes es un latido, un horizonte que te acompaña cada día...
Hacemos, creamos, hacen, nos crean, milagros cada día y nos empeñamos en darlo por hecho... somos unos ingenuos, egoístas comodones en su sofá, tercermundistas en esto del darnos y querer, últimos de la clase en saborear, egoístas profesionales... la razón es nuestra, la gloria eterna y el mí, me conmigo, es ya una religión.
Déjame que descubra contigo un mundo realmente alucinante, y digo realmente porque lo vives y puedes vivir cada día. Es real.
Para un momento, piensa; pero piensa de verdad, toca, amigo mío, todo lo que vives y haces que vivan, en la cantidad de sonrisas, de abrazos, de hombro cercano, de silencios y susurros que lanzas y recibes cada día.
Ya vale de corazones de hielo, soy un indignado del no apreciar,del no querer sentir, no ver y no querer aprender, soy un indignado del no porque no, y del sí porque sí, de la hipocresía y el escaparate, harto de los que no escuchan y un humanista convencido. No acampo, no pongo tiendas de campaña ni sacos de dormir, no hago asambleas si no son mis amigos y familia.
René, un amigo, hace ya 13 años me dijo que él no era un egoísta, él creía en el amor comunal, su teoría era simple aunque compleja en el fondo: si tú cuidas y quieres a los que tienes alrededor y todos hiciéramos lo mismo; el resultado sería que todos seríamos felices, ¿no?
Además acompañaba su argumento con cifras, como buen Ingeniero. Simple, fácil, casi irrebatible, ¿no?.
Hoy, todos esos años más tarde, tantos días y noches vividas, tantas personas acompañando a este Capitán y a los que le guardan y acompañan, y con los que uno le toca navegar y no quiere, después de todo eso, uno piensa que eso sería lo fácil, limitarnos en los que tenemos cerca para no querer conocer más y ser más.
El reto también está en conocer más, abrirse y dejar que vientos y brisas nos empujen fuerte y disfrutemos de este viaje, que nunca se sabe cuando puede terminar.
Hablamos del sentir y padecer como si fuera algo rutinario, y la verdad, la gran realidad es que es un milagro, es brutal poder sentir, saber que sientes, reaccionar, saborear, realmente alucinante cuando el corazón no cabe, cuando la amistad, el amor enamorado y generoso, la familia, el sentimiento, el orgullo de tener lo que tienes es un latido, un horizonte que te acompaña cada día...
Hacemos, creamos, hacen, nos crean, milagros cada día y nos empeñamos en darlo por hecho... somos unos ingenuos, egoístas comodones en su sofá, tercermundistas en esto del darnos y querer, últimos de la clase en saborear, egoístas profesionales... la razón es nuestra, la gloria eterna y el mí, me conmigo, es ya una religión.
Déjame que descubra contigo un mundo realmente alucinante, y digo realmente porque lo vives y puedes vivir cada día. Es real.
Para un momento, piensa; pero piensa de verdad, toca, amigo mío, todo lo que vives y haces que vivan, en la cantidad de sonrisas, de abrazos, de hombro cercano, de silencios y susurros que lanzas y recibes cada día.
Ya vale de corazones de hielo, soy un indignado del no apreciar,del no querer sentir, no ver y no querer aprender, soy un indignado del no porque no, y del sí porque sí, de la hipocresía y el escaparate, harto de los que no escuchan y un humanista convencido. No acampo, no pongo tiendas de campaña ni sacos de dormir, no hago asambleas si no son mis amigos y familia.
René, un amigo, hace ya 13 años me dijo que él no era un egoísta, él creía en el amor comunal, su teoría era simple aunque compleja en el fondo: si tú cuidas y quieres a los que tienes alrededor y todos hiciéramos lo mismo; el resultado sería que todos seríamos felices, ¿no?
Además acompañaba su argumento con cifras, como buen Ingeniero. Simple, fácil, casi irrebatible, ¿no?.
Hoy, todos esos años más tarde, tantos días y noches vividas, tantas personas acompañando a este Capitán y a los que le guardan y acompañan, y con los que uno le toca navegar y no quiere, después de todo eso, uno piensa que eso sería lo fácil, limitarnos en los que tenemos cerca para no querer conocer más y ser más.
El reto también está en conocer más, abrirse y dejar que vientos y brisas nos empujen fuerte y disfrutemos de este viaje, que nunca se sabe cuando puede terminar.
viernes, 28 de octubre de 2011
Emprendedores
Hoy llaman emprendedores a todas esos jóvenes o no tan jóvenes que deciden darle vida a una idea empresarial.
La realidad es que la mejor empresa es uno mismo.
La conoces perfectamente, son tus virtudes y tus mejorables, conoces la capacidad de gestión y la puedes poner a prueba cada día, conoces tu ambición y tus sueños, eres el Director de un recurso humano increíble que sí sabe bien todo lo que desea y hasta donde quiere llegar, Presidente desde que naciste y Director General ejecutivo de una empresa que durará muchos, muchos años en esto de la vida.
Emprender es ver un reto diario, una meta cada día, aprender a ser mejor, estés donde estés, trabajes donde trabajes y vivas donde vivas.
Emprender es analizar todo lo que uno puede dar, desde el sitio que ocupas e innovar, no conformarte con lo que hay, emprender es buscar como mejorar tu mundo.
Los telediarios, documentales y periódicos nos hablan de grandes emprendedores empresariales, balances económicos, beneficios y empleos generados, - chapeau-, pero... ¿y los que cayeron? Y los que cayeron pero en realidad aprendieron y emprendieron la gran aventura de la vida; conocerse más, lección diaria, caer y levantarse... con los amigos, con la familia, sus hijos...
A veces nos dejamos llevar por miles de letras, voces e imágenes que nos hablan de excelencia de los demás, y pensamos sólo en nuestros límites, cuando en realidad tenemos mil sitios donde emprender, luchar y divertirnos cada día.
Emprendedores sociales que escuchan y se escuchan el latido de un corazón que se acelera por los pequeños grandes detalles, que saborean y paladean todo esto mientras su cara esboza una gran sonrisa por todo lo conseguido, orgullo de emprendedor.
Es alucinante y genial levantarse por la mañana queriendo sacar lo mejor de una empresa, una Gran Compañía, una Multinacional sin límites que eres tú.
El mejor emprendedor del mundo.
La realidad es que la mejor empresa es uno mismo.
La conoces perfectamente, son tus virtudes y tus mejorables, conoces la capacidad de gestión y la puedes poner a prueba cada día, conoces tu ambición y tus sueños, eres el Director de un recurso humano increíble que sí sabe bien todo lo que desea y hasta donde quiere llegar, Presidente desde que naciste y Director General ejecutivo de una empresa que durará muchos, muchos años en esto de la vida.
Emprender es ver un reto diario, una meta cada día, aprender a ser mejor, estés donde estés, trabajes donde trabajes y vivas donde vivas.
Emprender es analizar todo lo que uno puede dar, desde el sitio que ocupas e innovar, no conformarte con lo que hay, emprender es buscar como mejorar tu mundo.
Los telediarios, documentales y periódicos nos hablan de grandes emprendedores empresariales, balances económicos, beneficios y empleos generados, - chapeau-, pero... ¿y los que cayeron? Y los que cayeron pero en realidad aprendieron y emprendieron la gran aventura de la vida; conocerse más, lección diaria, caer y levantarse... con los amigos, con la familia, sus hijos...
A veces nos dejamos llevar por miles de letras, voces e imágenes que nos hablan de excelencia de los demás, y pensamos sólo en nuestros límites, cuando en realidad tenemos mil sitios donde emprender, luchar y divertirnos cada día.
Emprendedores sociales que escuchan y se escuchan el latido de un corazón que se acelera por los pequeños grandes detalles, que saborean y paladean todo esto mientras su cara esboza una gran sonrisa por todo lo conseguido, orgullo de emprendedor.
Es alucinante y genial levantarse por la mañana queriendo sacar lo mejor de una empresa, una Gran Compañía, una Multinacional sin límites que eres tú.
El mejor emprendedor del mundo.
lunes, 24 de octubre de 2011
Ya puedes volver...
Amigo mío.
ETA ha anunciado el cese definitivo de su "lucha armada".
Ahora podrás volver a tu tierra, a Donosti, y ver esta Concha maravillosa. Ahora, de nuevo, quedarás con tu cuadrilla para ir de poteo y cantar al mundo bilbainadas.
Incluso podrás coger de la mano a Itzaskun, y a tus dos niños para ir a ver el aquarium y el amarre de los barcos como hacías antes. Pasear y disfrutar.
Sentir el olor a mar y a tu tierra, a caseras en el mercadillo y el pan de Otaegui, tocar la arena y empuñarla para que no se te escape de nuevo.
Cerrar los ojos, volver a abrirlos, y ver que es verdad, estás aquí, sueño vivo con los tuyos en tu querida tierra.
Sólo vosotros podéis saber lo que uno pierde, los miles de detalles que añoras y que os han hecho llorar tantas noches.
Te imagino con los niños sentados en tus rodillas, Aitor y Nerea, y poder contarles la verdad, decirles que os echaron, que no os dejaban vivir aquí por tus principios, que en esta vida hay que pagar por sentir, que el idioma y la lengua eran suyos, y victoria o muerte, conmigo o contra mí era mucho más que tan sólo unas palabras. Hay miles de testigos, podrían, si aún vivieran, preguntárselo a las 900 personas asesinadas o a los miles de heridos, o a las miles de familias exiliadas como la vuestra.
No habrá nadie detrás tuyo, salvo la familia, y los amigos que aún te hayan dejado conservar los años y la dichosa política. Podrás hablar de ello en bares sin miedo, compartir ideas y experiencias sin que tengas que temblar por quien te escuche.
Cuando casi todo el mundo habla de política con mayúsculas, me quedo con el sentimiento, el desgarro de cuando os llevaron lejos, las lágrimas, los abrazos y las quedadas clandestinas. Que no olvide el mundo que por muchos de los que estáis fuera, hoy, los que están aquí, viven y vivirán en paz. No hay borrón y cuenta nueva cuando hablamos de vidas, de ilusiones y de sueños.
Pagastéis demasiado caro vuestra coherencia, vuestro grito de libertad para sentarnos ahora a negociar con nadie.
Yo, amigo mío, aquí te espero, en el Néstor, con dos zuritos y la tortilla que tanto te gustaba. Tantas cosas que contarte....
Sois héroes de nuestro tiempo, verdaderos abanderados de la verdad, de la lucha bien entendida.
No sé que dirán los libros de una Historia que la hacen a medida, si sé lo que diré a los míos, a todos los que pueda, les contaré quienes fuisteis, y todo lo que hicisteis porque en el mundo, hubiera paz y libertad de verdad.
Ezkerrik - asko.
Aupa! Oberena!
ETA ha anunciado el cese definitivo de su "lucha armada".
Ahora podrás volver a tu tierra, a Donosti, y ver esta Concha maravillosa. Ahora, de nuevo, quedarás con tu cuadrilla para ir de poteo y cantar al mundo bilbainadas.
Incluso podrás coger de la mano a Itzaskun, y a tus dos niños para ir a ver el aquarium y el amarre de los barcos como hacías antes. Pasear y disfrutar.
Sentir el olor a mar y a tu tierra, a caseras en el mercadillo y el pan de Otaegui, tocar la arena y empuñarla para que no se te escape de nuevo.
Cerrar los ojos, volver a abrirlos, y ver que es verdad, estás aquí, sueño vivo con los tuyos en tu querida tierra.
Sólo vosotros podéis saber lo que uno pierde, los miles de detalles que añoras y que os han hecho llorar tantas noches.
Te imagino con los niños sentados en tus rodillas, Aitor y Nerea, y poder contarles la verdad, decirles que os echaron, que no os dejaban vivir aquí por tus principios, que en esta vida hay que pagar por sentir, que el idioma y la lengua eran suyos, y victoria o muerte, conmigo o contra mí era mucho más que tan sólo unas palabras. Hay miles de testigos, podrían, si aún vivieran, preguntárselo a las 900 personas asesinadas o a los miles de heridos, o a las miles de familias exiliadas como la vuestra.
No habrá nadie detrás tuyo, salvo la familia, y los amigos que aún te hayan dejado conservar los años y la dichosa política. Podrás hablar de ello en bares sin miedo, compartir ideas y experiencias sin que tengas que temblar por quien te escuche.
Cuando casi todo el mundo habla de política con mayúsculas, me quedo con el sentimiento, el desgarro de cuando os llevaron lejos, las lágrimas, los abrazos y las quedadas clandestinas. Que no olvide el mundo que por muchos de los que estáis fuera, hoy, los que están aquí, viven y vivirán en paz. No hay borrón y cuenta nueva cuando hablamos de vidas, de ilusiones y de sueños.
Pagastéis demasiado caro vuestra coherencia, vuestro grito de libertad para sentarnos ahora a negociar con nadie.
Yo, amigo mío, aquí te espero, en el Néstor, con dos zuritos y la tortilla que tanto te gustaba. Tantas cosas que contarte....
Sois héroes de nuestro tiempo, verdaderos abanderados de la verdad, de la lucha bien entendida.
No sé que dirán los libros de una Historia que la hacen a medida, si sé lo que diré a los míos, a todos los que pueda, les contaré quienes fuisteis, y todo lo que hicisteis porque en el mundo, hubiera paz y libertad de verdad.
Ezkerrik - asko.
Aupa! Oberena!
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viernes, 14 de octubre de 2011
Compartir piso...
Vivir juntos. Convivir.
Recuerdo a un amigo que cuando hablaba de ello, hablaba de compartir piso, por aquello de no querer dar tanta seriedad y tenía ese miedo que se riega con lo que uno oye de parejas y matrimonios.
La verdad es que mi amigo, cuando hablaba de compartir, decía bien. Le faltaba la palabra VIDA detrás.
Es espectacular despertar a la vera de quien amas, es brutal sentir cada instante estando cerca o lejos y dedicarlo a ellas.
Levantarte y escuchar una vocecita de una enana brutal que quiere jugar, sonreír, aprender y soñar despierta. Aprender con ella que la vida es tan seria que hay que reírse y saborear.
En esta brava mar que llamamos vida, donde abordajes, piratas y zombis están en cada puerto, la ilusión, las ganas de dar todo lo que uno puede dar, de compartir la plenitud con los tuyos, con los amigos, no tiene precio. Uno ha venido aquí a paladear, a quedarse con una sonrisa, con un abrazo, con el silencio cómplice de un guiño y cerrar los ojos sabiendo que estás despierto viviendo todo eso con las personas que quieres.
La grandeza de sentirse pleno y feliz es también poder compartirla con los tuyos, tener libertad y saber que los que nos rodean son verdaderamente más felices cuando nos ven con esa sonrisa increíble.
Después de 36 años, siete mares, miles de puertos, toca bajar a ese cuarto de banderas, vestir galones en traje de gala, y alzar la copa de buen ron brindando por lo mucho que nos queda por vivir.
Un placer. Placer de vivir.
Recuerdo a un amigo que cuando hablaba de ello, hablaba de compartir piso, por aquello de no querer dar tanta seriedad y tenía ese miedo que se riega con lo que uno oye de parejas y matrimonios.
La verdad es que mi amigo, cuando hablaba de compartir, decía bien. Le faltaba la palabra VIDA detrás.
Es espectacular despertar a la vera de quien amas, es brutal sentir cada instante estando cerca o lejos y dedicarlo a ellas.
Levantarte y escuchar una vocecita de una enana brutal que quiere jugar, sonreír, aprender y soñar despierta. Aprender con ella que la vida es tan seria que hay que reírse y saborear.
En esta brava mar que llamamos vida, donde abordajes, piratas y zombis están en cada puerto, la ilusión, las ganas de dar todo lo que uno puede dar, de compartir la plenitud con los tuyos, con los amigos, no tiene precio. Uno ha venido aquí a paladear, a quedarse con una sonrisa, con un abrazo, con el silencio cómplice de un guiño y cerrar los ojos sabiendo que estás despierto viviendo todo eso con las personas que quieres.
La grandeza de sentirse pleno y feliz es también poder compartirla con los tuyos, tener libertad y saber que los que nos rodean son verdaderamente más felices cuando nos ven con esa sonrisa increíble.
Después de 36 años, siete mares, miles de puertos, toca bajar a ese cuarto de banderas, vestir galones en traje de gala, y alzar la copa de buen ron brindando por lo mucho que nos queda por vivir.
Un placer. Placer de vivir.
martes, 11 de octubre de 2011
Tengo lo que tú necesitas
Negociar. Lo hacemos constantemente. De hecho, si nos paramos a pensar, hay muy pocas cosas donde no estemos negociando. Desde nuestros niños, amigos, novias... intentamos sacar cada día al mejor gestor y sin embargo, tenemos miedo de hacerlo en el trabajo.
Curioso. Es como si de repente tuviéramos miedo de comer o dormir.
Hay varios errores que se cometen habitualmente, aquí van algunas ayudas interesantes:
1. Pensar que "tú me tienes que comprar lo que yo te ofrezco". Error. ¿Y si mejor adaptas tu producto a las necesidades de tu posible cliente? Si vendes internet, por ejemplo. Ante la excusa (que no razón) de "estoy en paro, no puedo". Una buena respuesta, sería: "Y si utiliza internet para buscar empleo. Un servicio que sea rápido y que además se adapte a su situación económica actual con el ahorro que le propongo". "Sería fantástico que encontrara un trabajo y además ahorrara dinero, verdad?". Utilizar una foto de futuro agradable, con una pregunta donde tiene que responder "sí" y comprometerse es una gran herramienta. Él mismo nos está diciendo sí a los argumentos. Difícil decir luego digas que no cuando estás de acuerdo con todo el desarrollo, ¿verdad?.
2. Hablar tú más que el cliente. Es imposible acertar plenamente si el que lleva la voz cantante, - que no control de la negociación- es el gestor. Escucha. Pregunta todo lo que necesites saber, hazle saber a tú cliente que quieres ayudarle. Y adapta dos o tres cualidades de tu producto respondiendo a su situación actual o previsión de futuro.
3. Miedo al "No". Es muy habitual tener miedo a que el cliente, finalmente, nos diga no. La negociación tiene un tempo, es como una canción, donde hay comienzo, estribillo, altos y bajos, pero que ha de terminar, y el gestor decide cuando. Ten en cuenta que en el caso de que diga que no, tendrás la oportunidad de volver a empezar y preguntarle que sucede, quizá no te hayas explicado bien. Tan malo es una venta demasiado corta como demasiado larga. El cliente se aburre. Resume los puntos donde estabais de acuerdo y adelante.
4.Nunca repitas un argumento negativo. "Me dice que no quiere porque está en paro... ". Lo único que conseguirás será que el cliente recuerde una situación negativa personal y quiera zanjar cuanto antes esa conversación. Es como si un tipo de 150 kg se fuera a comprar un pantalón y la dependienta le dijera que en la farmacia de la esquina hay un productos dietéticos fantásticos para su problema, pero que los pantalones, le quedan genial.
5. No tomar notas constantemente. Da igual si es telefónica o personal. Piensa que cuando tú has estado con tu jefe por ejemplo, y no toma notas de lo que le cuentas, te queda la sensación de que no se interesa por tí. Igual les pasa a tus clientes. Si es telefónica, toma notas, nombres, hechos... eso lo tendrás que utilizar durante la venta y el cliente se dará perfecta cuenta de que efectivamente le estás ayudando. La gente compramos por confianza.
6. Utilizar el condicional. " Si usted contratara este producto" " Si usted aceptara la propuesta". No te pongas barreras. Es mucho mejor darlo por hecho. "Dentro de un mes, cuando vea perfectamente los resultados, verá..." "Qué le parece si le digo que a clientes como usted le ofrecemos..." "Va a tener una experiencia fantástica".
7. No resumir. En casi todas las negociaciones hay un montón de datos, puntos en común y desacuerdos. Resume las ventajas de tu producto de una manera pausada y espera SIEMPRE el sí del cliente. "Es decir, está de acuerdo con la tarifa, verdad?" (esperar al sí) "También me ha dicho que está conforme al periodo de permanencia, correcto? (esperar al sí) y finalmente el terminal es el que más se adecua a las necesidades que usted me ha dicho, verdad?. (esperar al sí).
8. Usar coletillas. "buenos días, caballero". "el motivo de mi llamada", ¿Vale?. ¿Eh?. Personaliza la gestión y la venta. Piensa en la sensación que te queda cuando te lo dicen a tí. "Este no sabe ni mi nombre o no lo recuerda, luego no tiene verdadero interés en ayudarme". Desconecto.
9. No identificarte bien. Decimos nuestro nombre muy rápido, da igual por teléfono que en persona, haz una pausa, después de decirlo, no tengas prisa. Primero eres persona, luego cuéntame que me propones. Sois dos personas que vais a hablar de algo. Eso ayuda a personalizar la gestión, a que el cliente se siente más identificado, y con más confianza. Se acabó aquello de "cómo has dicho que te llamas?".
10. Actitud negativa. Esto es fundamental. Si piensas que algo saldrá mal, saldrá. Si crees que algo no te va a gustar, no te gustará. Si crees que a ese cliente no le vas a vender, no le venderás. Cada gestión es diferente, porque cada persona es diferente. Tú lo haces diferente.
Ahora te pregunto, ¿Quieres hacerlo diferente?.¿Quieres vender?
Curioso. Es como si de repente tuviéramos miedo de comer o dormir.
Hay varios errores que se cometen habitualmente, aquí van algunas ayudas interesantes:
1. Pensar que "tú me tienes que comprar lo que yo te ofrezco". Error. ¿Y si mejor adaptas tu producto a las necesidades de tu posible cliente? Si vendes internet, por ejemplo. Ante la excusa (que no razón) de "estoy en paro, no puedo". Una buena respuesta, sería: "Y si utiliza internet para buscar empleo. Un servicio que sea rápido y que además se adapte a su situación económica actual con el ahorro que le propongo". "Sería fantástico que encontrara un trabajo y además ahorrara dinero, verdad?". Utilizar una foto de futuro agradable, con una pregunta donde tiene que responder "sí" y comprometerse es una gran herramienta. Él mismo nos está diciendo sí a los argumentos. Difícil decir luego digas que no cuando estás de acuerdo con todo el desarrollo, ¿verdad?.
2. Hablar tú más que el cliente. Es imposible acertar plenamente si el que lleva la voz cantante, - que no control de la negociación- es el gestor. Escucha. Pregunta todo lo que necesites saber, hazle saber a tú cliente que quieres ayudarle. Y adapta dos o tres cualidades de tu producto respondiendo a su situación actual o previsión de futuro.
3. Miedo al "No". Es muy habitual tener miedo a que el cliente, finalmente, nos diga no. La negociación tiene un tempo, es como una canción, donde hay comienzo, estribillo, altos y bajos, pero que ha de terminar, y el gestor decide cuando. Ten en cuenta que en el caso de que diga que no, tendrás la oportunidad de volver a empezar y preguntarle que sucede, quizá no te hayas explicado bien. Tan malo es una venta demasiado corta como demasiado larga. El cliente se aburre. Resume los puntos donde estabais de acuerdo y adelante.
4.Nunca repitas un argumento negativo. "Me dice que no quiere porque está en paro... ". Lo único que conseguirás será que el cliente recuerde una situación negativa personal y quiera zanjar cuanto antes esa conversación. Es como si un tipo de 150 kg se fuera a comprar un pantalón y la dependienta le dijera que en la farmacia de la esquina hay un productos dietéticos fantásticos para su problema, pero que los pantalones, le quedan genial.
5. No tomar notas constantemente. Da igual si es telefónica o personal. Piensa que cuando tú has estado con tu jefe por ejemplo, y no toma notas de lo que le cuentas, te queda la sensación de que no se interesa por tí. Igual les pasa a tus clientes. Si es telefónica, toma notas, nombres, hechos... eso lo tendrás que utilizar durante la venta y el cliente se dará perfecta cuenta de que efectivamente le estás ayudando. La gente compramos por confianza.
6. Utilizar el condicional. " Si usted contratara este producto" " Si usted aceptara la propuesta". No te pongas barreras. Es mucho mejor darlo por hecho. "Dentro de un mes, cuando vea perfectamente los resultados, verá..." "Qué le parece si le digo que a clientes como usted le ofrecemos..." "Va a tener una experiencia fantástica".
7. No resumir. En casi todas las negociaciones hay un montón de datos, puntos en común y desacuerdos. Resume las ventajas de tu producto de una manera pausada y espera SIEMPRE el sí del cliente. "Es decir, está de acuerdo con la tarifa, verdad?" (esperar al sí) "También me ha dicho que está conforme al periodo de permanencia, correcto? (esperar al sí) y finalmente el terminal es el que más se adecua a las necesidades que usted me ha dicho, verdad?. (esperar al sí).
8. Usar coletillas. "buenos días, caballero". "el motivo de mi llamada", ¿Vale?. ¿Eh?. Personaliza la gestión y la venta. Piensa en la sensación que te queda cuando te lo dicen a tí. "Este no sabe ni mi nombre o no lo recuerda, luego no tiene verdadero interés en ayudarme". Desconecto.
9. No identificarte bien. Decimos nuestro nombre muy rápido, da igual por teléfono que en persona, haz una pausa, después de decirlo, no tengas prisa. Primero eres persona, luego cuéntame que me propones. Sois dos personas que vais a hablar de algo. Eso ayuda a personalizar la gestión, a que el cliente se siente más identificado, y con más confianza. Se acabó aquello de "cómo has dicho que te llamas?".
10. Actitud negativa. Esto es fundamental. Si piensas que algo saldrá mal, saldrá. Si crees que algo no te va a gustar, no te gustará. Si crees que a ese cliente no le vas a vender, no le venderás. Cada gestión es diferente, porque cada persona es diferente. Tú lo haces diferente.
Ahora te pregunto, ¿Quieres hacerlo diferente?.¿Quieres vender?
miércoles, 28 de septiembre de 2011
D. Arturo Pérez - Reverte
Madrid. Sería en el mes de noviembre.
Anocheciendo, oscuro y con una ligera lluvia. Al fondo, venía él, delgado, con una gabardina tipo Humphrey Bogart y con el cigarro iluminándole la cara cada vez que daba una calada.
Ojos duros, observando a cualquiera que se cruce, viene despacio, hemos quedado en un café de la calle Lope de Vega. Café Historia, se llama.
Aún me pregunto por qué aceptó finalmente la cita mientras le veo llegar, y ya no son nervios, son ganas de compartir y aprender.
Estrecha la mano firme mirando a los ojos, con un "buenas noches, encantado" pausado, y parecía que le apeteciera más eso de perderse por las calles de Madrid que tan bien conoce que aquello de meterse en un bar.
Cuando uno le ha leído tanto, y acompañado en tantas batallas de su loca cabeza, quiere ver al hombre que escribe tras esas letras.
Lo que quería es ver más allá, intentar abir el alma y nuestras historias. Ciscarnos, como dice él, en quien toque y de paso, sacar una moraleja más en esto de la vida.
"Me gustas más como articulista que como novelista", le digo.
Esa sonrisa de media boca mientras coge la caña que Antonio le ha servido.
Tres o cuatro horas hablando de nuestras vidas, de política, de esta España y de la que fue, de novelas y proyectos de cada uno, proyectos de vida y sentir.
Cuenta varias historias de cuando el Kalashnikov era para él tan familiar como su pluma o su vieja máquina portátil.
Le hablo de mi curro, de lo que veo, y de lo que siento. Escucha atento, pregunta como un niño curioso y concluye con frases o gestos cortos. Eso de hablar de más, ya lo hacen en el congreso, radios y teles.
Se va despacio, encendiendo otro cigarro, con seis o siete cañas en el cuerpo y le miro sintiendo que aquel hombre, ese que escribe todos los domingos y tantas veces nos hace pensar y reír es mucho más que negro sobre blanco, y que mereció la pena sacar el valor y las horas para seguir aprendiendo.
Ese es mi encuentro imaginario con D. Arturo, al que agradezco profundamente que eleve el arte de escribir, y sobre todo de hacer pensar, aunque no esté de acuerdo, que aquí, amigo, se viene a aprender y sentir.
Anocheciendo, oscuro y con una ligera lluvia. Al fondo, venía él, delgado, con una gabardina tipo Humphrey Bogart y con el cigarro iluminándole la cara cada vez que daba una calada.
Ojos duros, observando a cualquiera que se cruce, viene despacio, hemos quedado en un café de la calle Lope de Vega. Café Historia, se llama.
Aún me pregunto por qué aceptó finalmente la cita mientras le veo llegar, y ya no son nervios, son ganas de compartir y aprender.
Estrecha la mano firme mirando a los ojos, con un "buenas noches, encantado" pausado, y parecía que le apeteciera más eso de perderse por las calles de Madrid que tan bien conoce que aquello de meterse en un bar.
Cuando uno le ha leído tanto, y acompañado en tantas batallas de su loca cabeza, quiere ver al hombre que escribe tras esas letras.
Lo que quería es ver más allá, intentar abir el alma y nuestras historias. Ciscarnos, como dice él, en quien toque y de paso, sacar una moraleja más en esto de la vida.
"Me gustas más como articulista que como novelista", le digo.
Esa sonrisa de media boca mientras coge la caña que Antonio le ha servido.
Tres o cuatro horas hablando de nuestras vidas, de política, de esta España y de la que fue, de novelas y proyectos de cada uno, proyectos de vida y sentir.
Cuenta varias historias de cuando el Kalashnikov era para él tan familiar como su pluma o su vieja máquina portátil.
Le hablo de mi curro, de lo que veo, y de lo que siento. Escucha atento, pregunta como un niño curioso y concluye con frases o gestos cortos. Eso de hablar de más, ya lo hacen en el congreso, radios y teles.
Se va despacio, encendiendo otro cigarro, con seis o siete cañas en el cuerpo y le miro sintiendo que aquel hombre, ese que escribe todos los domingos y tantas veces nos hace pensar y reír es mucho más que negro sobre blanco, y que mereció la pena sacar el valor y las horas para seguir aprendiendo.
Ese es mi encuentro imaginario con D. Arturo, al que agradezco profundamente que eleve el arte de escribir, y sobre todo de hacer pensar, aunque no esté de acuerdo, que aquí, amigo, se viene a aprender y sentir.
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jueves, 22 de septiembre de 2011
36 veranos
Se dice pronto. Vivir 36 veranos.
Equivocarse: Tener o tomar algo por otra cosa, juzgando u obrando desacertadamente.
Aprender: Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia.
De esto se trata. De equivocarse y aprender.
Somos halcones de nuestro tiempo. Halcones con bocas enormes que se atreven a juzgar cada día y hablar de más cuando no toca. Verdaderos guardianes de lo ajeno. Master en recursos ajenos y además compartirlo con quien no toca. Hemos hecho de la discreción algo realmente raro y especial.
Equivocarse y aprender, es un derecho. Cuando detienen a la gente deberían decirlo. Tiene usted derecho a guardar silencio, a un abogado, si no se puede pagar uno el Estado le asignará uno de oficio, a defenderse, y a equivocarse y luego aprender.
Es inevitable -al menos para mí- evaluar más a fondo cuando se acerca mi cumpleaños. Como todos, me he confundido mil veces. Y en esas estoy, queriendo aprender y mejorar cada día. Tengo la gran suerte, además, que mi trabajo sirve para eso, para que los demás también aprendan y mejoren.
Hay gente que dice que no vale arrepentirse, que lo que vale es aprender. Según lo que haya hecho, oiga. Que hay errores de los que sería mejor no tener que haber aprendido.
Supongo que nos pasa a todos eso de vernos y no creernos que tenemos esos añitos. La realidad es que sí, que los tenemos, y eso significa que se han vivido millones, y que, uno no sabe cuando termina esto, pero que merece la pena y mucho aquello de este minuto no vuelve.
No me quedo con ninguna edad, con la que tengo, que seguro que tiene y estoy viviendo un montón de cosas buenas que disfrutar y compartir con quien merece la pena.
A todos los que durante estos años me habéis ayudado a ser feliz, gracias, muchísimas gracias. A los otros... gracias también, por que así uno sabe también lo que no quiere, y eso es importante.
Hay dos personas a las que aunque viviera 30 vidas de mil años, jamás podría agradecer como se han portado y todo lo que son para mí. Suelo decir a mis amigos, que ellos tienen excelentes padres, pero que yo, sencillamente, tengo a los mejores.
Equivocarse: Tener o tomar algo por otra cosa, juzgando u obrando desacertadamente.
Aprender: Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia.
De esto se trata. De equivocarse y aprender.
Somos halcones de nuestro tiempo. Halcones con bocas enormes que se atreven a juzgar cada día y hablar de más cuando no toca. Verdaderos guardianes de lo ajeno. Master en recursos ajenos y además compartirlo con quien no toca. Hemos hecho de la discreción algo realmente raro y especial.
Equivocarse y aprender, es un derecho. Cuando detienen a la gente deberían decirlo. Tiene usted derecho a guardar silencio, a un abogado, si no se puede pagar uno el Estado le asignará uno de oficio, a defenderse, y a equivocarse y luego aprender.
Es inevitable -al menos para mí- evaluar más a fondo cuando se acerca mi cumpleaños. Como todos, me he confundido mil veces. Y en esas estoy, queriendo aprender y mejorar cada día. Tengo la gran suerte, además, que mi trabajo sirve para eso, para que los demás también aprendan y mejoren.
Hay gente que dice que no vale arrepentirse, que lo que vale es aprender. Según lo que haya hecho, oiga. Que hay errores de los que sería mejor no tener que haber aprendido.
Supongo que nos pasa a todos eso de vernos y no creernos que tenemos esos añitos. La realidad es que sí, que los tenemos, y eso significa que se han vivido millones, y que, uno no sabe cuando termina esto, pero que merece la pena y mucho aquello de este minuto no vuelve.
No me quedo con ninguna edad, con la que tengo, que seguro que tiene y estoy viviendo un montón de cosas buenas que disfrutar y compartir con quien merece la pena.
A todos los que durante estos años me habéis ayudado a ser feliz, gracias, muchísimas gracias. A los otros... gracias también, por que así uno sabe también lo que no quiere, y eso es importante.
Hay dos personas a las que aunque viviera 30 vidas de mil años, jamás podría agradecer como se han portado y todo lo que son para mí. Suelo decir a mis amigos, que ellos tienen excelentes padres, pero que yo, sencillamente, tengo a los mejores.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Aquella guardia
Recuerdo la primera noche al llegar con nuestras bolsas y el pelo rapado.
Uno había escuchado demasiadas veces las famosas novatadas en la mili. Caras serias, todos queríamos imponer respeto.
Doscientas cincuenta almas vestidos de paisano, bajo una lluvia espectacular formadas en el patio.
Al fondo, la lluvia dejaba ver a un tipo con gorra que ordenaba "derecha, firmes, izquierda!" sin ningún rigor, sin ningún fin, que no sea el placer que te da el poder de tres galones de sargento en tus hombros.
Mucha gente considerará inútil el servicio militar y no voy a hacer aquí ninguna defensa de eso, pero para mí, esos 9 meses, conocer a todas esas personas, ver en un reducido espacio una muestra del mundo fue una experiencia que no olvidaré. Recuerdo muchos de sus nombres, y a veces me pregunto que será de ellos. Me encantaría tener la oportunidad de ver como han tratado a la vida.
Recuerdo muy bien aquella guardia.
Mes de abril en Vitoria, llovía. Yo hice pocas guardias, las ventajas de ser furriel, pero aquel día, aquella noche, yo estaba allí.
Me tocó con un chaval de 21 años de Bilbao, delgado, de estatura media, con cara de pillo y que acostumbraba a sonreír poco y a hablar menos.
Nuestro turno era en pareja y había que llegar hasta un bosque lejano y hacer la ronda. Durante dos horas.
Yo en la mili era un tipo serio, que imponía respeto, así que aquella guardia parecía que iba a ser de todo menos enriquecedora.
Me pidió un cigarro. Y aunque no se puede fumar en una guardia, estábamos suficiente mente lejos del puesto de mando, mucho árbol, tapados con las capas, me pareció bien. Acabábamos de empezar.
Se sentó en el suelo. - Siéntate, me dijo-.
Oye, ¿tú eres feliz?, preguntó. Respondí que sí rápidamente sin pensar en ello, y le pregunté el por qué me decía eso mientras pensaba en como se había atrevido a hacerme esa pregunta, y qué le podría estar pasando a él.
Me senté despacio, mirando desde arriba a alguien que ni siquiera me miró para preguntarme algo así y que parecía esconder un millón de cosas en sus ojos y su cabeza.
Abrazábamos los fusiles.
"Esto es una mierda, Güenechea, la vida es una mierda".
Empezó a hablar y a contarme los problemas que tenía en su casa, un padre alcohólico y una madre que apenas le hablaba y que nunca había sentido su abrazo ni cariño. No veía sentido a nada de esto. Difícil para un chico listo, observador, que creció en las calles y en recreativos.
Hablaba de una manera realmente pausada, contestaba a preguntas difíciles, profundas, con absoluta honestidad.
"Voy a dejar esto, es lo mejor" dijo mientras me miraba por primera vez con una seguridad increíble.
Cuando alguien te dice algo así y tiene en su mano un fusil con munición de verdad, tu corazón se acelera, tu primera reacción será el "no, no..." y un sudor frío recorrerá todo tu cuerpo.
Decidí mostrar tranquilidad, y hablar de mis planes de futuro - que podrían ser suyos- y compartir cosas que no compartí con nadie en la mili y diría que en mi vida, hasta entonces.
Entonces sí me miraba, atento, escudriñando cada palabra, cada gesto, apenas respondía, asentía con su cara mojada, mientras hacía el gesto de pedir otro cigarro.
El no tenía amigos de verdad, él estaba acostumbrado a hablar con sus "amigos" de como hacerse con una botella del súper, drogas, o como liarla de verdad.
Faltaba poco para que tuviéramos que llegar al puesto de mando, me levanté y le dije: "tenemos que irnos". Se levantó, avanzamos unos metros, recuerdo las botas llenas de barro, paró de repente y sonriendo dijo "gracias, Güene".
Coincidíamos mucho en el cuartel, pero él iba con una cuadrilla y yo con otra, no solíamos hablar, nos guiñábamos el ojo, o nos seguíamos con la mirada.
Aquella noche fría y lluviosa aprendí de nuevo el valor de la amistad, el valor de hablar de las cosas que importan, compartir con quien merece y preguntarnos el por qué de las cosas.
Al final, la verdad es que él me ayudó mucho más a mí.
Estoy convencido que hoy, tantos años más tarde, está disfrutando de un viaje espectacular en esto de la vida.
Uno había escuchado demasiadas veces las famosas novatadas en la mili. Caras serias, todos queríamos imponer respeto.
Doscientas cincuenta almas vestidos de paisano, bajo una lluvia espectacular formadas en el patio.
Al fondo, la lluvia dejaba ver a un tipo con gorra que ordenaba "derecha, firmes, izquierda!" sin ningún rigor, sin ningún fin, que no sea el placer que te da el poder de tres galones de sargento en tus hombros.
Mucha gente considerará inútil el servicio militar y no voy a hacer aquí ninguna defensa de eso, pero para mí, esos 9 meses, conocer a todas esas personas, ver en un reducido espacio una muestra del mundo fue una experiencia que no olvidaré. Recuerdo muchos de sus nombres, y a veces me pregunto que será de ellos. Me encantaría tener la oportunidad de ver como han tratado a la vida.
Recuerdo muy bien aquella guardia.
Mes de abril en Vitoria, llovía. Yo hice pocas guardias, las ventajas de ser furriel, pero aquel día, aquella noche, yo estaba allí.
Me tocó con un chaval de 21 años de Bilbao, delgado, de estatura media, con cara de pillo y que acostumbraba a sonreír poco y a hablar menos.
Nuestro turno era en pareja y había que llegar hasta un bosque lejano y hacer la ronda. Durante dos horas.
Yo en la mili era un tipo serio, que imponía respeto, así que aquella guardia parecía que iba a ser de todo menos enriquecedora.
Me pidió un cigarro. Y aunque no se puede fumar en una guardia, estábamos suficiente mente lejos del puesto de mando, mucho árbol, tapados con las capas, me pareció bien. Acabábamos de empezar.
Se sentó en el suelo. - Siéntate, me dijo-.
Oye, ¿tú eres feliz?, preguntó. Respondí que sí rápidamente sin pensar en ello, y le pregunté el por qué me decía eso mientras pensaba en como se había atrevido a hacerme esa pregunta, y qué le podría estar pasando a él.
Me senté despacio, mirando desde arriba a alguien que ni siquiera me miró para preguntarme algo así y que parecía esconder un millón de cosas en sus ojos y su cabeza.
Abrazábamos los fusiles.
"Esto es una mierda, Güenechea, la vida es una mierda".
Empezó a hablar y a contarme los problemas que tenía en su casa, un padre alcohólico y una madre que apenas le hablaba y que nunca había sentido su abrazo ni cariño. No veía sentido a nada de esto. Difícil para un chico listo, observador, que creció en las calles y en recreativos.
Hablaba de una manera realmente pausada, contestaba a preguntas difíciles, profundas, con absoluta honestidad.
"Voy a dejar esto, es lo mejor" dijo mientras me miraba por primera vez con una seguridad increíble.
Cuando alguien te dice algo así y tiene en su mano un fusil con munición de verdad, tu corazón se acelera, tu primera reacción será el "no, no..." y un sudor frío recorrerá todo tu cuerpo.
Decidí mostrar tranquilidad, y hablar de mis planes de futuro - que podrían ser suyos- y compartir cosas que no compartí con nadie en la mili y diría que en mi vida, hasta entonces.
Entonces sí me miraba, atento, escudriñando cada palabra, cada gesto, apenas respondía, asentía con su cara mojada, mientras hacía el gesto de pedir otro cigarro.
El no tenía amigos de verdad, él estaba acostumbrado a hablar con sus "amigos" de como hacerse con una botella del súper, drogas, o como liarla de verdad.
Faltaba poco para que tuviéramos que llegar al puesto de mando, me levanté y le dije: "tenemos que irnos". Se levantó, avanzamos unos metros, recuerdo las botas llenas de barro, paró de repente y sonriendo dijo "gracias, Güene".
Coincidíamos mucho en el cuartel, pero él iba con una cuadrilla y yo con otra, no solíamos hablar, nos guiñábamos el ojo, o nos seguíamos con la mirada.
Aquella noche fría y lluviosa aprendí de nuevo el valor de la amistad, el valor de hablar de las cosas que importan, compartir con quien merece y preguntarnos el por qué de las cosas.
Al final, la verdad es que él me ayudó mucho más a mí.
Estoy convencido que hoy, tantos años más tarde, está disfrutando de un viaje espectacular en esto de la vida.
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jueves, 8 de septiembre de 2011
Perspectiva
Ayer me contaba un amigo una situación que me hizo pensar:
Su mujer, por error, puso en el lavavajillas Fairy, a falta de Calgonit o producto similar. La consecuencia: una gran fiesta de la espuma en la cocina. Espuma y agua para regalar.
Entre los dos estudiaron diferentes soluciones rápidamente, y fueron tomando decisiones durante el proceso: ¿abrir el lavavajillas? ¿ponerlo otra vez para que termine? ¿qué usar para quitar la espuma de dentro?... en fin, os podéis imaginar la fiesta que se montó allí.
La realidad es que ninguna de las soluciones aportadas por la causante de la situación, fueron útiles.
No es culpa de su mujer, le podría haber pasado a cualquiera, faltaría más, pero me ha hecho pensar en la perspectiva de las cosas y es que generalmente, el que te ha causado el problema, no podrá darte la solución.
Cuando las personas tomamos una decisión hemos evaluado ya las ventajas y desventajas, y es muy fácil "enrocarse" en una posición que aunque no esté teniendo éxito, fue la tuya, fue tu decisión.
Aquí hay varios factores psicológicos fundamentales para que la persona termine abriendo los ojos y aportar soluciones:
1º ¿Ante quien has cometido el error?. Si tienes confianza con esa persona, habrá muchos menos obstáculos para que cedas y tomar decisiones correctas. Al contrario, si no hay confianza con esa persona o incluso no os lleváis del todo bien, tu posición de orgullo te impedirá abrir horizontes. Lo más probable es que además añadas una actitud errónea y eso empeore aún más las cosas.
2º ¿Cuantas veces te has confundido antes? A veces, no tenemos una buena semana, o un buen mes, eso producirá una falta de confianza en nosotros mismos, y nuestra reacción será "otra vez, no". Error. Eso inducirá a que sigas pensando que tenías razón y no lo soluciones. Es mejor "vale, que me he confundido de nuevo, mejor escuchar, aprender y crecer".
3º ¿Tomaste la decisión evaluando bien?. En cualquier decisión, se nos presume haber evaluado la situación y ver los pros y contra. Si no la habías preparado bien, no podrás argumentar el porqué tomaste esa decisión, y así poder compartir el porqué de esa situación, como se ha llegado allí.
Además, es muy probable que no te hayas confundido en todo, y seguro que tienes ideas que aportar a quienes te quieren ayudar.
4º Nunca pienses que quien te ayuda, supervisa o un amig@ te quiere castigar o que está gozando por verte cometer un error. Si piensas eso, lo más probable es que tu actitud tampoco sea la adecuada para solucionarlo, y vuelvas a esa posición de oigo pero no escucho. Si existe un problema obvio con quien te ayuda, olvídalo mientras se está solucionando, utiliza un lenguaje y unos gestos mucho más calmados de lo habitual.
5º Es mejor "hay que..." que " es que...". Resume el problema, analiza bien la situación y mira en que se ha fallado, comparte con la gente, con tu equipo, las soluciones que aportas y ayuda a que los demás no los cometan. Proponer soluciones.
6º Todos nos confundimos, lo importante es tener la humildad y la inteligencia de aprender de ello.
Después de tantas personas formadas, tantas formaciones diferentes, años conociendo bien empresas y sus modos de gestión, la actitud lo es casi todo. Hay un potencial brutal en cada persona, ahora tan sólo tienes que responder a una pregunta:
¿Quieres crecer? :)
Su mujer, por error, puso en el lavavajillas Fairy, a falta de Calgonit o producto similar. La consecuencia: una gran fiesta de la espuma en la cocina. Espuma y agua para regalar.
Entre los dos estudiaron diferentes soluciones rápidamente, y fueron tomando decisiones durante el proceso: ¿abrir el lavavajillas? ¿ponerlo otra vez para que termine? ¿qué usar para quitar la espuma de dentro?... en fin, os podéis imaginar la fiesta que se montó allí.
La realidad es que ninguna de las soluciones aportadas por la causante de la situación, fueron útiles.
No es culpa de su mujer, le podría haber pasado a cualquiera, faltaría más, pero me ha hecho pensar en la perspectiva de las cosas y es que generalmente, el que te ha causado el problema, no podrá darte la solución.
Cuando las personas tomamos una decisión hemos evaluado ya las ventajas y desventajas, y es muy fácil "enrocarse" en una posición que aunque no esté teniendo éxito, fue la tuya, fue tu decisión.
Aquí hay varios factores psicológicos fundamentales para que la persona termine abriendo los ojos y aportar soluciones:
1º ¿Ante quien has cometido el error?. Si tienes confianza con esa persona, habrá muchos menos obstáculos para que cedas y tomar decisiones correctas. Al contrario, si no hay confianza con esa persona o incluso no os lleváis del todo bien, tu posición de orgullo te impedirá abrir horizontes. Lo más probable es que además añadas una actitud errónea y eso empeore aún más las cosas.
2º ¿Cuantas veces te has confundido antes? A veces, no tenemos una buena semana, o un buen mes, eso producirá una falta de confianza en nosotros mismos, y nuestra reacción será "otra vez, no". Error. Eso inducirá a que sigas pensando que tenías razón y no lo soluciones. Es mejor "vale, que me he confundido de nuevo, mejor escuchar, aprender y crecer".
3º ¿Tomaste la decisión evaluando bien?. En cualquier decisión, se nos presume haber evaluado la situación y ver los pros y contra. Si no la habías preparado bien, no podrás argumentar el porqué tomaste esa decisión, y así poder compartir el porqué de esa situación, como se ha llegado allí.
Además, es muy probable que no te hayas confundido en todo, y seguro que tienes ideas que aportar a quienes te quieren ayudar.
4º Nunca pienses que quien te ayuda, supervisa o un amig@ te quiere castigar o que está gozando por verte cometer un error. Si piensas eso, lo más probable es que tu actitud tampoco sea la adecuada para solucionarlo, y vuelvas a esa posición de oigo pero no escucho. Si existe un problema obvio con quien te ayuda, olvídalo mientras se está solucionando, utiliza un lenguaje y unos gestos mucho más calmados de lo habitual.
5º Es mejor "hay que..." que " es que...". Resume el problema, analiza bien la situación y mira en que se ha fallado, comparte con la gente, con tu equipo, las soluciones que aportas y ayuda a que los demás no los cometan. Proponer soluciones.
6º Todos nos confundimos, lo importante es tener la humildad y la inteligencia de aprender de ello.
Después de tantas personas formadas, tantas formaciones diferentes, años conociendo bien empresas y sus modos de gestión, la actitud lo es casi todo. Hay un potencial brutal en cada persona, ahora tan sólo tienes que responder a una pregunta:
¿Quieres crecer? :)
jueves, 1 de septiembre de 2011
El abuelo
Se llamaba Manuel. El abuelo Manolo.
Llevo ya muchos días fastidiado de salud y me ha dado por pensar en las limitaciones que el cuerpo nos va poniendo.
Era un hombre con una gran vitalidad, inteligente y de esos que se hicieron de verdad y con mayúsculas a sí mismo.
Pasé muchísimas horas a su lado, tirado en el suelo escuchándolo y poniendo cara de bobo. Contaba historias con enorme detalle, era un gran observador, millones de anécdotas, un gran narrador de su propia vida.
Mil historias, mil lecciones.
Me enseñó mucho, lo recuerdo y le echo de menos.
Debe ser muy complicado ver como tu cuerpo va diciendo para aunque tu cabeza quiera continuar en cosas tan simples como levantarse o ir de una habitación a otra, o un pequeño paseo. Es más complicado todavía si les sucede a gente activa, vital, que quiere aprender cada día y vivirlos de verdad.
Me pregunto que debió pensar a medida que esos días iban pasando y que no mejoraba. Ley de vida, dicen. Nos llegará a todos, nos cuentan.
Y qué. Razón de más para exprimir cada día.
Manuel recorrió medio mundo en barco, empezó desde abajo, sacó una familia adelante y dejó todo esto en casa de un hija y con un montón de gente que aún le siguen queriendo y le recuerdan.
Es una gran manera de pasar por aquí. Un gran resumen de una gran persona.
Gracias, abuelo!
Llevo ya muchos días fastidiado de salud y me ha dado por pensar en las limitaciones que el cuerpo nos va poniendo.
Era un hombre con una gran vitalidad, inteligente y de esos que se hicieron de verdad y con mayúsculas a sí mismo.
Pasé muchísimas horas a su lado, tirado en el suelo escuchándolo y poniendo cara de bobo. Contaba historias con enorme detalle, era un gran observador, millones de anécdotas, un gran narrador de su propia vida.
Mil historias, mil lecciones.
Me enseñó mucho, lo recuerdo y le echo de menos.
Debe ser muy complicado ver como tu cuerpo va diciendo para aunque tu cabeza quiera continuar en cosas tan simples como levantarse o ir de una habitación a otra, o un pequeño paseo. Es más complicado todavía si les sucede a gente activa, vital, que quiere aprender cada día y vivirlos de verdad.
Me pregunto que debió pensar a medida que esos días iban pasando y que no mejoraba. Ley de vida, dicen. Nos llegará a todos, nos cuentan.
Y qué. Razón de más para exprimir cada día.
Manuel recorrió medio mundo en barco, empezó desde abajo, sacó una familia adelante y dejó todo esto en casa de un hija y con un montón de gente que aún le siguen queriendo y le recuerdan.
Es una gran manera de pasar por aquí. Un gran resumen de una gran persona.
Gracias, abuelo!
martes, 16 de agosto de 2011
JMJ
Una marea humana con banderas de más de 130 países se veía a lo lejos.
Jóvenes de todo el mundo juntos por una creencia, un ideal y una forma de vida.
Más allá de ser creyente o no - que lo soy -, es alucinante que tantas personas sientan la necesidad de compartir algo tan íntimo y que desde las más recónditas aldeas hasta las ciudades más grandes hayan encontrando una mano enorme que les guía y ayuda.
Me pregunto también por los que quisieron unirse y no han podido, esa envidia sana que queda al ver partir a alguien que sabes todo lo que va a ganar en vida: crecer, sentir, compartir.
En realidad, sólo hay una bandera, la de que querer sentir juntos. Silencios que llenan, canciones que embriagan y el hombro amigo.
Dios debe estar esbozando una gran sonrisa allá arriba.
Grandes Héroes, Conquistadores, ya se han ganado el Honor con mayúsculas.
Un día, echarán la vista atrás y podrán decir que son quienes son por miles de cosas como ésta.
Nosotros, mientras; podríamos darles las gracias por una lección espectacular, por hacernos pensar, y darnos cuenta que la coherencia, la lucha por lo que crees y compartirlo mientras creces es una gran manera de vivir.
Jóvenes de todo el mundo juntos por una creencia, un ideal y una forma de vida.
Pararse a pensar la cantidad de sacrificios que han tenido que hacer para llegar allá le llena a uno de una sonrisa especial.
No está muy de moda esto de la Fe y la Iglesia, y sin embargo, ahí están gritando de verdad al mundo en lo que creen y en todo lo que son capaces.Más allá de ser creyente o no - que lo soy -, es alucinante que tantas personas sientan la necesidad de compartir algo tan íntimo y que desde las más recónditas aldeas hasta las ciudades más grandes hayan encontrando una mano enorme que les guía y ayuda.
Me pregunto también por los que quisieron unirse y no han podido, esa envidia sana que queda al ver partir a alguien que sabes todo lo que va a ganar en vida: crecer, sentir, compartir.
En realidad, sólo hay una bandera, la de que querer sentir juntos. Silencios que llenan, canciones que embriagan y el hombro amigo.
Dios debe estar esbozando una gran sonrisa allá arriba.
Grandes Héroes, Conquistadores, ya se han ganado el Honor con mayúsculas.
Un día, echarán la vista atrás y podrán decir que son quienes son por miles de cosas como ésta.
Nosotros, mientras; podríamos darles las gracias por una lección espectacular, por hacernos pensar, y darnos cuenta que la coherencia, la lucha por lo que crees y compartirlo mientras creces es una gran manera de vivir.
domingo, 14 de agosto de 2011
Relaciones Públicas
Son políticos natos, aunque se dediquen a la albañilería, miran cada mañana su índice de popularidad y están obsesionados por el qué dirán y que pensarán.
Su reino es la sonrisa falsa, deciden pensando en a cuanta gente le gustará su decisión, y sobre todo, quien no se va a enfadar. Hablan de lealtad cuando quieren decir interés, y suelen confundir amistad con colegueo.
Hay miles. Desde el trabajo, hasta en el bar que tomas café por las mañanas. Piénsalo.
Lo que antaño era hipocresía y falta de rigor, hoy lo hemos cambiado por mano izquierda y ser un relaciones públicas.
Abren su escaparate cada mañana como quien abre una tienda a ver cuanto público le entra.
El otro día, uno de éstos, me confesaba que a sus 39 primaveras y de repente, se dio cuenta de todo lo que había perdido y dejado de saborear de verdad.
No tenía un gran amigo, tenía miles de conocidos, en su mochila había paripés decía, tenía la sensación de cargar con algo que nunca fue suyo."Era mucho más fácil".
Tiene razón, es más sencillo no llegar a compromisos reales, el estar ahí con los tuyos, luchar por lo que piensas y que la gente te quiera o no por quien eres y lo que haces.
Premiamos la hipocresía y la vestimos de mil nombres, mano izquierda, adaptación, don de gentes... Todo eso son virtudes, pero... ¿hasta cuando? ¿hasta donde uno puede intentar ser amable con todo el mundo, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, cautivar al mundo y liderar si la bandera que lleva no es la suya?
A todo el mundo nos ha tocado ese papel alguna vez, entrar en ese teatro y seguro que estás pensando en unas cuantas personas los vives cada día. Juegan con personas y almas.
La verdad es que es mejor parar e intentar ayudar. Puede que pienses que a ti que más te da, o que te a ti te da igual... o que incluso no te interesa ayudarle, pero ¿no estaríamos haciendo lo mismo que ell@s?.
A los que nunca fueron ni son; dales la oportunidad de ser.
Ponte tus galones, agarra tu emblema bien fuerte y grita al mundo que esta sí es tu bandera.
Su reino es la sonrisa falsa, deciden pensando en a cuanta gente le gustará su decisión, y sobre todo, quien no se va a enfadar. Hablan de lealtad cuando quieren decir interés, y suelen confundir amistad con colegueo.
Hay miles. Desde el trabajo, hasta en el bar que tomas café por las mañanas. Piénsalo.
Lo que antaño era hipocresía y falta de rigor, hoy lo hemos cambiado por mano izquierda y ser un relaciones públicas.
Abren su escaparate cada mañana como quien abre una tienda a ver cuanto público le entra.
El otro día, uno de éstos, me confesaba que a sus 39 primaveras y de repente, se dio cuenta de todo lo que había perdido y dejado de saborear de verdad.
No tenía un gran amigo, tenía miles de conocidos, en su mochila había paripés decía, tenía la sensación de cargar con algo que nunca fue suyo."Era mucho más fácil".
Tiene razón, es más sencillo no llegar a compromisos reales, el estar ahí con los tuyos, luchar por lo que piensas y que la gente te quiera o no por quien eres y lo que haces.
Premiamos la hipocresía y la vestimos de mil nombres, mano izquierda, adaptación, don de gentes... Todo eso son virtudes, pero... ¿hasta cuando? ¿hasta donde uno puede intentar ser amable con todo el mundo, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, cautivar al mundo y liderar si la bandera que lleva no es la suya?
A todo el mundo nos ha tocado ese papel alguna vez, entrar en ese teatro y seguro que estás pensando en unas cuantas personas los vives cada día. Juegan con personas y almas.
La verdad es que es mejor parar e intentar ayudar. Puede que pienses que a ti que más te da, o que te a ti te da igual... o que incluso no te interesa ayudarle, pero ¿no estaríamos haciendo lo mismo que ell@s?.
A los que nunca fueron ni son; dales la oportunidad de ser.
Ponte tus galones, agarra tu emblema bien fuerte y grita al mundo que esta sí es tu bandera.
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sábado, 23 de julio de 2011
Patton
El General Patton en tierras griegas, relató a su superior, el General Bradley, muy detalladamente las batallas, guerras, cruzadas, vencedores y vencidos que hubo en la tierra que estaban pisando.
A sus pies había milenios, columnas que antaño eran foro y plaza; ruinas ahora, templos adorados durante siglos. Conquistas y batallas.
Su horizonte era Platea, allá donde primero los espartanos, cartagineses, romanos más tarde los turcos, árabes, españoles y de flandes blandieron espada y mosquete.
Estando en aquellas ruinas, Patton le dijo al General Bradley:
"¿Sabes lo que decía el poeta?. Bradley, poco hablador, general tímido, dijo: "No, no lo sé, George "
Patton esperó unos segundos, y dijo: "A través de los siglos, entre la pompa y la fatiga de guerra, he batallado, me he esforzado y he perdido innumerables veces, como a través de un vaso de cristal veo la eterna contienda donde he luchado bajo muchos nombres y aspectos, pero siempre era yo". Al terminar, le dijo: " ¿Sabes quien era ese poeta?". No, contestó Brad.
" Yo", dijo Patton.
Lo contaba como si siempre hubiera estado allí, arrancaba sentimientos y detalles que poca gente habría podido relatar de no haber estado allá, en aquella época.
Patton jugaba a cultivarse, moría por leer estrategia e Historia con mayúsculas, devoraba cada letra, una prima donna en un tiempo en el que Montgomery y su querido Eisenhower tan sólo querían resultados.
Nada más.
De esto hace menos de setenta años.
El mundo en guerra, y las personas dejaron de ser personas para ser porcentajes de éxito. Patton nació para esa guerra, fue de lejos el mejor general, un gran estratega que dio victoria cuando nadie creía en ella. Logró lucir bandera cerca de sus soldados, hermanos de guerra, decía. Disciplinado y cercano. No puedes vencer si no escuchas a quien te abandera y te cuida.
Ser el mejor y saberlo significa creerlo, confiar en ti y en lo que haces.
Hay veces que aún teniendo un gran éxito no vale, lo que a muchos les funciona es pasar por aquí, no hay gloria, pero tampoco pena.
Hablan de personas como si fueran maquinitas. Preguntan por la rentabilidad sin saber nombres. ¿Cuántos soldados hacen falta para desembarcar en Normandía?
Hubiera sido un éxito si aquel día hubieran leído los nombres de aquellos que nos dieron también la libertad.
No aprendemos.
La gente se escuda en sus resultados. Ahorrar costes, dicen.
Excusas.
¿No es mejor enseñar a gestionar, a aprender todos, a escuchar de verdad y poder decir que juntos hicimos que fuéramos mejor?
Lo valiente es apostar por las personas. Lo fácil es no querer defender, no querer jugar en un juego espectacular de luchar y recibir.
Poco antes de morir, ya en cama, Patton dijo a su secretario que sabía que la Historia no le recordaría.
En eso se equivocó. Su admirado Rommel, - el zorro del desierto- no ha tenido tantas películas, documentales, novelas, biografías que ha tenido él.
La realidad, la gran Historia es que él enseñó a gestionar personas, mimar detalles y lograr la mayor victoria de su vida. La victoria de todos.
A sus pies había milenios, columnas que antaño eran foro y plaza; ruinas ahora, templos adorados durante siglos. Conquistas y batallas.
Su horizonte era Platea, allá donde primero los espartanos, cartagineses, romanos más tarde los turcos, árabes, españoles y de flandes blandieron espada y mosquete.
Estando en aquellas ruinas, Patton le dijo al General Bradley:
"¿Sabes lo que decía el poeta?. Bradley, poco hablador, general tímido, dijo: "No, no lo sé, George "
Patton esperó unos segundos, y dijo: "A través de los siglos, entre la pompa y la fatiga de guerra, he batallado, me he esforzado y he perdido innumerables veces, como a través de un vaso de cristal veo la eterna contienda donde he luchado bajo muchos nombres y aspectos, pero siempre era yo". Al terminar, le dijo: " ¿Sabes quien era ese poeta?". No, contestó Brad.
" Yo", dijo Patton.
Lo contaba como si siempre hubiera estado allí, arrancaba sentimientos y detalles que poca gente habría podido relatar de no haber estado allá, en aquella época.
Patton jugaba a cultivarse, moría por leer estrategia e Historia con mayúsculas, devoraba cada letra, una prima donna en un tiempo en el que Montgomery y su querido Eisenhower tan sólo querían resultados.
Nada más.
De esto hace menos de setenta años.
El mundo en guerra, y las personas dejaron de ser personas para ser porcentajes de éxito. Patton nació para esa guerra, fue de lejos el mejor general, un gran estratega que dio victoria cuando nadie creía en ella. Logró lucir bandera cerca de sus soldados, hermanos de guerra, decía. Disciplinado y cercano. No puedes vencer si no escuchas a quien te abandera y te cuida.
Ser el mejor y saberlo significa creerlo, confiar en ti y en lo que haces.
Hay veces que aún teniendo un gran éxito no vale, lo que a muchos les funciona es pasar por aquí, no hay gloria, pero tampoco pena.
Hablan de personas como si fueran maquinitas. Preguntan por la rentabilidad sin saber nombres. ¿Cuántos soldados hacen falta para desembarcar en Normandía?
Hubiera sido un éxito si aquel día hubieran leído los nombres de aquellos que nos dieron también la libertad.
No aprendemos.
La gente se escuda en sus resultados. Ahorrar costes, dicen.
Excusas.
¿No es mejor enseñar a gestionar, a aprender todos, a escuchar de verdad y poder decir que juntos hicimos que fuéramos mejor?
Lo valiente es apostar por las personas. Lo fácil es no querer defender, no querer jugar en un juego espectacular de luchar y recibir.
Poco antes de morir, ya en cama, Patton dijo a su secretario que sabía que la Historia no le recordaría.
En eso se equivocó. Su admirado Rommel, - el zorro del desierto- no ha tenido tantas películas, documentales, novelas, biografías que ha tenido él.
La realidad, la gran Historia es que él enseñó a gestionar personas, mimar detalles y lograr la mayor victoria de su vida. La victoria de todos.
martes, 19 de julio de 2011
Por aquella bandera
Tres mil almas aguardan. El viento susurra guerra. Blasones con la torre libertad hechos por doncellas y madres que vieron partir a hijos y maridos hará ya casi medio año.
Herreros, carpinteros, aprendices y un par de cientos en la caballería mal pertrechada.
Se cruzan miradas los que están en primera línea; serán ellos los que inicien una batalla que decidieron hace siglos sus antepasados y que hoy, mecidos por el viento y calentados por el sol del alba librarán al fin.
Un soldado cierra los ojos, quiere recordar por todo lo que va a luchar, el plato sin comida, ser esclavo de la vida y una hermana forzada a ser mujer y madre. Aprieta los dientes y su lanza, orgullo de padre y hermano.
En el horizonte, retumban los tambores, tiembla la tierra y se escucha el terror de más de diez mil soldados experimentados en sesgar almas y recortar sueños.
El mosén bendice las tropas sabiendo que muchos de aquellos hombres y niños caerán, sabe perfectamente que su cruz apenas significa algo para unos hombres que buscan un sueño en vida: vivir la suya. Libertad!! gritan algunos, pero es mucho más que eso; es ser tú.
Padre e hijo en el campo de batalla. Hombro con hombro, no dicen nada. No hace falta hablar cuando se llega a tanto por un gran sueño.
El joven recuerda todo lo que le han enseñado durante tantos años, educación, respeto y luchar por tus principios.
Intentan respirar y saborear la brisa por si fuera la última vez, miran orgullosos como ondean sus estandartes forjados en tesón y honor durante años.
Hoy, trescientos años más tarde, estamos en el mismo campo de batalla, sólo hemos cambiado las armas; la armadura por el traje y la espada por el móvil, los mismos hombres, los mismos sueños.
Estamos en medio de campos de batalla donde mueren almas cada día, se rompen sueños, caen personas...
Puedes elegir tu bandera, esa del respeto, la confianza y la batalla bien hecha, crecer y poder gritar al mundo que fuiste tú; tu familia y tú; tus amigos y tú; tu mundo y tú quien logró conseguir la gran victoria de tu vida.
Herreros, carpinteros, aprendices y un par de cientos en la caballería mal pertrechada.
Se cruzan miradas los que están en primera línea; serán ellos los que inicien una batalla que decidieron hace siglos sus antepasados y que hoy, mecidos por el viento y calentados por el sol del alba librarán al fin.
Un soldado cierra los ojos, quiere recordar por todo lo que va a luchar, el plato sin comida, ser esclavo de la vida y una hermana forzada a ser mujer y madre. Aprieta los dientes y su lanza, orgullo de padre y hermano.
En el horizonte, retumban los tambores, tiembla la tierra y se escucha el terror de más de diez mil soldados experimentados en sesgar almas y recortar sueños.
El mosén bendice las tropas sabiendo que muchos de aquellos hombres y niños caerán, sabe perfectamente que su cruz apenas significa algo para unos hombres que buscan un sueño en vida: vivir la suya. Libertad!! gritan algunos, pero es mucho más que eso; es ser tú.
Padre e hijo en el campo de batalla. Hombro con hombro, no dicen nada. No hace falta hablar cuando se llega a tanto por un gran sueño.
El joven recuerda todo lo que le han enseñado durante tantos años, educación, respeto y luchar por tus principios.
Intentan respirar y saborear la brisa por si fuera la última vez, miran orgullosos como ondean sus estandartes forjados en tesón y honor durante años.
Hoy, trescientos años más tarde, estamos en el mismo campo de batalla, sólo hemos cambiado las armas; la armadura por el traje y la espada por el móvil, los mismos hombres, los mismos sueños.
Estamos en medio de campos de batalla donde mueren almas cada día, se rompen sueños, caen personas...
Puedes elegir tu bandera, esa del respeto, la confianza y la batalla bien hecha, crecer y poder gritar al mundo que fuiste tú; tu familia y tú; tus amigos y tú; tu mundo y tú quien logró conseguir la gran victoria de tu vida.
viernes, 8 de julio de 2011
Vacaciones!
En la antigüedad, en las épocas de cruzadas y guerreros; no descansaban a veces en lustros, años enteros en guerra. Si volvían antes podrían ser acusados de traidores, desertores o lo que era peor: cobardes.
Llegaban a sus casas sin poder recordar la cara de sus esposas ni reconocer a sus hijos.
A la espalda, muertos y un blasón. Nada más.
A aquellos se les llenaba la boca con la palabra Honor igual que hoy a nosotros se nos llena con la tolerancia.
Esos guerreros sólo podían volver a su tierra, su hogar olvidado, tras haber demostrado en el campo de batalla cientos de veces que no les importaba no volver. Curioso.
Ahora, los mayores se pasan once meses de mal humor, pensando en el dichoso dinero, envidias, dedicando mil horas a saber la vida de los demás, con la boca llena de respeto y pensando que todo eso está justificado por unas vacaciones donde lo más probable es que las vivan agobiados de gente, atascos, playas a reventar y discusiones con suegra incluida. Eso sí, a la vuelta podrán decir que han estado en la playa, claro. Faltaría más.
Aquellos guerreros descansaban y nosotros también lo necesitamos. Necesitamos más tiempo para conocer más lugares y personas, ese tiempo de mirar al mar durante horas o disfrutar de la montaña,leer y reír, no mirar el reloj para que se llenen los pulmones y el alma.
La verdad es que es mejor tomarse todo el año respirando, saboreando y disfrutar, para que ahora, cuando tienes más tiempo; llegues a la conclusión que ha sido un año espectacular y que seguirás viviendo todo, a tope, siempre.
Llegaban a sus casas sin poder recordar la cara de sus esposas ni reconocer a sus hijos.
A la espalda, muertos y un blasón. Nada más.
A aquellos se les llenaba la boca con la palabra Honor igual que hoy a nosotros se nos llena con la tolerancia.
Esos guerreros sólo podían volver a su tierra, su hogar olvidado, tras haber demostrado en el campo de batalla cientos de veces que no les importaba no volver. Curioso.
Ahora, los mayores se pasan once meses de mal humor, pensando en el dichoso dinero, envidias, dedicando mil horas a saber la vida de los demás, con la boca llena de respeto y pensando que todo eso está justificado por unas vacaciones donde lo más probable es que las vivan agobiados de gente, atascos, playas a reventar y discusiones con suegra incluida. Eso sí, a la vuelta podrán decir que han estado en la playa, claro. Faltaría más.
Aquellos guerreros descansaban y nosotros también lo necesitamos. Necesitamos más tiempo para conocer más lugares y personas, ese tiempo de mirar al mar durante horas o disfrutar de la montaña,leer y reír, no mirar el reloj para que se llenen los pulmones y el alma.
La verdad es que es mejor tomarse todo el año respirando, saboreando y disfrutar, para que ahora, cuando tienes más tiempo; llegues a la conclusión que ha sido un año espectacular y que seguirás viviendo todo, a tope, siempre.
jueves, 30 de junio de 2011
1001 noches
Aquel hombre tranquilo decía siempre que había sido el inventor de la noche.
Mira como miran los que han vivido millones, sonríe y a veces se queda callado, parece que se transporta rápidamente a las situaciones que cuenta y le vienen a la cabeza. Habla seguro y confiado, orgulloso de tener en su mochila a cientos de personas que conoció y tuvo la suerte de compartir.
Habla de nombres propios como si aún estuvieran allí mismo, recordando anécdotas y risas, y también algún jaleo.
Es de los que piensa que de noche salen las personas, cuando las caretas se guardan en el armario por esta locura que llevamos en el día a día.
Muchas veces recuerda con emoción los prolegómenos a encontrarse con sus amigos, habla de música y baile, de preparación, de mirar por todos, de la gran ilusión en pensar lo mucho que tenía por delante para seguir viviendo.
Sibarita del buen yantar, le dicen. Cierto. Sólo hay que observarlo al pedir un plato o una botella de vino. "El vino agradable es barato, decía, pero si quieres la excelencia o un gran caldo...".
Escuchó mil confesiones nocturnas, pudo vivir y ayudar a decenas de personas que le contaban sus preocupaciones, pudo compartir grandes alegrías mientras se abrazaban locos. El estaba allí. ¿Cuanto vale haber compartido mil lugares, risas, emociones, experiencia, tranquilidad, amores?. Hay que estar allí para sentirlo.
Mientras bebe una cerveza, me habla del mar, la mar, el respirar, paz. Nunca podrías disfrutar plenamente de la locura si no tienes momentos para saborearlos tranquilamente y aprender de ellos.
Le miro pensando en qué habrá más allá, cuantas historias habrán visto sus ojos, y cuantas calla.
Suena una música de fondo que recuerda a guerreros y cruzadas, a la lucha continua por su bandera y termino pensando que aquel espejo, hay que limpirarlo. ;-)
Mira como miran los que han vivido millones, sonríe y a veces se queda callado, parece que se transporta rápidamente a las situaciones que cuenta y le vienen a la cabeza. Habla seguro y confiado, orgulloso de tener en su mochila a cientos de personas que conoció y tuvo la suerte de compartir.
Habla de nombres propios como si aún estuvieran allí mismo, recordando anécdotas y risas, y también algún jaleo.
Es de los que piensa que de noche salen las personas, cuando las caretas se guardan en el armario por esta locura que llevamos en el día a día.
Muchas veces recuerda con emoción los prolegómenos a encontrarse con sus amigos, habla de música y baile, de preparación, de mirar por todos, de la gran ilusión en pensar lo mucho que tenía por delante para seguir viviendo.
Sibarita del buen yantar, le dicen. Cierto. Sólo hay que observarlo al pedir un plato o una botella de vino. "El vino agradable es barato, decía, pero si quieres la excelencia o un gran caldo...".
Escuchó mil confesiones nocturnas, pudo vivir y ayudar a decenas de personas que le contaban sus preocupaciones, pudo compartir grandes alegrías mientras se abrazaban locos. El estaba allí. ¿Cuanto vale haber compartido mil lugares, risas, emociones, experiencia, tranquilidad, amores?. Hay que estar allí para sentirlo.
Mientras bebe una cerveza, me habla del mar, la mar, el respirar, paz. Nunca podrías disfrutar plenamente de la locura si no tienes momentos para saborearlos tranquilamente y aprender de ellos.
Le miro pensando en qué habrá más allá, cuantas historias habrán visto sus ojos, y cuantas calla.
Suena una música de fondo que recuerda a guerreros y cruzadas, a la lucha continua por su bandera y termino pensando que aquel espejo, hay que limpirarlo. ;-)
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sábado, 25 de junio de 2011
Qué grande es ser pequeñ@!
Nos embrutecemos, olvidamos perspectiva y nos volvemos tacaños en los sueños y la ilusión cuando crecemos. Pensamos que les educamos nosotros cuando realmente ellos nos enseñan cada día con respuestas y gestos mágicos que casi casi, habíamos olvidado.
Regalan sonrisas y mirada limpia, ofrecen imaginación hasta el infinito, sueñan despiertos y te piden que les acompañes en este viaje nuevo y espectacular que nace cada día para ellos.
Son guardianes de la ilusión, observan atónitos un mundo de mayores que siempre tienen prisa, abrazan fuerte y su único egoísmo es querer sentirte, eso que nosotros llamamos dedicación.
Al observarles siempre pienso en todo lo que nos regalan, en esa risa espectacular y el mimo de una caricia sincera.
Pensamos muchas veces en qué será de su vida, y todo lo que le queda por delante; amores, desamores, disgustos, esfuerzos, alegrías, sacrificios, mil experiencias...
"Nosotros ya hemos pasado por eso", eso nos decimos.
¿Y si aprendemos nosotros también?. Ser como ellos, ser tú mismo, hacer lo que uno siente y llegar hasta el final, regalar mimos y volver a la ilusión compartida, susurrar y mirada clara. Jugar cada día en esto de la vida.
Tomárnoslo tan en serio que nos haga reír.
Escucha sus respuestas increíbles. Allá no hay nada más que amor e ilusión.
Les llamamos ingenuos esperando a que, cuando lleguen todas aquellas experiencias, aprenderá que la vida no es tan fácil.
Nos equivocamos nosotros.
¿Qué hay de malo en descubrir, en creer, en la ilusión y la risa contagiosa?
Echa la vista atrás, recuerda a Peter Pan, mírate, observa a los peques, pregúntate si mereció la pena cambiar por un mundo que tú puedes cambiar, haz memoria y piensa cuantas veces te has arrepentido de no luchar por un sueño, o por no ser tú mismo.
Ellos, ellos tienen el gran secreto de la vida.
Y ahora, sí puedes decir que has pasado por eso, por robarte a veces a ti mismo, por quedarte a medias, rendirte cuando no tocaba y perder ilusiones.
Te queda una vida espectacular por delante, da igual los años que tengas, abre los ojos, millones de experiencias por venir y un mar de oportunidades que aprovechar.
¿Quieres jugar?
Regalan sonrisas y mirada limpia, ofrecen imaginación hasta el infinito, sueñan despiertos y te piden que les acompañes en este viaje nuevo y espectacular que nace cada día para ellos.
Son guardianes de la ilusión, observan atónitos un mundo de mayores que siempre tienen prisa, abrazan fuerte y su único egoísmo es querer sentirte, eso que nosotros llamamos dedicación.
Al observarles siempre pienso en todo lo que nos regalan, en esa risa espectacular y el mimo de una caricia sincera.
Pensamos muchas veces en qué será de su vida, y todo lo que le queda por delante; amores, desamores, disgustos, esfuerzos, alegrías, sacrificios, mil experiencias...
"Nosotros ya hemos pasado por eso", eso nos decimos.
¿Y si aprendemos nosotros también?. Ser como ellos, ser tú mismo, hacer lo que uno siente y llegar hasta el final, regalar mimos y volver a la ilusión compartida, susurrar y mirada clara. Jugar cada día en esto de la vida.
Tomárnoslo tan en serio que nos haga reír.
Escucha sus respuestas increíbles. Allá no hay nada más que amor e ilusión.
Les llamamos ingenuos esperando a que, cuando lleguen todas aquellas experiencias, aprenderá que la vida no es tan fácil.
Nos equivocamos nosotros.
¿Qué hay de malo en descubrir, en creer, en la ilusión y la risa contagiosa?
Echa la vista atrás, recuerda a Peter Pan, mírate, observa a los peques, pregúntate si mereció la pena cambiar por un mundo que tú puedes cambiar, haz memoria y piensa cuantas veces te has arrepentido de no luchar por un sueño, o por no ser tú mismo.
Ellos, ellos tienen el gran secreto de la vida.
Y ahora, sí puedes decir que has pasado por eso, por robarte a veces a ti mismo, por quedarte a medias, rendirte cuando no tocaba y perder ilusiones.
Te queda una vida espectacular por delante, da igual los años que tengas, abre los ojos, millones de experiencias por venir y un mar de oportunidades que aprovechar.
¿Quieres jugar?
jueves, 16 de junio de 2011
Aquel hospital
Jaleo. Ir y venir de gente, médicos, familiares, enfermeras, celadores...
Aquella sala de espera era un apretar de dientes constante. La tensión contenida de la ignorancia se junta a la esperanza de pensar que todo saldrá bien. Oyes voces por todos lados pero no escuchas a nadie, quieres concentrarte en pensar en por quien esperas.
Quieres viajar rápido a la sala donde esté para darle fuerza, toda la que tienes y los ojalas se juntan con oraciones y apretar de manos.
Y al fondo, silenciosa, aquella mujer. Medio siglo de paciencia con gestos cuidados y suaves. Vestida con prisa, aquello era grave. Y estaba tranquila. Se cogía, repasaba y acariciaba las costuras de aquel vestido de ir por casa lenta y tranquilamente.
Era perfectamente consciente de la situación que vivía -vivíamos-, pero ella tenía algo que los demás no. Una generosidad desbordante.
Las horas son lentas cuando esperas, el reloj se hace enorme, las máquinas sin café, crees haber nacido allí, paseos y mil vueltas por una sala que te come.
De repente, un regalo. Aquella mujer giró su cabeza, y ofreció una sonrisa que no pagarían mil abrazos. Asintió la cabeza, quería que supiera que estaba allí y que comprendía, pero que aquello, saldría bien. Volvió a mirar hacia su sala.
Después de compartir sala ella y yo con demasiada gente y demasiadas horas, salieron a buscarla.
El médico se sentó a su lado, cogió su mano y hablaron durante unos minutos. Los gestos del doctor eran claros, la reacción de ella, suave. Lloraba tranquila y agarraba fuerte con las manos una carterita de monedas donde supongo que guardaría el dinero para volver en taxi con su marido al hogar.
Separados por varios metros, caminó despacio. Sus ojos enrojecidos se volvieron brillantes al acercarse, coger mi mano y mientras sonreía, decir: "todo saldrá bien, ya lo verás". Y se fue.
Mientras marchaba yo pensaba en qué fuerza maravillosa y brutal lleva a alguien a tener esa Generosidad.
La miré hasta que le perdí alucinado.Quizá vivió tan plenamente con su marido que la vida ya tenía sentido hace mucho tiempo, quizá pensó que siempre le dijo te quiero y le perdonó, quizá pensó que aquel hombre al que había tenido a su vera tantos años también había sido feliz y que no vale la pena llorar cuando la vida ha sido alegría y compartir. Quizá le susurró a quien ya le faltaba un último gracias mientras sonreía sabiendo que había sido capaz de cumplir un sueño: el sueño de la vida.
Queda gente espectacular que regala momentos únicos, queda aprender de verdad y abrir los ojos a la alegría. Vive todo, a tope, siempre.
Aquella sala de espera era un apretar de dientes constante. La tensión contenida de la ignorancia se junta a la esperanza de pensar que todo saldrá bien. Oyes voces por todos lados pero no escuchas a nadie, quieres concentrarte en pensar en por quien esperas.
Quieres viajar rápido a la sala donde esté para darle fuerza, toda la que tienes y los ojalas se juntan con oraciones y apretar de manos.
Y al fondo, silenciosa, aquella mujer. Medio siglo de paciencia con gestos cuidados y suaves. Vestida con prisa, aquello era grave. Y estaba tranquila. Se cogía, repasaba y acariciaba las costuras de aquel vestido de ir por casa lenta y tranquilamente.
Era perfectamente consciente de la situación que vivía -vivíamos-, pero ella tenía algo que los demás no. Una generosidad desbordante.
Las horas son lentas cuando esperas, el reloj se hace enorme, las máquinas sin café, crees haber nacido allí, paseos y mil vueltas por una sala que te come.
De repente, un regalo. Aquella mujer giró su cabeza, y ofreció una sonrisa que no pagarían mil abrazos. Asintió la cabeza, quería que supiera que estaba allí y que comprendía, pero que aquello, saldría bien. Volvió a mirar hacia su sala.
Después de compartir sala ella y yo con demasiada gente y demasiadas horas, salieron a buscarla.
El médico se sentó a su lado, cogió su mano y hablaron durante unos minutos. Los gestos del doctor eran claros, la reacción de ella, suave. Lloraba tranquila y agarraba fuerte con las manos una carterita de monedas donde supongo que guardaría el dinero para volver en taxi con su marido al hogar.
Separados por varios metros, caminó despacio. Sus ojos enrojecidos se volvieron brillantes al acercarse, coger mi mano y mientras sonreía, decir: "todo saldrá bien, ya lo verás". Y se fue.
Mientras marchaba yo pensaba en qué fuerza maravillosa y brutal lleva a alguien a tener esa Generosidad.
La miré hasta que le perdí alucinado.Quizá vivió tan plenamente con su marido que la vida ya tenía sentido hace mucho tiempo, quizá pensó que siempre le dijo te quiero y le perdonó, quizá pensó que aquel hombre al que había tenido a su vera tantos años también había sido feliz y que no vale la pena llorar cuando la vida ha sido alegría y compartir. Quizá le susurró a quien ya le faltaba un último gracias mientras sonreía sabiendo que había sido capaz de cumplir un sueño: el sueño de la vida.
Queda gente espectacular que regala momentos únicos, queda aprender de verdad y abrir los ojos a la alegría. Vive todo, a tope, siempre.
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sábado, 11 de junio de 2011
El contenedor
Nunca hablé con él. Le conozco hace más de 15 años. Solía verlo en bares de la zona donde vivo. Era enorme, ciento cuarenta kilos son difíciles de pasar desapercibidos, y más si al beber no paras de tirar voces de una parte a otro del bar. Tenía una mirada complicada, siempre con cara de mal genio y a su lado, su fiel cerveza. La limpieza no era su fuerte, el olor era intenso. Se acumulaban vasos a su vera. Gestos rudos, nunca sonreía, y aquello de gracias y por favor no era para él. Él exigía.
A veces se juntaba con amigos, pero siempre eran distintos, y los que le acompañaban no parecían estar demasiado agusto.
Tampoco hablé nunca de él a mis amigos, sólo le observaba. Durante años.
Ahora lo he visto varias veces de nuevo. Cómo cambia la historia.
Le veo en el contenedor de las basuras, hurgando, ataviado con palo y bolsa para coger lo que los demás desechamos. Su mirada ha cambiado, ahora es mucho más suave, con 50 kilos menos, pero con la ropa de antes. Le viene enorme. Ropas que recuerdan - le recuerdan- su ayer.
Le observaba el otro día y pensé en la cantidad de veces que habrá tenido ahora que decir por favor para poder comer y gracias cuando se la dan. Echará en falta todas las monedas que echó en las tragaperras y en cervezas y supongo que añorará amigos con mayúsculas.
Conozco sólo mi versión, la que los años y el observar me han dado, y seguro que hay mucho más detrás de todo esto, pero, ¿qué pensará por la noche?, allá, donde quiera que duerma y acompañado - con suerte - de una almohada. Qué recuerdos, historias le vendrán a la cabeza... ¿Dónde se equivocó?. Quizá ni siquiera se lo haya preguntado. Quizá piense que existe un complot mundial para que su mirada termine en el fondo de un contenedor con bolsas del corte inglés y fruta caducada. La culpa es del mundo.
O no.
¿Y si se ha dado cuenta y por eso su mirada ha cambiado?. ¿Y si ha aprendido que la vida es recibir y dar a la vez?. Quizá un miércoles cualquiera, despertó, y musitó un "hasta aquí" mientras sonreía pensando que había dado con la clave, y que, a partir de ahora, miraría por los demás, que intentaría ser agradecido y luchar cada día. Me equivoqué, pero a mis 50 primaveras, aún estoy a tiempo.
Me gustaría decirle dos cosas. La primera: suerte. Mucha suerte y que sepa buscarla. Soy de los que piensa que la suerte es el resultado de esfuerzo y oportunidad. La segunda: gracias. Estoy convencido que no sabe que ha hecho pensar a alguien que merece la pena pasar por aquí intentando cuidar para cuidarse uno más, que es una alegría y un orgullo poder contar siempre con alguien y mimarles también, que la educación abre mil puertas.
La realidad, la verdad, es que nunca es tarde. Tenemos la oportunidad de cambiar, y lo mejor es que podemos decidir también cuando. El cómo lo arrastra la ilusión y el querer, y el porqué, ya lo sabes. Porque eres tú.
A veces se juntaba con amigos, pero siempre eran distintos, y los que le acompañaban no parecían estar demasiado agusto.
Tampoco hablé nunca de él a mis amigos, sólo le observaba. Durante años.
Ahora lo he visto varias veces de nuevo. Cómo cambia la historia.
Le veo en el contenedor de las basuras, hurgando, ataviado con palo y bolsa para coger lo que los demás desechamos. Su mirada ha cambiado, ahora es mucho más suave, con 50 kilos menos, pero con la ropa de antes. Le viene enorme. Ropas que recuerdan - le recuerdan- su ayer.
Le observaba el otro día y pensé en la cantidad de veces que habrá tenido ahora que decir por favor para poder comer y gracias cuando se la dan. Echará en falta todas las monedas que echó en las tragaperras y en cervezas y supongo que añorará amigos con mayúsculas.
Conozco sólo mi versión, la que los años y el observar me han dado, y seguro que hay mucho más detrás de todo esto, pero, ¿qué pensará por la noche?, allá, donde quiera que duerma y acompañado - con suerte - de una almohada. Qué recuerdos, historias le vendrán a la cabeza... ¿Dónde se equivocó?. Quizá ni siquiera se lo haya preguntado. Quizá piense que existe un complot mundial para que su mirada termine en el fondo de un contenedor con bolsas del corte inglés y fruta caducada. La culpa es del mundo.
O no.
¿Y si se ha dado cuenta y por eso su mirada ha cambiado?. ¿Y si ha aprendido que la vida es recibir y dar a la vez?. Quizá un miércoles cualquiera, despertó, y musitó un "hasta aquí" mientras sonreía pensando que había dado con la clave, y que, a partir de ahora, miraría por los demás, que intentaría ser agradecido y luchar cada día. Me equivoqué, pero a mis 50 primaveras, aún estoy a tiempo.
Me gustaría decirle dos cosas. La primera: suerte. Mucha suerte y que sepa buscarla. Soy de los que piensa que la suerte es el resultado de esfuerzo y oportunidad. La segunda: gracias. Estoy convencido que no sabe que ha hecho pensar a alguien que merece la pena pasar por aquí intentando cuidar para cuidarse uno más, que es una alegría y un orgullo poder contar siempre con alguien y mimarles también, que la educación abre mil puertas.
La realidad, la verdad, es que nunca es tarde. Tenemos la oportunidad de cambiar, y lo mejor es que podemos decidir también cuando. El cómo lo arrastra la ilusión y el querer, y el porqué, ya lo sabes. Porque eres tú.
jueves, 2 de junio de 2011
Etiquetadores
Tenemos la costumbre de etiquetar casi todo, clasificamos para ordenar y de paso o sin querer ahorrarnos el tener que mirar al fondo de las cosas. Es una mala idea, sobre todo, cuando a quien clasificas y etiquetas, son personas, como tú.
Y es que no aprendemos. Piensa cuantas veces has dicho "no pensaba que era así..." "al principio me caía mal, pero luego cuando lo conoces..."
La realidad es que eso ocurre cuando, por circunstancias, coincidimos con esa persona más tiempo y compartimos lugares, sensaciones, charlas... Es decir, al dedicar más tiempo y nuestros sentimientos van ganando a aquella razón y decisión nuestra del "no me gusta".
Sin embargo, y a pesar de esa experiencia, preferimos seguir etiquetando, confiar en nuestra excelente intuición, y decidir rápida y sin duda sobre como son las personas que ni siquiera hemos intentado conocer de verdad.
Ocurre todos los días, te pasa mil veces, no damos oportunidades mientras las pedimos a gritos.
Se empieza por personas individuales para terminar de etiquetar a grupos, tribus urbanas que en teoría deben cumplir unos parámetros, que, aunque no se sabe muy bien quien decide esos parámetros, son así. Un tío con rastas y pendiente es un porrero, un punky es un vago maleante sin cultura, un pijo es lerdo y no lee, un heavy es un marrano. Y ya está. Es así y punto. Eso nos dicen y eso decimos.
Sucede lo mismo en el trabajo, un error inicial o un éxito en el comienzo te puede etiquetar para siempre, es mucho más cómodo para quien decide no tener que analizar.
La realidad es que todos somos mucho más complejos, y de todos hay mucho que dar. Lo inteligente es saber escuchar, mirar atento sin prejuicio, esperando que cada momento, sea una sopresa. Al fin y cabo, de lo bueno y lo mejorable, de todo, se puede aprender.
Negar esas oportunidades que nosotros mismos pedimos cada día no merece la pena, no es justo y uno acabará terminando sus días pensando que ha visto mucho, pero que en realidad, no sabe nada.
Guiña el ojo al mundo, mira bien a tu alrededor, deja que te den a ti también la oportunidad de ser tú, escucha, y responde al grito de los que tienes cerca y los que vendrán con una gran etiqueta que diga: "!quiero aprender!".
Y es que no aprendemos. Piensa cuantas veces has dicho "no pensaba que era así..." "al principio me caía mal, pero luego cuando lo conoces..."
La realidad es que eso ocurre cuando, por circunstancias, coincidimos con esa persona más tiempo y compartimos lugares, sensaciones, charlas... Es decir, al dedicar más tiempo y nuestros sentimientos van ganando a aquella razón y decisión nuestra del "no me gusta".
Sin embargo, y a pesar de esa experiencia, preferimos seguir etiquetando, confiar en nuestra excelente intuición, y decidir rápida y sin duda sobre como son las personas que ni siquiera hemos intentado conocer de verdad.
Ocurre todos los días, te pasa mil veces, no damos oportunidades mientras las pedimos a gritos.
Se empieza por personas individuales para terminar de etiquetar a grupos, tribus urbanas que en teoría deben cumplir unos parámetros, que, aunque no se sabe muy bien quien decide esos parámetros, son así. Un tío con rastas y pendiente es un porrero, un punky es un vago maleante sin cultura, un pijo es lerdo y no lee, un heavy es un marrano. Y ya está. Es así y punto. Eso nos dicen y eso decimos.
Sucede lo mismo en el trabajo, un error inicial o un éxito en el comienzo te puede etiquetar para siempre, es mucho más cómodo para quien decide no tener que analizar.
La realidad es que todos somos mucho más complejos, y de todos hay mucho que dar. Lo inteligente es saber escuchar, mirar atento sin prejuicio, esperando que cada momento, sea una sopresa. Al fin y cabo, de lo bueno y lo mejorable, de todo, se puede aprender.
Negar esas oportunidades que nosotros mismos pedimos cada día no merece la pena, no es justo y uno acabará terminando sus días pensando que ha visto mucho, pero que en realidad, no sabe nada.
Guiña el ojo al mundo, mira bien a tu alrededor, deja que te den a ti también la oportunidad de ser tú, escucha, y responde al grito de los que tienes cerca y los que vendrán con una gran etiqueta que diga: "!quiero aprender!".
viernes, 27 de mayo de 2011
No dejes que suceda...
La semana empezó curiosa, hartos de escaños y concejales. Unos, contentos, sonriendo, celebrando victorias que deberían saber a derrota cuando uno echa un vistazo a España; otros, disimulando algo que ya sabían, tenían cinco millones de razones, cinco millones de familias para saberse perdedores.
Hablan siempre que la derecha o el centro derecha tienen votantes fieles, pero si después de todo lo que sucede, lo que está sucediendo, hay 6 millones de personas que todavía te votan, la fidelidad es tuya.
Otro día hablaré de Bildu y lo que me parece, hoy no toca.
La semana empezó -decía- curiosa. Me dio por pensar ayer lo fácil que es acostumbrarse a dar lo justo en el trabajo, a cumplir con el expediente y pasar por los lugares sin pena ni gloria.
Mucha gente piensa que lo cómodo es eso, aquella ley de mínimo esfuerzo y máximo beneficio, zombis que diría Carlos Andreu que te llevan a la dejadez profesional por no querer ver más allá, esos que al punto de la mañana al preguntarles un simple ¿qué tal? su cara refleja un estado presuicidio y depresión total, ante la obligación - qué desastre!- de trabajar.
Seguro que me entiendes, es más, es probable que tú alguna vez - y yo- nos hayamos dejado arrastrar en algún momento, por pequeño que sea.
Son verdaderos líderes del NO, máximos exponentes de los "es que...", defensores a ultranza del "deja, deja...", se atrincheran, quejicas, oyen, y no escuchan, "tú no sabes lo que es esto...", sus ojos miran extrañados cuando les ofreces esfuerzo, desarrollo, luchar, dar ese paso al frente e intentarlo.
Podemos - puedes- hacer dos cosas; la primera dejar que la vida pase, no darle importancia a que allí estás un tercio de tu vida, cerrar los ojos a l@s compañer@s que muchas veces se convierten en amigos, jugar a esperar y ver como se solucionan las cosas, puedes hacer que a lo que te dedicas siga siendo lo que es y esperar a que suene la campana para gritar un "otro día más".
La segunda opción es crecer, analizar que esas 8 o 10 horas las vas a disfrutar queriendo mejorar, proponer "hay que.." y aprovechar a esos compañeros que se convierten en amistades para sumar, buscar tu reto y el suyo y alucinar con todo lo que tú puedes dar.
Date la oportunidad de crecer también allí, Capitán.
Déjame que te de una gran noticia, esa decisión, decidir ser tú también aquí, cerrar los ojos para luchar por el genio que llevas dentro, es tuya!. Nadie, nunca, te podrá robar que lo intentes.
No dejes que suceda.
Hablan siempre que la derecha o el centro derecha tienen votantes fieles, pero si después de todo lo que sucede, lo que está sucediendo, hay 6 millones de personas que todavía te votan, la fidelidad es tuya.
Otro día hablaré de Bildu y lo que me parece, hoy no toca.
La semana empezó -decía- curiosa. Me dio por pensar ayer lo fácil que es acostumbrarse a dar lo justo en el trabajo, a cumplir con el expediente y pasar por los lugares sin pena ni gloria.
Mucha gente piensa que lo cómodo es eso, aquella ley de mínimo esfuerzo y máximo beneficio, zombis que diría Carlos Andreu que te llevan a la dejadez profesional por no querer ver más allá, esos que al punto de la mañana al preguntarles un simple ¿qué tal? su cara refleja un estado presuicidio y depresión total, ante la obligación - qué desastre!- de trabajar.
Seguro que me entiendes, es más, es probable que tú alguna vez - y yo- nos hayamos dejado arrastrar en algún momento, por pequeño que sea.
Son verdaderos líderes del NO, máximos exponentes de los "es que...", defensores a ultranza del "deja, deja...", se atrincheran, quejicas, oyen, y no escuchan, "tú no sabes lo que es esto...", sus ojos miran extrañados cuando les ofreces esfuerzo, desarrollo, luchar, dar ese paso al frente e intentarlo.
Podemos - puedes- hacer dos cosas; la primera dejar que la vida pase, no darle importancia a que allí estás un tercio de tu vida, cerrar los ojos a l@s compañer@s que muchas veces se convierten en amigos, jugar a esperar y ver como se solucionan las cosas, puedes hacer que a lo que te dedicas siga siendo lo que es y esperar a que suene la campana para gritar un "otro día más".
La segunda opción es crecer, analizar que esas 8 o 10 horas las vas a disfrutar queriendo mejorar, proponer "hay que.." y aprovechar a esos compañeros que se convierten en amistades para sumar, buscar tu reto y el suyo y alucinar con todo lo que tú puedes dar.
Date la oportunidad de crecer también allí, Capitán.
Déjame que te de una gran noticia, esa decisión, decidir ser tú también aquí, cerrar los ojos para luchar por el genio que llevas dentro, es tuya!. Nadie, nunca, te podrá robar que lo intentes.
No dejes que suceda.
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